Moises Castillo

Nuevo Laredo.Antes, la policía municipal era una amenaza para los migrantes. Ya la quitaron. Pero ahora son los federales quienes amenazan, extorsionan y agravian a los “sin papel”.

Las bandas de polleros y los cárteles de la droga son los jefes y ordenan y cometen los delitos más graves en Nuevo Laredo, Tamaulipas. El ejército también patrulla las calles, sin embargo, la violencia no cesa en la ciudad fronteriza.

Un informe de la Comisión Nacional de Derechos Humanos, presentado en febrero pasado, señala a Tamaulipas entre las 16 rutas más peligrosas para los migrantes.

Reveló que cinco de los 71 municipios en los que se han registrado un mayor número de asaltos, secuestros, extorsiones y ataques sexuales a migrantes nacionales y extranjeros se encuentran en Tamaulipas, siendo éstos: San Fernando, Nuevo Laredo, Reynosa, Río Bravo y Ciudad Victoria.

Asimismo, la Comisión Nacional de Derechos Humanos ha documentado que personal de albergues de migrantes de Chiapas, Tamaulipas, San Luis Potosí y dos en Coahuila, han sido objeto de amenazas e intimidación por parte del crimen organizado.

Entre los refugios agraviados se encuentran el Hogar de la Misericordia, en Arriaga, Chiapas; Casa de la Caridad, en San Luis Potosí; Nazaret, Casa del Migrante, en Nuevo Laredo, Tamaulipas; Casa del Peregrino Frontera Digna, en Piedras Negras, y de manera reiterada en Casa Belén Posada del Migrante, en Saltillo, Coahuila.

Para Gian Antonio Baggio, director de la Casa del Migrante Nazareth, las amenazas siempre han existido con o sin ley migratoria.

Cuidadoso con sus palabras y con un español perfecto, el sacerdote italiano afirma que por denunciar el maltrato y crímenes contra migrantes mexicanos y centroamericanos por parte del crimen organizado, han recibido hostigamientos sin que la autoridad actúe.

“Lo que ocurre con los migrantes —dice— es un poco de todo. Hay desde homicidios y secuestros, hasta los que llegan al río Bravo sin permiso de los criminales y los apalean tanto, que tienen que ir al hospital. Aquí de la casa salen a las siete de la mañana para trabajar y vuelven a las 4 pm, entonces en ese trayecto es cuando a los migrantes les roban, secuestran o extorsionan”.

Me llegan al corazón

Baggio, quien llegó a Nuevo Laredo en noviembre de 2009, lamenta  que las autoridades estén coludidas con el crimen organizado: detienen a los migrantes sin justificación, los arrestan, los trasladan a lugares solitarios, los golpean y les quitan todas sus pertenencias. O simplemente los llevan a Migración para que sean deportados, luego de que no consiguieron una paga de sus familiares.

“Conozco el caso de un migrante que mientras estaba en el Instituto Nacional de Migración, la familia de él recibió una llamada de los municipales diciendo que estaba secuestrado y que si no pagaba el dinero lo iban a matar. La familia nos llamó y nos dijo lo que estaba sucediendo porque sabía que estaba el migrante aquí y le informamos que no estaba secuestrado, que estaba en Migración y que ya lo habían deportado”.

A casi dos años de estar al frente de la Casa del Migrante Nazareth, ¿qué casos dolorosos le ha tocado presenciar contra migrantes?

Hay casos que me llegan al corazón y es peligroso decirlo, porque voy a poner en riesgo a los protagonistas.

No quiero que sus vidas corran peligro.

Pero lo que le puedo compartir es el caso de un migrante que se rompió la pierna cayendo del tren y lo tuvimos aquí dos meses y logramos tener el dinero  para operarlo. Está en la ciudad trabajando y tratando de saltar al otro lado. Y como ese, casos de mujeres que les ha pasado de todo en el camino.

Todos los días son casos diferentes y dolorosos.

¿Cómo describiría Nuevo Laredo?

Desde que llegué la situación de la violencia ha empeorado. En la ciudad tenemos balaceras y muertos.

La ciudad es peligrosa. Puedo decir que Nuevo Laredo si, no es igual, es peor que Ciudad Juárez, solamente que aquí los crímenes no salen en los diarios, porque los medios están amenazados.

