La Ciudad de México lleva 20 años secuestrada por la izquierda. Convertida en mina económica y en plataforma política de dos partidos que la han condenado a la agonía.

En julio de 1997, Cuauhtémoc Cárdenas llega a la jefatura de la capital como el primer gobernante democráticamente electo y a partir de ese momento las tribus del PRD —varias de ellas metamorfoseadas después en Morena— se apoderan de la vida social y política de la ciudad.

Lo que hemos vivido los capitalinos a partir de esa fecha puede ser sintetizado con una sola palabra: decadencia. Han hecho de la Gran Tenochtitlán el tianguis más grande del mundo y el negocio electoral más lucrativo de todos los tiempos.

Beatriz Pagés.

Hábilmente, le han vendido a los habitantes de la capital, y a quienes viven en otras entidades, la mentira de ser los defensores a ultranza de los más pobres, cuando lo que han montado es una compleja y oscura ingeniería de dádivas que obliga, a quien las recibe, a ser rehén electoral y dique de control político.

Gracias a esa rentabilidad fue posible que naciera un partido como Morena que hoy ocupa, por cierto, más del 50 por ciento de la Asamblea Legislativa.

Este es el poder al que se van a enfrentar los candidatos de oposición a la Jefatura de Gobierno.

Por ello sorprendió el anuncio del director del IMSS, Mikel Arriola, de ir como candidato del PRI. Muchos se preguntan, y con razón, si va como parte de una estrategia bien pensada y construida o si se trata de una mera inmolación. De un sacrificio inútil.

Desde hace 20 años, los mismos que lleva la izquierda gobernando la metrópoli, el PRI solo ha trabajado —extrañamente por cierto— para garantizar su extinción y profundizar el repudio que sienten los capitalinos por él.

Extrañamente porque cuesta trabajo entender la razón por la cual a ningún alto dirigente del priismo le ha interesado recuperar, o cuando menos tener una presencia digna, en el escenario político más importante del país.

El caso más emblemático —de ese desinterés— es el de Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, exdirigente local del PRI, un personaje violento, vinculado a casos de delincuencia y acoso sexual, cabeza, al igual que Morena y PRD, de una truculenta estructura político financiera usada por ese partido para preservar los pocos espacios que ha logrado retener.

La designación del exgobernador del Estado de México Eruviel Ávila como presidente del PRI en la ciudad, y ahora la candidatura de Mikel Arriola como candidato, parecen decir que el PRI está interesado en recuperar presencia e influencia en la urbe.

La duda, sin embargo, es hasta dónde se busca llegar. Utilizar a un político joven, con alta calificación en el servicio público, solo para aportar votos a la candidatura presidencial es importante, pero carece de ambición.

La apuesta debe ser por más. Por minar mediante una alianza con otros partidos y los ciudadanos los cimientos de esa izquierda primitiva y retardataria que tiene sumergida a la capital en el caos, la parálisis y el retroceso económico.

El sismo del pasado 19 de septiembre dejó abiertas las tripas de lo que ha hecho la izquierda como gobierno: edificar a partir del desorden y la corrupción. La ciudad necesita, sí, de vocación social, pero también de quien pueda reconstruir sus arcas asaltadas y despojadas por el clientelismo de Morena.

La Ciudad de México no debe ser posesión o reducto de nadie. Este es el centro de la pluralidad cultural de la nación. Ya basta, por lo tanto, de que sus habitantes sigamos siendo utilizados como súbditos de un mesías que ahora lanza coqueteos a los narcos para que financien su campaña.

@pagesbeatriz