La charla que puso fin a la tormenta
Por Jacobo Zabludovsky
[su_dropcap style=”flat” size=”5″]C[/su_dropcap]inco y media de la tarde del martes 15 de junio de 1971. Llego a la residencia oficial de Los Pinos en el momento en que salen siete corresponsales extranjeros que habían comido con el presidente Luis Echeverría y con el subsecretario Fausto Zapata. El Presidente se despide de sus invitados y me dice sencillamente: “Estoy listo”. Trato de curarme en salud porque sé la fuerza de las preguntas que tengo pensado hacerle, pero ignoro la reacción que tendrá ante ellas: Licenciado Echeverría, le digo, he platicado con mucha gente acerca de lo que preguntarían al Presidente de la República si tuvieran esa oportunidad; conforme a esa encuesta tengo formuladas en a mente algunas preguntas. ¿Puedo hacerle todas? “Todas, Jacobo, porque no hay una pregunta sobre los acontecimientos recientes que no pueda yo contestar, o que no deba contestar. Contestaré con mucho gusto a todo lo que me pregunte y a todo lo que por su conducto el público quiera saber”.
Estas son las preguntas y respuestas de esa entrevista.
—Señor Presidente de la República, quiero agradecerle a usted que me haya concedido esta entrevista y, sobre todo, la rapidez con que sirvió usted concedérmela. Hace apenas unos minutos se la pedí, y ya estamos aquí con usted.
—Sí, Jacobo, me da mucho gusto saludarlo nuevamente.
—¿Acostumbra despachar todas las tardes en Los Pinos, como hoy?
—Frecuentemente yo atiendo aquí asuntos y recibo personas, aunque con mucha frecuencia como en Palacio y continúo trabajando hasta en la noche.
—Supuse que estaría usted hoy en Palacio, señor Presidente después del mitin de hoy en la mañana. ¿No está usted cansado, señor Presidente?
—Absolutamente. Estoy estimulado.
—Dicen los corresponsales extranjeros, que son muy buenos para calcular estas cosas, que hubo más de medio millón de personas en el Zócalo. ¿Usted cree que es verdad?
—Simplemente vi lleno el Zócalo
—Señor Presidente, hace cinco días, el jueves 10, hubo en algunas calles de la Ciudad de México un choque, un choque sangriento que todos lamentamos y que tienen consternados a los mexicanos, porque murieron varios jóvenes y muchos otros están heridos. Señor Presidente, ¿Quién es o quiénes son los culpables de este acontecimiento?
—Espero que eso lo determine la Procuraduría General de la República a la mayor brevedad posible, Jacobo.
—Señor Presidente, si usted me permite decirle y le agradezco que me haya recibido para hacerle todas las preguntas que libremente le estoy haciendo. Muchas gente duda de la veracidad de los comunicados oficiales y no de ahora, desde hace mucho tiempo. Y, por lo tanto, duda también de algunos comunicados de la Procuraduría.
—Estimo que la Procuraduría General de la República se está ajustando estrictamente a los datos objetivos que va reuniendo. Hoy a mediodía, el señor Procurador General de la República que consideraba indispensable profundizar en la documentación y en los sistemas administrativos del Departamento del Distrito Federal y de la Jefatura de Policía. Quería tener el máximo de facultades para esta tarea. Yo le dije que era urgente que lo hiciera. Me pidió instrucciones para el Jefe del Departamento y para el Jefe de la Policía, pero yo le dije que con la finalidad de que no tuviera él ninguna dificultad, aceptaría la renuncia de mi compañero y amigo, Alfonso Martínez Domínguez y de otro excelente elemento, el señor coronel Rogelio Flores Curiel. Y hoy por la tarde, Jacobo, he aceptado la renuncia de los dos. No tengo ninguna duda acerca de la conducta de Alfonso Martínez Domínguez o del señor coronel Rogelio Flores Curiel. Los conozco desde hace muchos años, han sido mis amigos y compañeros. Pero yo necesito que no haya una sombra de duda, tampoco, respecto de las investigaciones que está realizando el señor Procurador General de la República, cuya rectitud es conocida. Designé hoy por la tarde, desde luego, al licenciado Octavio Sentíes, Jefe del Departamento y a las 20 horas tomará posesión. Y al señor general Daniel Gutiérrez Santos, D.E.M, Jefe de la Policía, que también hoy en la noche tomará posesión de la Jefatura, con la finalidad de que no haya ninguna duda acerca de la celeridad y la imparcialidad con que el señor Procurador está actuando.
