Santiago de Chile.- Al llegar a Santiago de Chile y mirar las cordilleras de los Andes, se agolpan recuerdos y nostalgias de vida y de lecturas. Cierto, hace unos días perdió el gobierno el Partido Socialista y la presidenta Bachellet, lo cual genera una especie de tristeza, sin embargo, en una democracia se deben respetar los votos y mayoritariamente los votantes chilenos quisieron el regreso del expresidente Piñera al poder.
En el sur de América, a diferencia del hemisferio norte, en lugar de frio estamos en pleno verano, sin que el calor sea agobiante, por lo que la visita resulta cómoda y agradable. Esta bella ciudad es una de las más bonitas del continente, tanto por su traza urbana, su arquitectura, su gastronomía, como por la bohemia de su gente. Y el trato gentil que se otorga a los mexicanos reconforta.
Santiago, fundada por los españoles liderados por el capitán Pedro de Valdivia, tras conquistar Perú, en el lejano febrero de 1541, se significó como polo de atracción y centro de irradiación para conquistar nuevos territorios, evangelizar a los mapuches y expandir la cultura hispana. En el cerro de Santa Lucia, lugar exacto de su fundación, se mantiene esa memoria histórica y es lugar obligado de visita.
Se dice que una ciudad se debe conocer caminándola y conviviendo con su gente, y en Santiago, bautizada, así, en honor a Santiago Apóstol; resulta grato caminar por su Centro Histórico, cuya traza corresponde a la usanza castellana, con una plaza de armas al centro, y a sus costados, el Palacio del Gobernador, hoy convertido en Museo y la Catedral, es decir, los centros del poder.
El mercado central es un punto neurálgico, tal y como sucede en nuestras ciudades y pueblo de México. Los colores brillantes y ese especial ritmo de sonidos con voces en el sonsonete chileno nos recuerdan nuestras propias tradiciones, vegetales, hortalizas, quesos y toda clase de productos, muchos desconocidos, reconfortan los sentidos. Y lo mejor, la parte de sus mariscos, en especial los restaurantes del patio central del mercado, donde se come maravillosamente y apreciamos cualquier cantidad de pescados, no conocidos en nuestro país.
Arquitectónicamente, sus edificios principales constituyen una sinfonía de formas y espacios, como el Palacio de la Municipalidad, el de los Tribunales, donde se asienta la Corte Suprema de Justicia, y el del Congreso Nacional y la Casa de Bolsa, por mencionar algunos. Los santiaguinos se ven limpios, bien vestidos, afables, sonrientes, y pocos, malhumorados. Al comentar, así como de paso, los resultados de la reciente elección, se percibe entre algunos cierto enojo, incredulidad o molestia. Otros, por el contrario, se muestran satisfechos.
La parte moderna de Santiago, como en la que se ubica su sector financiero, tiene las características de las urbes modernas, y refleja prosperidad y acumulación de la riqueza, lo cual contrasta con el crecimiento urbano hacia todos lados y cuya frontera son las estribaciones de las montañas de los Andes, convertidos en diques del anárquico crecimiento. En Santiago, conviven y contrastan las viviendas de clase media, la de altos ingresos y los marginados de siempre, a pesar de que estadísticamente la desigualdad no es tan acusada como en México.
Me llamó poderosamente la atención que Santiago no tenga un gobierno metropolitano, opción digna de estudiar, tanto sus pros, como sus casi seguros inconvenientes. ¿Cómo será la gestión del transporte público y los servicios básicos?
Y finalmente, la Moneda. La sede de la Presidencia de la República. A mi generación nos estrujó el corazón y tenemos grabada de manera indeleble la ejecución de nuestro querido presidente Salvador Allende. La puerta de Morandé nos cimbra en los recuerdos.
Desde aquí en el Cono Sur hago llegar mis mejores deseos de un proximo año muy venturoso para todos los lectores de Siempre!