En días recientes, la Academia Mexicana de la Lengua otorgó el Premio Internacional de Ensayo Pedro Enríquez Ureña al afamado investigador de la UNAM Alfredo López Austin, quien en un vibrante mensaje dejó consignadas las siguientes reflexiones: “Sólo he querido encontrar la forma en la que los hombres construyen su propia visión del mundo; cómo cada sociedad tiene valores, actos y técnicas. Toda mi vida he tratado de penetrar en ese tipo de producción humana, cómo cada sociedad crea su propia percepción y su campo de acción en este mundo por medio de lo que son sus valores. Cada sociedad es una otredad, en un mar de otredades. Pero en la actualidad, en el mundo globalizado se ha generado una extrema violencia a partir de forzar valores y tratar de imponer una sola idea como válida. Estamos en una época de extrema violencia por querer reducir toda cultura a una sola. Toda corriente que impone su verdad atenta contra la capacidad creadora del ser humano”.

Con tan sabias palabras el galardonado puso de relieve la validez y riqueza infinita del multiculturalismo, opuesto por definición a aquella vieja idea que postulaba que el único modelo cultural digno de ser tenido como tal era el troquelado en el centro de Europa con base en el paradigma del racionalismo cartesiano, lo que dio origen, como bien afirma el pensador portugués Boaventura de Souza, a un grave epistemicidio, a la negación de la existencia, valía intrínseca y aportes de las culturas originarias.

Ese tremendo ataque a la diversidad de la condición humana se proyectó a lo largo de siglos. Sin embargo, se han dado pasos hacia su reversión. En 1989 fue aprobado el Convenio 169 de la OIT sobre Pueblos Indígenas y Tribales en Países Independientes. En 2007 la ONU votó la Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. En 2016 la OEA aprobó la Declaración Americana sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas. En estos instrumentos constan los derechos reflejados en los Acuerdos de San Andrés impulsados por el EZLN y que fueron desconocidos por el gobierno de Ernesto Zedillo.

Los derechos de las comunidades originarias no han sido respetados en forma alguna. Por el contrario, están siendo objeto de una colosal embestida por parte de la alianza estratégica conformada por las estructuras gubernamentales y poderosos corporativos trasnacionales, quienes maximizan las estructuras normativas mineras y energéticas que propician el despojo para imponer megaproyectos empresariales al costo de violar flagrantemente el derecho a la consulta libre, previa e informada; criminalizar a los opositores, afectar el tejido social, provocar desplazamientos forzados y arrasar con los ecosistemas y la biodiversidad.

En ese contexto, resulta de suma trascendencia la visita realizada por la Relatora Especial de la ONU para los Pueblos Indígenas, de la cual seguramente saldrán rayos y centellas en contra del gobierno de Peña Nieto. No es para menos pues estamos en el umbral de un nefando genocidio étnico y económico.