Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

“Verás, en países con extrema pobreza y tan pocas oportunidades, la gran mayoría  de los padres se ven obligados a abandonar a sus hijos para marcharse a un lugar en el que puedan encontrar una vida mejor. La mayor parte de esos niños pasan años y años sin saber si en algún momento podrán ver a sus padres otra vez. Eso es exactamente lo que nos pasó a mí y mis hermanos…”, dice en “Querido lector” —texto introductorio— Reyna Grande en su libro autobiográfico La distancia entre nosotros.

En un mundo cada vez más globalizado, pareciese que el tópico de la migración no debería ser una problemática, sin embargo, la desigualdad entre naciones, más numerosos factores, la han convertido en una de las grandes problemáticas de nuestro tiempo, trascendiendo no solo a aspectos económicos y políticos sino a crisis humanitarias.

Más allá de cifras y generalizaciones, los rostros e historias más entrañables de la situación los representan sus protagonistas de carne hueso.  Reyna Grande fue uno de ellos y en un ejercicio literario como La distancia entre nosotros narra a través de un espejo autobiográfico.

“Actualmente las historias personales de la inmigración son muy importantes. Se vive una época donde los inmigrantes y refugiados están siendo muy maltratados, no solo en Estados Unidos o en México, sino en el resto del mundo, como se ha estado viendo en Europa”, asegura en entrevista exclusiva para Siempre! Reyna Grande, miembro del prestigioso Macondo Writers Workshop, taller anual de escritores de verano a nivel de maestría celebrado en San Antonio, Texas.

Explica que hablar específicamente de los dos países a los que pertenece es de suma importancia, pues su historia es una forma de recordarle a esa sociedad estadounidense y mexicana el precio que la gente, especialmente los pobres, tiene que pagar al luchar por una vida mejor.

“El gobierno de México insiste en mantener a la gente en la pobreza y permite la explotación de los trabajadores, y eso resulta en inmigración. Ya llegando a Estados Unidos, la explotación, la discriminación y el maltrato de los inmigrantes continua al otro lado de la frontera”.

No hay familias completas en el otro lado

Cuando se trata de las conversaciones sobre la inmigración, casi nunca se habla de diversos factores sobre este tema, asegura Reyna, sobre todo de los factores que causan este éxodo, como la pobreza, la corrupción, la explotación y la violencia.

A la par, añadió, se ha omitido también hablar sobre cómo la inmigración afecta a las familias, y que como consecuencia se derivan serios traumas en los inmigrantes y la gente que los rodea. Ejemplo de ello es la separación de padres e hijos, que dañan su relación para siempre, así como la fractura entre la familia que se queda y la familia que se va.

“En México, la mayoría de las personas tienen a abuelos, padres, hijos, tíos, hermanos en el otro lado. No hay familias “completas”. Alguien falta.  Psicológicamente eso afecta a la sociedad”.

Asegura que en Estados Unidos hay muchos libros que se enfocan en la experiencia de cruzar la frontera y sus riesgos del cruce, “pero nada más”. Para ella, lo importante fue enfocarse en lo que pasa mucho antes de llegar a la frontera (el porqué se toma esa decisión), así como describir después de llegar y los retos a los que se enfrentan los inmigrantes en suelo estadounidense, “muchos piensan que ya al llegar al otro lado la vida es un cuento de hadas… y no es así. Se sufre mucho al llegar”.

 

Mi experiencia a través de niños y jóvenes

Reyna —con tan solo dos años cuando sus padres se fueron tras la devaluación del peso y la peor recesión mexicana en 50 años—: “¿Quién nos protegerá si el diablo viene a robarnos y llevarnos muy lejos, donde nunca volveríamos a ver a nuestros padres?”, se preguntaba esta niña guerrerense.

“El enfoque de mi libro es la experiencia de la inmigración a través de los niños. Eso lo hice porque yo fui una niña migrante y quería educar a la gente acerca de los jóvenes indocumentados, los dreamers,  que viven en Estados Unidos”.

Expresa la escritora que su obra es una forma de unirse a esa lucha que por años ha existido por legalizar a los dreamers y que hasta hoy no se ha logrado, ya sea por líderes políticos que hacen promesas y no cumplen, o por las ineficientes soluciones temporales —como DACA—que no resuelven nada.

“Para mí es importante ser parte de la conversación que tenemos acerca de estos jóvenes. Y al compartir sobre mi propia experiencia, he podido educar a la gente sobre la experiencia de los niños y jóvenes migrantes”.

 

Reyna Grande, escritora.

