Nada hay nuevo bajo el sol. Las obras clásicas encuentran su ubicación en el tiempo y el espacio y, en muchas ocasiones, logran traspasar las fronteras de la ubicuidad anecdótica y se presentan ante los ojos contemporáneos con una vigencia descarnada. Este es el caso de las famosas obras del escritor y dramaturgo alemán Frank Wedekind (1864-1928) El espíritu de la tierra (1895) y La Caja de Pandora (1904) que dieron pie al filme La Caja de Pandora (Georg W. Pabst, 1929) y la ópera Lulú (Alban Berg, 1935).
Jorge Arredondo, maestro, actor, director y académico, ha tomado bajo su directiva la fusión de estas piezas clásicas que se anticiparon a la escuela expresionista y, con la Compañía Teatral Grigori, ha creado un montaje ambicioso, arriesgado, valiente y, sobre todo, terriblemente enclavado en la conciencia social de los mexicanos de hoy. El tema de la trata de personas, de los feminicidios y otros fatales acasos (y ocasos) que venimos padeciendo en nuestra sociedad surgen de manera desmedida en el texto de Wedekind adaptado por Arredondo quien, no obstante tratarlo como un drama de época, no puede impedir que la vigencia de Wedekind azote la conciencia de los espectadores.
Amplia es la gama de contrastes escénicos, dancísticos (un Can can de antología), dramatúrgicos y operísticos que Arredondo concita con un numeroso y apasionado grupo de jóvenes actores que dan vida a los eróticos, telúricos y zoófilos personajes de Wedekind comenzando por la antiheroína Lulú cuya trayectoria de vida resulta demoledora hasta su conclusión violenta a manos de un asesino en serie que destaza mujeres, y a partir del cual, Wedekind denuncia la presencia de Jack, el destripador en aquellos años de decadencia y oscurantismo decimonónicos.
La Facultad de Humanidades de la Universidad Autónoma del Estado de México, desde 1997 realiza temporadas teatrales académicas “como una herramienta de extensión cultural hacia la sociedad. Sus propuestas escénicas se han caracterizado por la calidad y el compromiso de los alumnos hacia los temas que abordan: Abuso de poder, intolerancia social, desatención humana, entre otros”, asume la escuela.
La puesta de Lulú, el Gnomo y La caja de Pandora —que es un gran homenaje a Frank Wedekind, quien llega al Centenario de su muerte el 9 de marzo—, da cuenta perfecta del buen rendimiento de los jóvenes actores bajo la guía de un director diestro e inteligente que ha crecido en gran medida con un trabajo de enorme potencial estético y humanístico: Jorge Arredondo. La coreografía de Christa Lledías coadyuva a que la puesta fluya con fibra emocional y encanto pictórico, cabe detacar las acertadas escenografía e iluminación de Adrián González Peña. Destaca por su impecable presencia, buena interpretación y talento, el joven actor Edgar Ritschl. Pero en general todos los actores se entregan con loable pericia a sus personajes.
Celebrando 50 representaciones de temporada académica, Jorge Arredondo hizo develar una placa conmemorativa que develamos el dramaturgo, ensayista y catedrático Hugo Salcedo, el actor y cantante Luis Manuel Ávila y quien esto redacta.
Trabajo loable, con esta Lulú… nos encontramos ante un teatro renovado, pero también punzantemente incisivo en su hacer del escenario una representación feroz de la condición humana.