Por Jorge Alonso Espíritu
[su_dropcap style=”flat” size=”5″]A[/su_dropcap]pesar de no ser uno de los personajes icónicos en el mundo del comic, la película de Black Panther, estrenada en México el 16 de febrero, cumplió ya más de dos meses en cartelera, está a punto de cumplir tres meses en salas norteamericanas y se ha convertido ya en una de las películas con mayor recaudación a nivel mundial tanto en su semana de estreno, como en el total de su exhibición, rubro en el que sigue sumando.
Por supuesto, esto se debe al fenómeno que se ha producido alrededor del llamado MCU (Marvel Cinematic Universe), una franquicia de películas interconectadas basada en los personajes de las historietas de la casa Marvel Comics, y que está a punto de estrenar una de sus películas climáticas: Avengers: Infinity War. Ya podemos dar por seguro que la cinta mencionada romperá todos los récords de audiencias, que hasta el día de hoy pertenecen –en orden de antigüedad- a Lo que el viento se llevó (1939), Avatar (2009) y Star Wars: Episodio VII (2015). Incluso se ha coronado como la mejor en preventas.
Para ello se ha echado a andar una maquinaria mercadotécnica sin precedentes, iniciada hace una década e intensificada a partir de la adquisición de Marvel por parte de los estudios Disney, expertos en vender personajes, productos y películas.
Pero no a todos les cae bien el éxito arrasador de esta saga que se ha convertido en un fenómeno cultural; James Cameron, el director y productor de taquilleras como Titanic (1997) y la misma Avatar, ha salido a criticar el cine de superhéroes, pronunciándose a favor de que pronto el público se canse de él. Entre los argumentos que ofrece está el hecho de que se trata de películas sin más propósito que la evasión, sin ningún compromiso científico o alguna investigación que respalde la narrativa.
No es la única voz que se ha manifestado en contra. Ya antes Mel Gibson, Peter Jackson, Robert Kirkman y Jodie Foster, por mencionar algunos, han mostrado su disgusto con este tipo de filmes, afirmando que son un riesgo para el cine, la industria y las audiencias. Incluso el mexicano Alejandro González Iñárritu, sumado a los anteriores, habló de un “genocidio cultural”, y creó una de sus obras mayores, Birdman (2014) como una burla a los superhéroes. La pregunta es: ¿Están matando Los Avengers al cine?
Sería tan exagerado afirmarlo, como sería exagerado pensar que estos blockbusters se encuentren a la altura del mejor cine, o que pueda compararse con el que pretenciosamente se ha dado a llamar –alejando a las audiencias- “cine de arte”. Sin embargo, sí existen riesgos culturales en su proliferación.
Por supuesto, difícilmente alguien podría quejarse de los contenidos estéticos y técnicos de estas superproducciones, o dicho de otro modo, de la forma. Tantos millones de dólares sirven para contratar a los mejores expertos en sus áreas. Pero el fondo, que privilegia –y cómo no hacerlo- los intereses económicos de la franquicia, evita la profundidad, apostando por formulas visuales y argumentales, la corrección política, el humor fácil y la saturación de personajes, ideas, acción, colores, y todo lo que pueda enganchar a niños y adultos. Los Avengers bien podrían ser la Coca-Cola del cine.
No afirmo con ello que no haya muchos aciertos en cada cinta. Buenos momentos e ideas, algunos muy buenos. Incluso que muchas de ellas superen con creces la calidad de la mayor parte de la cartelera comercial e independiente. Tampoco que las películas basadas en comics no puedan ser auténticas obras maestras –Batman: el caballero de la noche (2008) o Una historia violenta (2005) como ejemplos- pero mucha humanidad se pierde cuando el marketing se impone al guion, y cuando un cast con más de diez protagonistas impide el desarrollo de un argumento sólido, y cada cinta se convierte en un promocional de la siguiente. Así la fuerza dramática se sustituye con lugares comunes a pesar de todo inverosímiles, con fotografía de cartel y, como no, con cuerpos estereotipados, tanto masculinos como femeninos.
Claro, el mayor problema no está en que todo esto exista y lo haga de esa manera, sino en que sea lo único que se consuma. Que en una industria que crece en opciones, gracias al desarrollo de la tecnología y la globalización, los espectadores sólo opten por este cine y que el público, hiperexpuesto a estas producciones, crezca sin aprender de otras historias, de otras culturas y de otro cine, incapaz de ver un plano largo sin dormirse en la sala, de comprender la complejidad de un personaje que no es ni héroe ni villano, o de mostrar empatía ante una tragedia personal cotidiana. El riesgo es que el espectador pierda la capacidad de soñar sin necesitar un montaje con presupuesto millonario ni los últimos efectos especiales.
Permanencia voluntaria: Hiroshima mi amor
Estrenada en 1959, con la dirección de Alain Resnais y un guion de la escritora Marguerite Duras, Hiroshima mi amor narra la historia de una actriz francesa que pasa la noche en un hotel de Hiroshima, en compañía de un hombre japonés. El encuentro se convertirá en un proceso introspectivo, de memoria y olvido.
Este clásico del cine será musicalizado en vivo por el NOD Ensemble en la Alianza Francesa de Puebla, este viernes 27 de abril. La entrada en libre.