Ni de aquí ni de allá

Esta experiencia ha sido una vivencia que me ha definido toda mi vida. El haber nacido en México me hizo una persona muy fuerte, expresa Reyna. Sin embargo, asegura que el haber crecido en Estados Unidos le dio la oportunidad de triunfar de una manera que no hubiera podido en México.

“Si me hubiera quedado en Iguala, Guerrero, lugar donde nací, hoy tal vez sería sirvienta de alguien rico, o trabajaría en una fábrica. Pero tuve la oportunidad de ir a la universidad, educarme y seguir una carrera, de hacerme, con mucho empeño de mi parte, una escritora. Ese es el sueño americano. De empezar desde abajo y poder alcanzar un futuro mucho mejor”.

Añadió que estas experiencias le ayudaron, además, a entender la situación en la que la gente vive en ambos países. Al mirar a México, observa un país en el que el gobierno trata a su propia gente de manera denigrante, por ejemplo, negándole oportunidades de trabajo y de educación.

Al voltear al otro lado, y ver a Estados Unidos, se observa también un país con muchos defectos, asegura la escritora. Acepta que el país norteamericano le ha ofrecido diversos beneficios, como su educación universitaria y una buena carrera, aspectos que valora, sin embargo, sabe que el actual gobierno estadounidense hace cosas para crear inestabilidad social, económica y política en otros países.

“Les gusta tener control en todo lo que pasa en el mundo y meter la cuchara donde no debe. Claro que todo eso está basado en el capitalismo y la codicia, que es algo que causa mucha desigualdad”.

Lo que tienen en común los dos países —dice Reyna— es que los líderes políticos nos están fallando, especialmente a la gente vulnerable, que son los jóvenes y los pobres.

No obstante, asegura que le es muy difícil ser consciente de que no se es de ningún lado: “por un lado, los mexicanos me dicen que no soy lo suficiente mexicana, y los americanos me dicen que no soy lo suficiente americana”; por lo que se ha refugiado en la literatura de escritoras chicanas como Sandra Cisneros, Helena María Viramontes, Ana Castillo y Gloria Anzaldúa, que a través de sus obras describen lo que es ser mexicano-nortemericana y navegar entre esas dos identidades.

“Estas escritoras escriben mucho de la lucha para encontrar un hogar en donde eres suficiente.  Muchas veces me he sentido como la India María: ni de aquí, ni de allá”.

Poder de criticar a ambos países

La experiencia de ser inmigrante me da la oportunidad de observar y criticar a los dos países que me han formado: México y Estados Unidos, dice la galardonada del American Book Award. Agregó que aprendió a “entrar y salir” de las dos culturas y sociedades y ver todas sus virtudes y sus defectos, a no dejarse engañar y no ver ambos países a través del romanticismo.

“Tengo muy claro en dónde y cómo están fallando estos países y gobiernos. Pero también puedo apreciar cuando funcionan bien”.

Recalca que su identidad no nada más está limitada a los dos países, sino que se extiende al resto del mundo, una ciudadana global. Esto le ha permitido conocer las historias de los inmigrantes alrededor del mundo, porque la experiencia es universal.

“No importa en dónde uno nació, cuando eres inmigrante pasas por lo mismo, el mismo dolor, ansiedad, trauma. Haces los mismos sacrificios, la misma lucha. Se sueña el mismo sueño. Se sufre igual. Se sueña igual”.

Asevera que actualmente hay 244 millones de personas en el mundo que viven fuera de sus países de origen. Por lo que, señala Reyna, existe gente que comparte esos mismos sentimientos con ella. “Eso me hace sentirme menos sola en mi experiencia como inmigrante”.

Dignidad y respeto

Una unión entre las dos naciones, con el fin de ayudar a ambas economías, es lo que propone Reyna, pensando en principio en un buen programa que beneficie a los braceros que por años han sido explotados, además de que deben ser tratados con con dignidad y respeto.

Los dos países se necesitan el uno al otro, expresa Reyna, pues asegura que debe haber una buena relación donde el pueblo no sea explotado y abusado por los dos países y los dos gobiernos. Y que ha pesar de que han tenido una historia muy complicada desde antes de los episodios bélicos del siglo XIX, “ya es hora de que los dos países aprendan a trabajar juntos de una manera respetuosa y con igualdad”, apunta.

“Espero que mi libro ayude un poco a recordar a nuestros líderes políticos que cuando hablan de la inmigración están hablando de seres humanos y de familias. Si no hablamos del costo humano de la inmigración, es más fácil hacer leyes sin tomar en cuenta a la gente que será afectada por esas normas”, concluye Reyna Grande.