Se acaba de celebrar el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza. El tema central se enfocó en el libre comercio. Ante la reciente incertidumbre sobre la globalización y la tendencia al neoproteccionismo, los líderes del mundo, particularmente de Alemania, Francia y Canadá, tomaron una posición clara en favor de la apertura comercial. Por su parte, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, reforzó su mensaje de tener un comercio libre toda vez que sea justo y recíproco, principios básicos de toda relación comercial toda vez que sean consistentes con las realidades económicas de los países.

En las últimas décadas, se han establecido acuerdos regionales que buscan una mayor integración comercial con la finalidad de ser más competitivos y propiciar las condiciones para un mayor desarrollo económico. El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), la Unión Europea, la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático, la Alianza del Pacífico o el Mercado Común del Sur en Sudamérica, son algunos ejemplos del fomento del libre comercio entre los países y entre las regiones, contribuyendo a un proceso de globalización.

Sin embargo, recientemente el mundo ha experimentado tendencias hacia el populismo nacionalista. En Estados Unidos, bajo la consigna de Make America Great Again, las decisiones adoptadas en los últimos meses en materia comercial tienden al neoproteccionismo con el objetivo de establecer barreras al libre comercio para proteger la economía local.

A partir del año pasado, las autoridades estadounidenses han enviado señales contrarias al libre comercio: su salida del Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica, las declaraciones sobre su potencial salida del TLCAN y el caso más reciente sobre la aplicación de aranceles a la importación de lavadoras y paneles y productos solares, los cuales se estima que pueden alcanzar 50 y 30 por ciento respectivamente. Este último con implicaciones para Corea del Sur y China, principales exportadores, y de igual manera a México toda vez que, de acuerdo con la Secretaría de Economía, en 2016 exportamos 278 millones de dólares (mdd) en lavadoras y 1,127 mdd en paneles solares.

Es cierto que en todo tratado comercial hay sectores ganadores y perdedores; ante esto, el papel de la política económica es la de fomentar las condiciones de competitividad en aquellos sectores que respondan a sus intereses no así la de imponer barreras comerciales en detrimento del desarrollo económico.

En esta línea, es necesario diseñar políticas públicas orientadas a la generación de oferta exportable y facilitar en todo lo posible a las micro, mediana y pequeñas empresas (mipymes) para que accedan a nuevos mercados; tenemos muchas carreteras, pero poco transitadas, pues tenemos que crear una oferta y su logística, las plataformas electrónicas pueden ser una herramienta útil para ello.

Ante un escenario de incertidumbre, el papel que debe adoptar México es el de apostar por una economía libre, sin barreras al comercio, en la que, mediante el impulso a la Ley para el Desarrollo de la Competitividad de la Micro, Pequeña y Mediana Empresa, nuestras autoridades instrumenten una política nacional de fomento económico con visión de largo plazo que impulse el desarrollo industrial, potencie la inversión y promueva cambios en la estructura productiva del país; y, a su vez, aliente la integración de cadenas productivas, en particular en las mipymes.

El Estado de derecho tiene que ver con la competitividad, lo que significa el ejercicio de la ley para Impulsar el incremento sostenido de la productividad y competitividad de la economía nacional, mediante la evolución hacia un sistema de libertades, de libre mercado, pero con un regulador que construya instituciones y dificulte excesos por parte de los agentes económicos. Es decir, un capitalismo con mercados administrados, entendido como aquel en el que el Estado dicta ciertas normas de comportamiento y tiene un marco regulatorio sobre cómo deben actuar los agentes económicos, desde la perspectiva de un comercio libre y justo que implica flujo de bienes y servicios sin restricciones, así como la eliminación de distorsiones, como las barreras proteccionistas, las prácticas monopólicas y la competencia desleal.

La industria en México, vista como el motor del crecimiento económico y generadora de empleos, se enfrenta a un punto de inflexión en el que es oportuno y responsable que cada una evalúe los riesgos y las oportunidades en sus cadenas productivas y tome decisiones estratégicas que le permitan transitar hacia productos de mayor valor agregado.

Con el impulso a la productividad y la competitividad, México estará más preparado para integrarse al Tratado Amplio y Progresista de Asociación Transpacífico, así como al TLCAN, con el objetivo de potenciar la integración regional y la competitividad, con visión de largo plazo que busque el beneficio por igual de las naciones involucradas y no solo así perseguir la eliminación de déficits comerciales.

Hoy en día el reto en la industria es mayor y se centra en la innovación tecnológica. La cuarta revolución industrial ha permitido la mayor integración vertical y horizontal de la cadena de valor en la industria, convirtiéndolas en fábricas digitales inteligentes que incorporan mayor eficiencia energética a lo largo de los procesos. Uno de los factores clave para la mejora sin duda recae en el capital humano; la mayor cualificación de nuestros trabajadores dará como resultado una mayor generación de empleos formales que garanticen un mayor salario y con ello facilite la ampliación del consumo.

En este sentido, si México busca alcanzar una mayor competitividad deberá centrar sus acciones en la generación de empleos que contemplen el uso de competencias transversales y habilidades técnicas que, combinadas con la implementación de la innovación y la tecnología en los procesos productivos, aporten un mayor grado de especialización y cualificación al mercado laboral.

En los meses por venir, y ante los resultados de las renegociaciones del TLCAN, así como del proceso electoral en nuestro país, el gobierno deberá analizar la ejecución de una política industrial holística y con visión de largo plazo en la que la mipyme sea el centro del desarrollo como detonador del crecimiento económico. La industria, a su vez, necesitará blindarse ante los próximos desafíos, a fin de implementar estrategias planificadas que potencien su desarrollo.