La decisión del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, de imponer nuevos aranceles a las importaciones de acero y aluminio provenientes de México, Canadá y la Unión Europea (UE) a partir del 1 de junio, bajo el criterio de seguridad nacional, “es una decisión más política que económica”.

“En el contexto de la ya alargada renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte  (TLCAN) es una de las últimas cartas que Trump está jugando para buscar un acuerdo más favorable, como lo dice reiteradamente en sus discursos, para el sector industrial de su país”, afirma José Nabor Cruz Marcelo, profesor e investigador del Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (IIE-UNAM).

Advierte que “al ser una decisión más política traerá consigo más efectos negativos, en términos económicos, que positivos no solo para México, también para el mismo productor y consumidor norteamericano. Impactará el mercado mexicano, pero también a las industrias estadounidenses que fabrican automóviles, partes de aviones o alguna otra industria asociada con estos dos bienes intermedios”.

En entrevista con Siempre! explica que de “entrada encarece este insumo, por lo tanto este aumento de costos significará un incremento de precios en los bienes que tengan una mayor asociación al acero y aluminio y eso dentro del mercado norteamericano elevará costos. En segundo lugar, las medidas anunciadas por México de colocar aranceles a diversos productos que se comercializan con Estados Unidos acarrearán un incremento en el precio o una baja en la demanda de estos productos”.

Por eso, el doctor en economía de la UNAM considera atinada la decisión anunciada por el gobierno mexicano de imponer medidas equivalentes a diversos productos como: aceros planos (lámina caliente y fría, incluso recubrimientos y tubos diversos), lámparas, piernas y paletas de puerco, embutidos y preparaciones alimenticias, manzanas, uvas, arándanos, diversos quesos, entre otros, hasta por un monto equivalente al nivel de la afectación.

Esta medida, que según anunció el gobierno federal estará vigente hasta en  tanto el gobierno de Donald Trump no elimine los aranceles impuestos, “es muy atinada porque es selectiva hacia productos o estados productores de ciertos bienes en donde gobierna el Partido Republicano, lo que tendrá un efecto negativo, incluso para ambas partes”, dice el economista.

El peso mexicano

El especialista en política macroeconómica, crecimiento y desarrollo señala que, en el caso de la economía mexicana, “el primer efecto negativo que se dio —desde el viernes 31 de mayo— es una alta volatilidad en el tipo de cambio. Ese día el dólar interbancario cerró en 19.90. Hoy lunes —4 de junio— cerró por arriba de los 20 pesos con tres centavos. Es probable que a lo largo de esta semana continúe una depreciación del peso frente al dólar”.

Aunque esto —dice— dependerá de dos cuestiones: “una, que esta depreciación no alcance niveles más allá de los 21 pesos, y en caso de que se llegue o se rebase de manera momentánea esa franja, Banxico —Banco de México— ya anunció que estará atento al comportamiento del mercado cambiario, inmediatamente se activarán una serie de mecanismos de política monetaria por parte del banco central para proteger nuestra moneda y que no se deprecie aún más”.

“La otra cuestión —agrega— “también muy ligada al actuar del banco central, es que probablemente en las próximas semanas, se incremente la tasa de interés con el fin de mandar un mensaje de tranquilidad al mercado, no solo financiero bursátil, sino también cambiario”.

El doctor Nabor asegura que “si bien, México es un buen productor de acero, el número 14 a escala mundial, exportamos, de acuerdo con cifras de la Cámara Nacional de la Industria del Hierro y el Acero (Canacero), poco más de cinco mil millones de dólares e importamos 14 mil. Traemos por tanto, un déficit en el flujo comercial del acero”.

Explica que “al tener una balanza deficitaria, este incremento de aranceles, pegará a un incremento de costos de los productos elaborados aquí en México que tengan como insumos intermedios el acero y el aluminio. El comportamiento de estos materiales le puede pegar a múltiples subsectores industriales como el de la construcción, el automotriz, el sector aeronáutico y algunos otros un tanto menores sobre maquinaria y equipo de trabajo”.

El académico del IIE advierte “que tal vez en esos sectores no se vea de inmediato o no se pueda percibir ya un incremento de precios, porque finalmente cada industria, y sobre todo grandes consorcios industriales, siempre manejan un stock de insumos para dos, tres, cuatro, meses. Tal vez, los insumos de acero y aluminio que hoy está ocupando la industria automotriz o de construcción fueron comprados hace dos, tres meses, por lo tanto, en este momento no se puede hablar de un incremento en automático de precios hacia el consumidor”.

José Nabor Cruz Marcelo.

Incremento de precios

José Nabor Cruz asegura que “de continuar esta imposición de aranceles, pues con Donald Trump no se sabe, puede cambiar de opinión en dos días o hacer que llegue hasta las elecciones legislativas de noviembre, que al parecer es su gran objetivo, en dos o tres meses, en un trimestre, ya que las industrias estén comprando los insumos a este precio, ya con el efecto negativo del incremento de los aranceles, se pueda empezar a observar un incremento en los precios finales de diversos productos que tengan como materia prima el acero y el aluminio, así como se empezará a tener en el mercado interno, en los precios nacionales, un efecto negativo con un incremento de precios con productos asociados al acero y aluminio es un poco a mediano plazo”.

