Porfirio Muñoz Ledo, uno de los reformadores más destacados del sistema político mexicano, aprovechó la presentación de un libro autobiográfico para insistir en que si el gobierno mexicano no respeta el resultado de las elecciones presidenciales provocaría una “insurgencia cívica” que obligaría a declarar un “Estado de sitio”.

Esta es la segunda ocasión en la que Muñoz Ledo habla con la nostalgia de esa izquierda que parece extrañar las dictaduras latinoamericanas, de un Videla o un Pinochet, que daban sentido, argumento y razón de existir a los movimientos democratizadores de la región.

Que las añora y que al ya no existir las recrea para ganar desde hoy, en el imaginario popular y no en las urnas, la elección. Para ir construyendo la crónica anunciada de un fraude que, al llegar el día, y perder, queden redimidos y en pie de lucha ante sus seguidores.

Es decir, para no poner en riesgo el negocio de la protesta.

Para el querido y respetado Porfirio, los golpes de Estado, los dictadores, los fraudes, la arbitrariedad y la violación a la ley solo los encarna el gobierno federal y el PRI.

Ojalá y fuera tan simple porque solo bastaría con la alternancia para poner punto final a los excesos y a la corrupción enquistada en la totalidad del sistema político y no solo en un partido.

La tragedia mexicana del siglo XXI radica en que hoy pueden ganar la elección dos verdaderos verdugos de la democracia. No sabemos si serían tan sanguinarios como Videla, Pinochet o el mismo Stalin —a quienes muchos quisieran resucitar—, pero de lo que sí estamos seguros muchos mexicanos es de que serían más déspotas y arbitrarios que todos los presidentes priistas juntos que han gobernado. Dos hechos concretos ocurridos en las últimas semanas lo demuestran.

El precandidato de Morena, Andrés Manuel López Obrador, presentó a Bernardo Bátiz y a José Agustín Ortiz Pinchetti como fiscales de su gobierno. Dijo que al llegar a la Presidencia de la República, el primero ocuparía el cargo de fiscal general, y el segundo la fiscalía electoral.

Lo que nos está diciendo el “San Juan Bautista de todos los mexicanos” es que desde hoy está preparando un diseño de gobierno que, al estilo de Chávez y Maduro, le garantice impunidad.

Que “le vale” lo que diga la Constitución sobre cómo deben ser nombrados dos funcionarios que deben ser elegidos por el Senado para garantizar su autonomía con respecto al presidente de la república en turno.

Una autonomía que no garantizaría ni Bátiz ni Ortiz Pinchetti, porque si hay dos hombres cercanos, de “toda cercanía”, a López Obrador, son precisamente ellos dos.

Extraña, por cierto, que el maestro Bátiz haya aceptado prestarse a tal arbitrariedad jurídica, sobre todo porque siempre se ha destacado como el principal denunciante de los atropellos que, desde su óptica de abogado progresista, cometen los gobiernos del PRI en contra de la Constitución.

Bueno, y qué decir de la amnistía a los líderes del narcotráfico. Aunque Alfonso Durazo, secretario de Seguridad en el gabinete virtual de López Obrador, ha tratado de enmendarle la plana al Mesías, lo cierto es que esa propuesta ha resultado ser una especie de profecía.

Lo que anunció fue que narcos, corruptos, asesinos y violadores serían procesados de acuerdo con la voluntad del “César”; que la procuración de justicia estaría sometida, durante su mandato, a los criterios políticos y al hígado del señor presidente.

Aunque ahora diga que no dijo lo que dijo, sus palabras nos remontan a la vieja sentencia: “Lo dicho, dicho está”, y no hay manera de borrarla o revertirla.

Dice Muñoz Ledo en su libro que todavía hay tiempo de restaurar la democracia. Pero la democracia no se va a restaurar con López Obrador o Ricardo Anaya en el poder. Su naturaleza brutal y sectaria, la concepción verticalista que tienen del poder, no se los permite.

Tan no se los permite, que el candidato de Morena impuso a Claudia Sheinbaum para la jefatura de la Ciudad de México a través de una encuesta fraudulenta, a propósito de la legalidad electoral a la que se refiere Muñoz Ledo.

Todos los ingenuos que hoy corren al regazo del Mesías para idolatrarlo, pensando que les va a dar un cargo, cometen un error de principiantes.

El tabasqueño muta de color como la misma selva de la que viene. Hoy los recibe porque le sirven, le ayudan a crear la percepción de que todo México está con él, pero cuando ya no le sean útiles los pondrá en el contendor de los residuos.

Unas últimas líneas relacionadas con los golpes de Estado. Quienes los dan y han dado son los regímenes de extrema derecha o de extrema izquierda. Fascistas y comunistas han dejado manuales para hacerse del poder.

Son los mismos manuales en que abrevan Anaya y López Obrador.

@pagesbeatriz