“Creo que las mujeres sostienen el mundo en vilo, para que no se desbarate, mientras los hombres tratan de empujar la historia. Al final, uno se pregunta cuál de las dos cosas será la menos sensata”.
Gabriel García Márquez.
Durante el siglo XX fue notable en gran parte del mundo que existían más mujeres que hombres. Las razones eran diversas: la esperanza de vida es mayor para el género femenino que el masculino; además, las conductas violentas en una época con dos guerras mundiales y conflictos bélicos alrededor del mundo marcaron una diferencia entre el promedio de ambos. Estas características aún persisten en países que anteriormente formaban parte de la extinta Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), nación que perdió 20 millones de habitantes en la Segunda Guerra Mundial, la gran mayoría, varones.
Ante los cambios sociales que se vivieron en Europa Oriental en las últimas décadas, las mujeres de estos países asumieron el reto de suplir a los hombres en empleos que anteriormente tenían poca participación, tales como la industria, educación o la milicia, por ejemplo. No fue casualidad que las primeras damas astronautas de todo el mundo procedían de la Unión Soviética. No obstante, la caída de este gobierno y la apertura al exterior permitieron a la población del sexo femenino en encontrar nuevas oportunidades de desarrollo personal, fuera de sus lugares de origen.
Actualmente, en Rusia existen 860 hombres por cada mil mujeres; con mayor incidencia en la población mayor de 55 años. La diferencia en la expectativa de vida es muy diferente, ya que las rusas viven en promedio 77.1 años mientras que los varones alcanzan 65.3 años. Asimismo, problemas de salud como adicciones, accidentes viales o de trabajo han influido para esta diferencia, y que las damas de este país decidan estudiar, trabajar o hacer su vida en el extranjero.
Pero no es el único caso; en la vecina Ucrania el promedio entre ambos géneros y expectativa de vida al nacer de las mujeres es similar al de Rusia, con un ligero incremento de dos años para los ucranianos. En tanto, en Letonia son 850 hombres por cada mil mujeres, además de que ellas viven 9.4 años más. Estas cifras son similares en Bielorrusia, por poner algunos ejemplos.
¿Qué orilla a las mujeres de Europa Oriental a salir de sus naciones de origen? Debido a sus conocimientos y experiencia laboral pueden acceder a mejores salarios en demarcaciones de la Unión Europea, lo que en si ya es un motivo suficiente para migrar. Además, las cuestiones familiares y comunitarias han propiciado este éxodo, lo que ha transformado el tejido social no sólo en los países de la extinta URSS, sino también de la región central del continente como Rumania, las repúblicas de la extinta Yugoslavia, o Bulgaria. Aunque los beneficios de la Unión Europea han llegado más cerca como a la población de Hungría, República Checa o Eslovaquia, este progreso no ha sido igual en la zona que antaño tenían gobiernos socialistas.
Sin embargo, las mujeres migrantes de estos países no siempre encuentran las oportunidades deseadas en Europa Occidental. Problemas sociales como el desempleo o la discriminación; o de seguridad pública como la trata de blancas o trabajos forzados son amenazas para su integridad. Ejemplo de esto son los portales de internet en las que damas de esta región buscan encontrar pareja en naciones pertenecientes a la Unión Europea o los Estados Unidos, pero que muchas veces conducen al fraude o al engaño.
Por otra parte, la salida de cientos de damas de sus localidades de origen ha propiciado el crecimiento del promedio de hombres por mujer sobre todo en los segmentos juveniles de población, pero también ha sido un factor para el decremento de la población de estas demarcaciones, no solo por la tasa de migración, sino por el consiguiente número de solteros en edad reproductiva que no tienen la alternativa de migrar.
Otro problema que deben desafiar los países de origen de las mujeres migrantes de Europa Oriental es la afectación en materia productiva y económica, ya que al tener habilidades como el manejo de otros idiomas y certificaciones técnicas y profesionales son baluartes que se desempeñaran en tierras lejanas. Por lo que es una inversión en educación que los diferentes gobiernos no recuperan ante la fuga de cerebros por las pobres condiciones de vida que tendrían si no decidieran salir de sus localidades.
Pero las migraciones de estas mujeres han abierto la posibilidad de que otras personas ocupen los espacios laborales que han dejado, no solo de sus propios países, sino migrantes de otras zonas como Siria, que de momento se han establecido en esas demarcaciones como una respuesta emergente a la violencia que padecen en sus comunidades de origen.
Pese a las ventajas cualitativas que puede ofrecer la migración de ciudadanas rusas, ucranianas, letonias, lituanias o de Bielorrusia, en la Unión Europea han sufrido rechazo, marginación y falta de solidaridad como una minoría vulnerable. Por lo que la sociedad debe avanzar aún más en temas de inclusión y no discriminación aún en las economías con mayores ingresos del viejo continente.
Si bien las naciones que anteriormente constituían la Unión Soviética han tenido mejoras importantes en su calidad de vida aún no han creado las condiciones necesarias para que su población -incluidas las mujeres- encuentren un espacio de desarrollo y bienestar que les permitan alcanzar sus expectativas. Los gobiernos de estas regiones deben fortalecer medidas de salud pública y bienestar económico a fin de asegurar un futuro digno a las damas, que de no hacerlo, seguirán buscando alternativas fuera de sus países.
El autor es Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas. Universidad de Alcalá de Henares.