El académico de la UNAM señala que “este panorama también dependerá de la queja que interpondrá el gobierno mexicano ante la Organización Mundial del Comercio (OMC) con toda esta situación. Regularmente, la OMC tiene un plazo de entre 60 y 90 días para desahogar este tipo de casos. En caso de que la OMC, en este plazo, multe a Estados Unidos por estas prácticas anticomercio, proteccionistas, puede darse un cambio en los planes del presidente Trump y en el estatus de los aranceles, pero es un tema más burocrático en el aspecto administrativo comercial que puede darse, reitero, en un plazo de dos a tres meses, para ver ciertos resultados, si hay sanciones por parte de la OMC hacia Estados Unidos”.

Que, en opinión del economista, “en el papel las tendría que haber, porque está imposición de aranceles por parte de Estados Unidos es unilateral. Ni siquiera trató de negociar con sus contrapartes de Canadá, de la Unión Europea y de México, por eso es factible que la OMC sancione a Estados Unidos con algunas multas. Aunque al presidente Donald Trump eso no le importe demasiado. A él le importa más su gran objetivo político: las elecciones legislativas de noviembre en su país”.

TLCAN, en punto muerto

José Nabor Cruz asegura que, a menos de que haya una fuerte, fuerte, fuerte sanción por parte de la Organización Mundial del Comercio hacia Estados Unidos, esta imposición podría echarse para atrás, sin embargo no ve cambio alguno de aquí a noviembre.

A la par considera que las negociaciones del Tratado de Libre Comercio de América del Norte están en un punto muerto. “Si hay una reactivación de las negociaciones será después de las elecciones en México y en Estados Unidos, finales de año, diciembre, enero o febrero del siguiente año. Está posición de ataque, porque sí es un ataque finalmente en términos comerciales de Estados Unidos hacia sus dos grandes socios comerciales, congelará el clima de las negociaciones”.

Además, “otra señal del mandatario norteamericano que demuestra que está incómodo con este escenario son sus declaraciones en torno a que él prefiere acuerdos bilaterales: Estados Unidos-Canadá, Estados Unidos-México y ya no un acuerdo tripartita. Ese también puede ser un posible escenario, que Estados Unidos le apueste a acuerdos bilaterales”.

Sin embargo, “México no tendría, si me permite el término, que espantarse ante ese escenario, sino más bien de manera inmediata reactivar la propuesta de los negociadores canadienses en el sentido de que, si no hay un arreglo entre los tres países —Estados Unidos, Canadá y México—, se podría negociar un acuerdo entre México y Canadá”.

Explica que “si bien los grandes encadenamientos productivos de México son hacia Estados Unidos, también hay un porcentaje importante de comercio con Canadá. México podría sondear la posibilidad de que haya un acuerdo más allá de México con Estados Unidos. Rescatar un acuerdo bilateral con Canadá podría ser un gran objetivo dado que el presidente Trump está forzando demasiado la liga en la renegociación y sobre todo pensando en términos más políticos”.

El economista advierte que “no hay que perder de vista que los empresarios y los sindicatos norteamericanos han manifestado, en múltiples ocasiones, su desacuerdo a salirse del tratado, dados los grandes consorcios de empresas multinacionales norteamericanas que producen en México y en Canadá con muchos menores costos que si lo hicieran en Estados Unidos, sobre todo en términos de impuestos”.

Apunta que aunque políticamente Trump busca un mayor fortalecimiento del Partido Republicano, también estará la presión interna por parte de empresas y sindicatos, que le dirán: Presidente, no se salga de este acuerdo, porque perdemos mucho más de lo que podríamos ganar volviendo a producir de manera interna en Estados Unidos toda la serie de bienes y servicios que se producen en México y en Canadá, en especial los costos salariales que son mucho menores en comparación con nuestro país.

Por todo esto, señala que quien gane la Presidencia de la República el próximo 1 de julio tendrá que trabajar, junto con su equipo de transición,  de inmediato, a partir del día 2, después de la jornada electoral, en la renegociación comercial, o establecer un mecanismo de un acuerdo bilateral con Canadá y tal vez un acuerdo bilateral con Estados Unidos  también, porque desafortunadamente para esa fecha seguirá el estancamiento.

El investigador del IIE asegura que, en este contexto, la estabilidad económica del país no estaría en riesgo en el corto plazo; “en el mediano plazo, si no se maneja de forma adecuada esta situación, sí, porque se podría generar una fuga de capitales, ya que desafortunadamente no solo es este hecho, también está el fortalecimiento del dólar, el incremento en el precio del petróleo que hay, y que ahora paradójicamente en lugar de ser algo positivo para México es algo negativo, dado que importamos 60 por ciento de nuestros energéticos. Estas variables sí denotan una luz roja en el mediano plazo”.

“El tema del tipo de cambio podría forzar demasiado a que se siga depreciando el peso frente al dólar, y si bien el día de hoy se tienen reservas internacionales históricas en Banxico, que México se enfrente a un escenario de varias semanas de alta volatilidad y alta depreciación del peso frente al dólar, no quiero pensar en un escenario como el de 1994, con una enorme fuga y reducción tan dramática de las reservas internacionales del banco central, pero sí que este volumen de reservas pudiera estar en un escenario de reducción de 10, 20 por ciento, lo que nos pondría en un escenario de alta volatilidad que propicie o que vaya cimentando una posible crisis económica”, explica José Nabor Cruz.

“Afortunadamente, en términos macro, seguirán los signos relativamente, no positivos, pero sí estables. La deuda aun cuando es grande sigue siendo manejable, los cumplimientos de los bonos por parte del gobierno mexicano son factibles pagarlos en tiempo y forma. En términos de crecimiento aunque sea muy pequeño será de 2 por ciento este año”, puntualizó.