Para los periodistas, una cobertura significa muchas veces estar detrás de la seguridad de un gobierno o una organización que los invita a presenciar in situ algún acontecimiento. Para los trabajadores humanitarios es un reto totalmente diferente que tiene que ver con un trato directo con las personas o grupos humanos afectados por catástrofes, guerras internas y regionales. Esta es la diferencia abismal que existe entre los comunicadores y la labor humanitaria, independientemente de la agrupación de que se trate o del país al que pertenezcan. En esta situación destaca, sobre todo, el papel realizado por el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR), que desde su fundación en febrero de 1863 ha sido proveer asistencia médica y protección humanitaria a la población más vulnerable: las víctimas y desplazados de un conflicto.
A 155 años de su creación, el CICR ha extendido sus operaciones asistenciales a más de 80 países en el mundo, sumando esfuerzos para paliar las necesidades y angustias de millones de personas que se encuentran en los niveles más bajos de la consideración humana sufriendo los efectos de desastres naturales, crisis armadas y situaciones de violencia.
Una de las cualidades que honran su trabajo es la actuación de sus brigadistas y operadores humanitarios de manera neutral e imparcial, lo que garantiza un apoyo fuera de condicionamientos o presiones políticas. En un intento por rendir un homenaje a estos valientes activistas que son capaces de esquivar balas, avanzar en campos minados, entrar en zonas de conflicto altamente letales para llevar comida, proveer agua y dar refugio a víctimas, crear ambientes de diálogo y disuasión de conflictos mediante el Derecho Internacional Humanitario, que rige esencialmente sus operaciones en todas las áreas de riesgo donde el emblema de la cruz roja ginebrina se levanta como una bandera mundial.
Para Patricia Rey, vocera del CICR para América del Norte, América Latina y el Caribe, los esfuerzos del organismo se han diversificado de tal manera que sus operaciones de procuración humanitaria van desde la población que vive bajo violencia urbana y víctimas de guerras de baja intensidad, hasta afectados por las inclemencias naturales y desplazados por ambientes políticos adversos que inciden en el valor más preciado, pero también más denostado, la vida humana.
Esta es la entrevista que concedió a Siempre!
Hostilidades y violencia
¿Cuáles son los retos que enfrenta el CICR este año?
En 2018, los grandes retos humanitarios vienen marcados por las consecuencias de los conflictos armados y la violencia sobre las comunidades: el desplazamiento forzado, las muertes, los heridos y, en general, el impacto sobre la población civil y las comunidades sigue siendo nuestra preocupación principal.
Nos preocupa también la interrupción del acceso a servicios básicos como agua potable y electricidad, algo que se incrementa cuando las hostilidades y la violencia tienen lugar en núcleos urbanos. Dada la creciente urbanización de nuestras sociedades, esta es una tendencia que seguirá creciendo y que requiere respuestas humanitarias específicas y efectivas. Algunas de ellas las hemos compilado en el informe Vi morir a mi ciudad, sobre el efecto de la guerra en ámbitos urbanos.
Los conflictos prolongados en el tiempo (protracted conflicts) representan también un reto para el CICR. Desde 2016, unas 20 delegaciones del CICR operan en crisis prolongadas y alrededor de dos tercios del presupuesto de la organización se emplea en este tipo de contextos. La falta de respeto a las leyes de la guerra (derecho internacional humanitario) es una característica de estos contextos y una causa importante de sufrimiento para las poblaciones afectadas. En los casos en los que sí se respeta la ley, las consecuencias humanitarias son graves debido al efecto acumulado de las hostilidades en la infraestructura (hospitales, escuelas…), en los medios de vida y los servicios básicos, así como los altos niveles de desplazamiento.
En América Latina más concretamente, al CICR le preocupa el avance casi ininterrumpido de la violencia, especialmente en contextos urbanos. Vemos con preocupación las consecuencias humanitarias sobre las vidas de las personas, como muertes, desplazamientos, heridos, personas desaparecidas, y sobre sus medios de subsistencia, así como sobre los servicios públicos que no pueden cumplir sus funciones, como las ambulancias o las escuelas, a causa de esta violencia.
Finalmente, no podemos olvidar los ataques a los trabajadores humanitarios, que son una gran preocupación para nosotros. Como ya hemos repetido en muchas ocasiones, las trabajadoras y trabajadores humanitarios no son un objetivo y se les debe dejar trabajar, para que puedan llevar la ayuda a las poblaciones que más la necesitan.
Países como Estados Unidos han estado considerando retirar su apoyo y donaciones, las cuales son vitales para atender las necesidades humanitarias de esas zonas, ¿qué impacto tendría esta acción?
En lo que concierne al CICR, en 2017 la organización obtuvo el mismo nivel de financiamiento de parte del gobierno de Estados Unidos que en 2016. Una gran parte de los fondos recibidos no estaban adjudicados a ningún tema, país o región específicos. Esto es muy positivo porque nos permite dirigirlos a aliviar las necesidades de las personas afectadas no solo por conflictos de alto perfil (más conocidos porque aparecen en los medios de comunicación) sino también por conflictos olvidados, que generalmente reciben muy poca financiación.
Para el CICR, esta ha sido la situación por muchos años ya, con el gobierno de Estados Unidos como uno de nuestros donantes principales, independientemente de la administración o el gobierno que estuviera en el poder.
Neutralidad a fondo
¿Qué implicaciones tendría la falta de ayuda humanitaria? Algunos expertos opinan que el terrorismo resurgiría con mayor fuerza, que Europa se vería presionada por un mayor flujo de refugiados, etcétera. ¿Qué enfoque tienen de esto?
Como organización humanitaria, lo que nos preocupa de cualquier posible recorte presupuestario es el impacto directo en las víctimas de los conflictos y la violencia, y en nuestra capacidad para ayudarles. Lamentablemente, al día de hoy todavía muchas poblaciones dependen de ayuda humanitaria, por lo que la ausencia de dicha ayuda tendría un impacto fatal sobre sus condiciones de vida.
En general, nuestro llamado es a que la financiación de la ayuda humanitaria esté dictada por las necesidades humanitarias de las personas, y no por ningún otro objetivo, ya sea político, militar o de seguridad. Los intereses humanitarios deben primar sobre cualquier otro tipo de interés.
Un mapa de esfuerzos y tragedias
Si bien el CICR trabaja en más de 80 países en todo el mundo, hay algunos de especial complejidad, que consideramos prioritarios debido a las consecuencias humanitarias que nos encontramos. Se trata de Siria, Iraq, Sudán del Sur, Yemen, Nigeria, Somalia, República Democrática del Congo, Afganistán, Ucrania y Myanmar.
En Siria, por ejemplo, 6.5 millones de personas no tienen garantizada la comida y cuatro millones más están en riesgo. Se cuentan ya 6.3 millones de personas desplazadas a causa del conflicto en Siria. En Yemen, unos 20 millones de personas dependen de ayuda humanitaria. El sistema de salud está quebrándose, con solo 45 por ciento de las facilidades médicas en funcionamiento. Mientras, los servicios de agua y electricidad han colapsado. La región del lago Chad, situada en el noroeste de África, con Nigeria, Níger, Camerún, Chad, se encuentra devastada por el conflicto. Más de 2 mil 400 millones personas se vieron forzadas a huir de sus hogares, mientras que millones de pobladores necesitan alimentos, agua potable, refugio y acceso a la asistencia de salud. Esta situación se mantiene así desde hace más de ocho años.