Vida Deportiva
Por Fernando Marcos
[su_dropcap style=”flat” size=”5″]L[/su_dropcap]os entrenadores o directivos de las delegaciones de El Salvador y la Unión Soviética, rivales de México en el grupo 1 de “octavos de final”, han manifestado que cuentan para vencer “con la ayuda del peor enemigo de futbol mexicano: su propio público”.
No lo decimos nosotros: lo dicen nuestros rivales y lo reproducen todas las agencias informativas.
El público mexicano es libre de apoyar a quien le venga en gana. Pero uno también es libre de censurar su actitud, si, como en el caso, resulta cierto que van a apoyar al de fuera en detrimento del de casa.
Se dice que “el público mexicano para el espectáculo de Copa del Mundo más barato de todos los tiempos. Y, de acuerdo con el razonamiento de que el que paga manda, el público mexicano tiene menos derecho a mandar porque es el que paga menos.
Por otra parte, el importe del boleto le da derecho a asistir al estadio —sentadito y cómodo, cosa que no sucede en la mayoría de los estadios del mundo—, ver el espectáculo y protestar si no le agrada. Tiene derecho, incluso, a negarse a ir al estadio y ahorrarse su dinero y su berrinche. Pero no tiene derecho a insultar a los jugadores y, mucho menos, a agredirlos a cojinazos.
Tan no tiene derecho a lanzar proyectiles al terreno, que cada partido provoca un congestionamiento en las delegaciones de policía a donde son conducidos los agresores y majaderos que insultan, arrojan cojines y otros proyectiles o lanzan el asqueroso “jugo de riñón” contra los jugadores y contra el resto del público, incluidas las damas.
Pero este es un problema de policía y de educación. Ahora debemos referirnos a la triste fama que ha ganado el público futbolero de México de “ser el peor enemigo de su equipo”.
Ante esta actitud, que nos duele profundamente porque somos mexicanos, nada podemos objetar: el público está en su derecho de aplaudir a quien se le antoje y de silbar a quien le caiga “gordo”. Pero no deja de ser lamentable que llamándose “patriotas” —lo son en otros aspectos— no sigan el ejemplo de los públicos de todo el mundo que, apoyan a los suyos y, después, los siguen apoyando.

Chile llegó al tercer lugar mundial gracias a su público; Inglaterra conquistó el título mundial impulsado, ¡lanzado sería mejor! por su público entusiasta y británico por encima de cualquiera otra consideración. En Italia resulta peligroso para un ”neutral” sentarse en medio de un grupo que apoya a los “azurri”; en Grecia, ese peligro es mortal; en Alemania, en Francia, o en España —por no citar sino alguno países —el aficionado apoya a sus equipos cuando están bien y, mucho más, los apoya, cuando están mal, porque es entonces cuando se necesita del aliento y del respaldo populares.
Creo, sin embargo, que el entrenador soviético ha olvidado al público de Berlín Oriental. En efecto, en este sector de la vieja y bellísima capital alemana —para nosotros sigue siéndolo y lo será siempre —cuando juegan un equipo alemán oriental y uno soviético ¡le van al soviético! aunque, allí, hay razones poderosas para hacerlo así. Pero, ¿en México, por qué?
No vamos a meternos en problemas sicológicos que resultarían largos, tediosos e inoportunos. Sólo vamos a declarar, enfática e irreversiblemente, que nosotros estaremos por México, gane o pierda. Que yo —para que quede bien claro— estaré con el equipo nacional, pase lo que pase.
La hora de las censuras ha terminado. Fuimos duros con la selección y sus dirigentes o jugadores. Pero, antes la batalla con el resto del mundo, estamos con México, incondicionalmente, decididamente , totalmente.
Estar con México, por cierto, no es otra cosa que respetar al adversario y apoyar al de casa. Estar con México es dar, en la cancha, un claro ejemplo de civismo y sentido deportivo. Estar con México es apoyar a los que, con grandes sacrificios personales, se aprestan a defender los colores nacionales.
Creo, sinceramente, que el técnico salvadoreño, y el técnico soviético, se han equivocado de medio a medio en su apreciación: el público mexicano presionó a la selección para que mejorara su juego; pero no la va a traicionar en medio de la batalla.
¿Verdad que tú, lector amigo, vas a estar con México pase lo que pase? ¡Pues claro que sí, no faltaba más..!
> Texto publicado en el número 883 de Siempre!, el 27 de mayo de 1970<<



