El proceso electoral de 2018 está ya perfilado. El pasado día 14 de este decembrino mes, venció el plazo para registrar Convenios de Coalición e iniciaron formalmente las precampañas. El regalo navideño para los electores será el inicio de un tsunami de spots, casi sesenta millones de anuncios, casi 300 mil diarios, los cuales terminarán fastidiando a todos.

Los puestos de elección popular en las que serán, sin duda, las elecciones más grandes de la historia reciente de nuestro país son: el Ejecutivo federal; 500 diputados; 128 senadores, 7 gobernadores y el jefe de Gobierno de la CDMX; 27 congresos locales, 972 diputados locales y 1,596 presidentes municipales.

Una de las grandes paradojas es que nueve de los partidos políticos, han creado tres coaliciones o alianzas electorales, integradas cada una de ellas por tres partidos. Lo surrealista es cómo se conformaron.

La del PRI, Verde y Panal, digamos, tiene la lógica de que los dos primeros han jugado casi siempre juntos, excepto cuando el verde se sumó al PAN en 2000 y llevó a Fox a la presidencia, pero terminaron peleados por el botín electoral y el incumplimiento de compromisos, como entregarle la Secretaría de Medio Ambiente a uno de sus militantes. Y todos sabemos que tanto el Verde como el Panal son creaciones partidarias con ADN priista. Aunque el caso del Panal fue producto de la traición a su partido y la venganza personal de Elba Esther Gordillo, con el madracismo entonces dominante en el  tricolor.

En el caso de PAN, PRD y MC no es la primera vez que formulan alianzas las dos primeras fuerzas, baste recordar las realizadas en Puebla, Sinaloa y Oaxaca, o las más recientes de Veracruz, Quintana Roo y Durango, donde ganaron las gubernaturas, en el colmo del surrealismo con candidatos priistas. Y justamente el abandono de principios, valores y convicciones ideológicas es lo que hace exclamar a algunos que son alianzas “contra natura” pero en México ya no escandaliza que se reúnan en alianza la derecha y la supuesta izquierda, acompañada de otro partido, propiedad de un solo hombre —no es el único— cuya principal virtud es el oportunismo, quien por supuesto es un expriista.

La tercera coalición es la de Morena, PT y PES, a más de uno sorprendió y resultó incomprensible esta alianza entre el dueño de Morena, quien se reivindica como hombre de izquierda y el partido ultraderechista de los evangélicos, aunque un político mercenario menor disfrazado de comentarista, utilizando, como es usual, la intriga y la insidia, busca explicarla como traición del inquilino de Bucareli, lo cual es una falacia. Lo que los llevó a unirse fue el pretendido porcentaje de votos que le pudieran sumar en un momento dado a AMLO y las diputaciones y senadurías que como auténtico botín pactaron los del PES. La presencia del PT, otro partido de un solo hombre, solo aporta un porcentaje mínimo de votos y realmente solo les suma desprestigio y oprobio.

A la vista de todos ha quedado que las muy válidas y legitimas alianzas o coaliciones electorales en la búsqueda del poder, en nuestro México,  solo muestran el grado de descomposición política que vivimos, porque no estamos en situaciones o decisiones pragmáticas; lo que observamos es la impudicia de los intereses personales, el reparto faccioso del botín. Y luego se extrañan del hartazgo, el rechazo, el repudio total a la partidocracia y, sobre todo,  el desprecio social a la política y a los políticos.