Durante el sexenio actual se han presentado dos cancelaciones de espacios de periodistas que han sido muy comentados: el de Carmen Aristegui y el de Ricardo Alemán, con sus debidas proporciones, comenzando por las razones y terminando con el impacto a largo plazo.
La primera salió de MVS por la investigación que su equipo realizó sobre la famosa casa blanca de Angélica Rivera; su despido y el de sus colaboradores alcanzó niveles mediáticos durante varias semanas, así como el pronunciamiento de diversos personajes y organismos de la sociedad civil.
El segundo caso también fue muy mediático, pero fugaz; el despido de Ricardo Alemán de Televisa y Canal 11 se debió un desafortunado retuit en donde directa o indirectamente sugiere el asesinato de un candidato.
Miles de mensajes se escribieron sobre el tema en las redes sociales, así como decenas de columnas políticas; uno de estos textos formulaba lo siguiente: “En USA, el FBI procede de inmediato contra cualquier llamado a magnicidio de un candidato. Ricardo Alemán estaría siendo interrogado en este momento. Tiene que tomarse en serio la seguridad nacional”. De ese nivel fue el debate sobre el tema. Alemán hace ya un buen rato que es un columnista de los más predecibles en México.
Su antilopezobradorismo militante, solo comparable al del chileno Pablo Hiriart y otros que ni la pena vale mencionar nominalmente, lo ha llevado a esos extremos del delirio. Después trató de corregir su exabrupto retirando su retuit y ofreciendo disculpas.
Creo que de poco le valió a Alemán ese mea culpa, que tomando en cuenta la velocidad de las redes sociales se antojó tan tardío como medroso. Se tuvo miedo a sí mismo.
Un caso de libertad de expresión que vale la pena destacar es el del periodista Ciro Gómez Leyva, quien fue el primero que tuvo el valor y la decencia de entrevistar a Alemán.
Un texto publicado en el portal SDP Noticias, de Verónica Malo Guzmán y Fernanda Diez-Torres, destacó el hecho con los siguientes argumentos:
“¿Cuántos no han agredido e incitado a la violencia? Muchos, desgraciadamente; pocos los castigados en la vida real por sus dichos y hechos en una red virtual”.
“Y es aquí donde subyace un dilema: ¿en qué momento las redes se erigen en tribunal y pueden juzgar con más ahínco y mayor trascendencia las desafortunadas declaraciones de unos y no de otros? ¿Quién decide qué comentarios son ocurrencias jocosas y cuáles son verdaderas amenazas? ¿Qué criterios, sino los de la propia opinión pública, se utilizan para juzgar la gravedad de la ofensa y, por lo mismo, del castigo y del pago para resarcir el daño?”
“La justicia, al igual que la libertad, debe de ser rasa, equitativa y pareja para todos (al menos esa es la teoría que deberíamos llevar a la práctica). Por ello, por lo pronto en el mundo virtual, que es lo más cercano que tenemos a un espacio abierto y democrático, tratemos de que así sea. Esto es, eliminemos la violencia verbal de las redes. De los comunicadores, líderes de opinión, políticos y de todos los que apoyamos cualquier causa o idea”.
Por cierto, durante su entrevista con Gómez Leyva, el columnista de La Otra Opinión tuvo la cautela de negar delicadamente la peligrosa acusación que hizo en contra de Federico Arreola, sobre su presunta participación en el asesinato de Luis Donaldo Colosio.

