Severamente castigado por la vida —sobre todo desde la niñez—, el más célebre y legendario asesino serial en la historia de los Estados Unidos, Charles Milles Manson, falleció el 19 de noviembre a los 83 años de edad.

Manson no fue en estricto sentido un homicida, pero sí fue el instigador —el cerebro— de una serie de despiadados crímenes que a fines de los años sesenta conmocionaron el mundo y la Unión Americana; las víctimas, todas de raza blanca, fueron asesinadas con saña y extrema violencia.

Hijo de una adolescente de 16 años, se dice que alcohólica, Manson desde sus primeros años sólo conoció el abandono y el desamor. Su madre lo rechazó y lo abandonó en un orfelinato; su padre biológico no lo reconoció y le negó su apellido. El apellido Manson se lo dio su padrastro William Manson, un obrero que se casó con la madre del pequeño Charles. El matrimonio duró lo que un suspiro.

En 1947, a los 13 años de edad, Charles Manson empezó su historial delictivo y a partir de ahí un interminable recorrido de robos a mano armada que por igual lo llevaron decenas de veces a correccionales y presidios juveniles… hasta que en 1967, en plena época de rock, sexo, drogas y revueltas sociales, formó con vagos y parias —en especial mujeres provenientes de familias disfuncionales— la Familia Manson, secta fanática que auguraba el advenimiento de un nuevo mundo a través de una guerra intra-racial en la que los negros habrían de salir vencedores.

Manson y su “familia” fueron detenidos en 1969, en Los Angeles, California, tras haber asesinado, entre otros, a la actriz Sharon Tate, esposa del cineasta Roman Polanski, y aunque fueron condenados a la pena capital, la sentencia fue conmutada por cadena perpetua.

Manson había nacido en Ohio el 12 de noviembre de 1934.

En la imagen, a la izquierda, un muy joven —probablemente adolescente— Manson, y a la derecha, en 2009, última fotografía de su expediente carcelario.

Fotografía: YouTube