Johan Huizinga, en su libro El otoño de la Edad Media, describe cómo los habitantes de Europa a finales de ese periodo vivieron y murieron sin darse cuenta de la trascendencia y el cambio en su momento histórico; tampoco los grandes renacentistas estuvieron claros sobre cómo iban a cambiar el mundo. Esto nos lleva a una reflexión obligada: ¿realmente estamos conscientes del cambio que está por venir?

Con la ventaja actual es altamente previsible que Andrés Manuel López Obrador sea presidente, sólo la irracionalidad o la ilegalidad podrían hacer un cambio en esta tendencia. Lo que significará este cambio trasciende a quién será el habitante de Los Pinos, implica el cambio en el poder más importante desde la Revolución Mexicana, un gobierno que tenga como fundamento la honestidad en contratesis de la ecuación actual que es la gobernabilidad comprada y un régimen de privilegios y corrupción.

El tema no es menor, hoy el eje más importante de lo público es el combate a la corrupción e impedir que los intereses privados se apropien de manera ilegal del patrimonio colectivo.

La llegada de López Obrador significará hacer que el sistema funcione, que los pesos y contrapesos se hagan valer, confiamos en que el PRI y el PAN nos ayuden a hacer un gobierno más honesto porque no pasarán, ni consentirán ningún acto que no sea absolutamente transparente y honesto. Este cambio no estará exento de problemas, el proceso será complejo, pero de gran conveniencia para el país.

El poder será limitado, pero los poderes tendrán un freno, el diálogo será significativo, donde se debatirán las ideas y se confrontarán para llegar a una solución pactada, como ha sido López Obrador en el caso del aeropuerto o de la amnistía y no una impostura de comparsa como son los otros candidatos.

El cambio siempre genera temores y resistencia, es natural, esto se tendrá que trabajar dando señales de claridad, confianza y mostrando un rumbo cierto, pero también están quienes tienen el miedo de perder privilegios y negocios que cuando no ilegales, son poco éticos y de gran daño al país.

Hoy es un momento de definiciones, no sólo por quién se va a votar, el inteligente lector ya sabe por quién, es también qué posición se tendrá frente al cambio, si se definirá como progresista o defensor como status quo.

Pero un gran dilema será para el presidente, podrá decidir entre continuar siendo el coordinador de una campaña fallida o ser pieza fundamental de una transición funcional y armónica. Ser recordado como el gobierno de la corrupción que su último acto fue querer robarse una elección o un actor que respetó la Constitución y supo entender su momento político.

Los próximos meses nos llevarán a un proceso intenso y delicado, lo que nos obliga a todos a la mayor serenidad, prudencia y pasión, sobre todo, a tener conciencia de nuestro tiempo.

@LuisHFernandez