Yolanda Rinaldi
Cuando la editorial catalana Destino concedió en 1947 el Premio Nadal a Miguel Delibes, por La sombra del ciprés es alargada, sin duda ninguna fortaleció lazos de hermandad española; la distinción despertó en las convicciones del escritor castellano —desde esa época y hasta su muerte ocurrida en 2010— una lealtad probada hacia Cataluña. Ya como escritor consagrado, planteó y exigió respeto para las lenguas y culturas amenazadas, pero también el mayor celo para evitar la disgregación de España.
En el aniversario luctuoso de quien ha sido considerado el mejor novelista de la posguerra, es significativo rescatar su voz, algunas opiniones vertidas al periodista César Alonso de los Ríos y diálogos en distintos foros. “Soy poco político” afirmaba, pero decía convencido que “La literatura sirve en tiempos de paz, en tiempos de división, para construir puentes de diálogo en defensa de la libertad y justicia”.
El autor de Cinco horas con Mario y Los Santos Inocentes, entre una gran obra, proponía una fórmula de convivencia que hoy, ante los acontecimientos en que independentistas y nacionalistas se enfrentan sin perspectiva de diálogo, sus palabras suenan proféticas y oportunas. Al referirse a lo precario de la democracia decía “El político, en general, cree que se cumple democráticamente dejando protestar, pero la democracia falla desde el momento en que el que protesta no tiene oportunidad alguna de alzarse con el poder, de llevar a cabo lo que pide una minoría inteligente. Esa es la capacidad discriminatoria de la democracia”.
Durante su vida, este castellano, convencido de que los sentimientos profundos, primarios, van ligados a la tierra, a las tradiciones, fue testigo del proceso por el cual Castilla perdió La Rioja y Cantabria. El mundo cambiaba y en el marco de la democracia, España empezó a caminar hacia un punto sin retorno, con la radicalización de posturas autonómicas y nacionalistas. “Esas afirmaciones llevan al país a la disgregación”, advertía Delibes que se iniciaba como periodista y escritor. Y no dejaba de subrayar que España vivía otra situación, incluso mejor, distinta a la dictadura de Franco “Hoy nos sentimos a salvo del horror, del miedo, de la inseguridad”.
Sin embargo, destacaba, “Las autonomías me causan inquietud porque ninguna se considera definitiva, todas aspiran a alcanzar mayor número de competencias. Cataluña y el País Vasco difícilmente se van a dar por satisfechos nunca. El proceso es infinito ¿A dónde van?”, cuestionaba temeroso con visión de futuro. Este era el pensamiento del escritor y periodista nacido en 1920 en Valladolid.
Es posible que Delibes estuviera consciente de la estructura constitucional de España conformada por un sistema amorfo que no se ocupa de integrar a todo su territorio en una federación aunque, paradójicamente, se ha desarrollado como un complejo “federable” que concede derechos a Estatutos autonómicos. Esta particularidad es preocupante para la convivencia de los españoles: “soy rojo en Castilla y separatista en Cataluña, porque en España es rojo todo el que disiente de la política oficial”, comentaba socarrón el escritor.
A la larga, hoy se piensa que la falta de sentido común, político, ha llevado a Cataluña al estado actual, pero es interesante señalar que este tema polémico, pasional, curiosamente también hizo caer a Delibes en contradicciones: “Yo comprendo que por razones históricas y culturales, Cataluña y el País Vasco deben ir más lejos de su Estatuto que el resto de las autonomías”. ¿Por qué esta declaración? ¿Acaso su amistad con el también escritor catalán Josep Plá velaba su horizonte? “No veo la razón de que Cantabria y La Rioja que nos enseñaron a hablar el castellano se independicen de la Vieja Castilla”. Para rematar demandaba revisar el Estado de las autonomías y fijarle una meta “hasta ahí llegaremos pero de ahí no pasaremos. Así los españoles sabremos a qué atenernos con vistas al futuro”.
En este contexto, Delibes veía una España artificiosamente vertebrada y, de entrada, rechazaba la idea de reforzar la independencia de provincias y regiones. “Es un contrasentido”, el peor error, “es necesario mayor celo para evitar la disgregación de España”, reclamaba. Y, llamaba a la unidad: “es hora de poner fin en España al cainismo, la violencia, las pugnas de pueblo contra pueblo”.
En toda la obra de Delibes se percibe que no buscó connotaciones históricas, sino morales. La rentabilidad de enfrentamientos y divisiones políticas que muchas veces opera en beneficio de algunos escritores, no funcionó en su caso, pese a que escribió en plena dictadura franquista, enfrentado a la censura y aislamiento del país. Incluso explicaba: “Cuando empecé a escribir creí que la novela de la posguerra partía de cero, porque todos los referentes habían sido anulados”. Cierto, España estaba desconectada del exterior. Delibes opinaba que “el gran cambio de Franco a nuestros días es que se acabaron las guerras civiles; además de que la creación de una Unidad Europea (hoy Comunidad Económica Europea), con todas sus dificultades, tiene algo hermoso: se acabaron los cuartelazos”.