Ya pusieron dos veces una bomba a las instalaciones del diario El Mañana y los reporteros tienen miedo, por eso las noticias importantes no salen.

Nosotros sabemos de muertos y cosas que pasan en la ciudad y no sale nada en los periódicos. La inseguridad ha aumentado, a pesar de que los militares y federales andan patrullando, luego de la sustitución de los municipales.

El padre Gian Antonio Baggio tiene 47 años de edad y dice que no ha recibido amenazas de muerte, pero reconoce que se respira angustia y pareciera que todo es azar en la cuidad fronteriza, como si se lanzara una moneda al aire: vida o muerte. Luego de trabajar 15 años en parroquias mexicanas en los Estados Unidos, el integrante de Los Misioneros de San Carlos Scalabrinianos dice que no se compara la labor que realizaba en ciudades como Illinois o California.

“Esta es mi primera vez —afirma— que trabajo en una casa del migrante.

Y el cambio de vida es notable. El sentido de seguridad no es comparable.

La Casa del Migrante Nazareth se encuentra en una situación del México real, no pensaba que el país fuera tan violento, no sólo para los migrantes sino para la sociedad en general”.

Dice que los Misioneros cuentan con una red de albergues en Tijuana, Tapachula, Nuevo Laredo, dos centros en Guatemala y tienen presencia en 32 países del mundo, gracias a las donaciones de gobiernos, instituciones y de la gente.

El padre Baggio informa que la casa Nazareth tiene una capacidad de atender a 120 migrantes, con un promedio de 50 personas que se hospedan diario en el inmueble y que permanecen alrededor de 15 días.

Además, desde hace dos años bajó mucho el flujo migratorio por  cuestiones de inseguridad. En 2008 se habían ocupado de 10 mil personas, actualmente está cifra descendió drásticamente a la mitad.

“La situación —dice el padre Baggio— ha cambiado totalmente porque  los migrantes procedentes del sur han disminuido, ya que buscan otras rutas menos riesgosas. También hemos observado un aumento considerable en las deportaciones de Estados Unidos.

En este momentos tenemos el 50 por ciento migrantes del sur, nacionales y el 50 por ciento deportados”.

Es una vocación

¿Cómo le hacen para sobrevivir y atender a miles de migrantes? ¿Cuáles serían los cambios urgentes que requiere el albergue?

El albergue en este momento no puede recibir niños, por ejemplo. Tenemos un proyecto para mejorar las instalaciones, pero por la falta de recursos no lo hemos concretado. Queremos construir habitaciones para mujeres y sus niños, porque en este momento tenemos que separarlos de los hombres.

La casa sobrevive gracias a ocho voluntarios permanente por día y a donaciones.

Naturalmente con el dinero que llega tenemos un saldo consistente para comprar comida y darle a los migrantes lo mejor que podamos. El clima es muy caliente, hemos tenido temperaturas de 42 grados con humedad y lo único que podemos darles son abanicos para pasar la noche.

Duermen 16 personas en un cuarto y el calor es insoportable.

¿Por qué elegir ser misionero y más en una zona tan riesgosa?

Para nosotros es una vocación que elegimos antes de ser sacerdotes por el trabajo con los migrantes.

Como italiano vengo de una nación de migrantes, los italianos han emigrado millones, mis parientes también y vemos lo que significa salir de la patria de uno por necesidad, el sufrimiento que se vive aun cuando llegan al lugar de destino.

El sufrimiento del desarraigo, de la lengua, las costumbres, el pésimo trato hacia el extranjero en un país que lo necesita pero no lo quiere. Son puntos que nosotros los sentimos y vivimos, por eso es un llamado necesario de estar aquí con los migrantes y trabajar con ellos.

¿Tiene comunicación con su familia, padre? ¿Qué le dice?

A mi familia le digo solamente las cosas buenas cuando suceden. A mis padres no quiero preocuparlos porque ya están grandes. Pero tengo hermanos y sí platicamos de esta realidad dura y que indigna. Tengo un hermano que es misionero, como yo, y platicamos claramente de estas situaciones que suceden en esta parte de México.