Este año abre, literariamente hablando, con una edición conmemorativa de un clásico de la literatura mexicana, que si bien no ha dejado de ser obra de culto, no dudamos que futuras generaciones lo incorporen al llamado “canon”. La Genara vio la luz por primera vez a manera de novela por entregas, entre el 19 de enero y el 7 de junio de 1992, en el suplemento cultural Inventario, de Diario 29, El Nacional de Tijuana, por lo que su autora, Rosina Conde (Mexicali, 1954) es de los pocos autores contemporáneos que conocen la sensación de mantener cautivo a una comunidad de lectores ansiosos por saber lo que ocurrirá a continuación.
La Genara representa un hito en muchos aspectos, como ser incuestionable pionera de lo que llaman “literatura de la frontera norte”, así como la introducción de la tecnología a la literatura pues se trata de la primera obra epistolar que recurre al correo electrónico.
Las influencias
“La categoría de «literatura fronteriza» empezó a utilizarse a principios de los años ochenta —explica la autora galardonada con los premios Gilberto Owen y Carlos Monsiváis— y entre los escritores que sonaban en Baja California estábamos Federico Campbell, Daniel Sada, Gabriel Trujillo, Luis Humberto Crosthwaite y yo. Cuando publiqué La Genara la sociedad bajacaliforniana no estaba acostumbrada a leer una literatura que tuviera personajes, lenguaje y locaciones regionales, así que las lectoras en particular creyeron que se trataba de una persona real. Algunas me buscaron y platicaron conmigo de sus impresiones sobre Genara y Luisa, su hermana mayor, incluso me dieron algunas ideas sobre la trayectoria a seguir de las personajas”.
La Genara ha sido tipificada infinidad de veces como “novela feminista”, y no hace mucho unas jóvenes estudiantes de la UNAM adoptaron ese nombre para crear una revista feminista.
“La Genara —dice Rosina Conde— ha tenido bastantes seguidoras, sobre todo, entre los grupos feministas. Claro que si se hubiera publicado en una editorial comercial se habría vendido más y, a lo mejor, tenido mayor repercusión; pero sé que cada ejemplar distribuido de La Genara ha tenido más de tres lectoras, pues las chavas se lo prestan entre sí o lo fotocopian. Ahora que salió su cuarta edición en libro por la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, platiqué con un amigo que me decía de qué manera se había identificado con ambas hermanas, sobre todo, en relación con sus experiencias de hermano menor al que se le han exigido responsabilidades de hermano mayor. Realmente fue muy satisfactorio platicar con él y darme cuenta de que la novela sigue teniendo vigencia, no sólo entre las mujeres, también entre los hombres”.
La escritura de Rosina Conde es tan personal, tan suya —escuchándola hablar pareciera que escribe alguno de sus relatos— que resulta difícil detectar influencias… y sin embargo las tiene.

Un ejemplo de la “literatura fronteriza”.
La Divina Comedia, Mick Jagger…
Evoca Rosina Conde: “Mi padre era músico y compositor y nos componía canciones para cantárselas a las visitas. Él me enseñó a versificar desde muy niña y eso influyó para que yo también empezara a componer, y cuando me dio por leer por curiosidad, a los 12 años, me puse a leer a escondidas los libros de mi hermana mayor y de mi madre. Luego me devoré a Sartre, Camus, Balzac, Maupassant, Kafka, además de lo que me exigieron leer en la escuela”.
“Mi abuelo, quien tenía un puesto de libros y revistas en el mercado en Ciudad Obregón —sigue Rosina Conde— me regaló La Divina Comedia. Me lo leí en el tren rumbo a Culiacán, entre el ruido del roce de las ruedas con los rieles y la voz de Mick Jagger cantando Satisfaction, que salía del camarote de unos gringos que llevaban su tocadiscos y no paraban de cantarla una y otra vez a grito pelado. Ese viaje fue un parteaguas para mí, pues dejé de ser niña y mi perspectiva de la vida cambió”.
“En la prepa —agrega Rosina Conde—, me dio por los del boom latinoamericano y los rusos; luego, en los años de la facultad, me engolosiné con los españoles de la generación del 98 en adelante hasta llegar a Alfonso Sastre y los hermanos Goytisolo. A finales de los setenta, me dio por los vanguardistas, sobre todo, influida por Jerome Rothenberg. Él y su esposa acostumbraban ir a comer a Tijuana, cada semana. Víctor Zamudio, un amigo mutuo, nos presentó, y durante varios meses, mientras estuve en Tijuana entre el 77 y el 79, comí con ellos todos los jueves en La Vuelta del Rodeo. Después me dio por la literatura medieval, en la que llevo enfrascada más de treinta años”.
Y mientras en México La Genara es obra de culto, en el extranjero ha tenido una espléndida recepción, especialmente por la academia.
Dice Rosina Conde que sobre La Genera académicos y tesistas de Francia, España, Italia, Colombia, Chile y, sobre todo, en Estados Unidos, “se ponen en contacto conmigo para entrevistarme o pedirme material biobliohemerográfico. El año pasado me hicieron dos homenajes, uno en la Feria Internacional del Libro de Minería, y en el Congreso Binacional de Literatura de San Luis Río Colorado me otorgaron la Medalla al Mérito Literario Abigael Bohórquez. Son reconocimientos en los que no hay un premio en efectivo; pero que para mí valen oro. La Genara ha recibido su reconocimiento”.