—Señor Presidente. ¿Qué lleva a grupo de estudiantes a manifestarse en las calles con tan lamentables consecuencias como la del jueves?
—Una cosa es manifestarse y otra cosa es que haya lamentables consecuencias. Manifestar es necesario; necesitamos conocer todas las opiniones. Necesitamos, sí, ciertamente, que los estudiantes lo hagan con altura; altura de miras: información, ponderación, respeto en manifestaciones no armadas, no agresivas, no injuriosas. Que no sean meros arietes, meros grupos de choque, meros instrumentos de intereses políticos que encabezan las manifestaciones, y cuando llega un momento de confusión o de desorden, desaparecen. Que planteen, después de deliberaciones que ellos tengan, con claridad todos sus problemas; que obren conscientemente. Los desórdenes públicos son negativos y perjudican a la nación; hay intereses encaminados a perjudicar a la nación.
—Señor Presidente, ¿Hay corrientes políticas opuestas a su modo de pensar, dentro de sus propio gobierno?
—No, absolutamente.
—Señor Presidente, ¿Qué relación hay entre los sucesos ocurridos el jueves pasado y los del 1968 en Tlatelolco?
—Ninguna, precisamente. Los lamentables hechos de violencia, que ya no deberían repetirse nunca más, y el hecho de que hubo armas y de uno y de otro lado, es parte de un fenómeno de inconsciencia, de falta de responsabilidad e imprevisión, y criminal de parte de quienes dan armas a los muchachos, o de parte de quienes mueven a sus agresores para implicar al gobierno.
—Señor Presidente, dicen algunos testigos que algunos grupos de los que fueron a disolver esta manifestación, bajaron de camiones y transportes del departamento del Distrito Federal.
—Es lo que quiero que el señor Procurador investigue desde luego.
—¿Y serán castigados los culpables, señor Presidente?
—Categóricamente, sí.
—¿Cómo te va Benito? ¿Cómo estás? ¿Qué haces Benito?
—(Benito Echeverría) Vine a ver la entrevista. Me interesa mucho.
—¿Tiene algo que ver este Benito con aquel Benito, señor Presidente?
—Aquél es Benito Juárez, y este es Benito Echeverría.
—¿El nombre de Benito Echeverría es por Benito Juárez?
—Sí.
—La prensa extranjera acusa a banqueros y terratenientes y los acusa de organizar una oposición activa contra usted.
—De ninguna manera, no hay ningún indicio.
—También hay algunos testimonios de que la policía del Distrito Federal protegió a quienes fueron a disolver esta manifestación.
—Le he encargado al señor Procurador que analice ese aspecto de esa cuestión. Estimo que la policía tenía órdenes de no intervenir, viera lo que viera, para evitar la refriega que algunos elementos interesados, entre los organizadores de la manifestación, querían que hubiera. Esto fue lo que ocurrió. En fin, la investigación que se está realizando nos hará llegar a conclusiones.
—¿Se justificaba esta manifestación, la inicial del jueves?
—No me interesa que haya justificación o no; necesitamos que haya manifestaciones pacíficas. Es cosa de la responsabilidad de los manifestantes que deseen o no perder su tiempo. Necesitamos sí, darle altura de miras a toda manifestación pública.
—Señor Presidente, ¿Alguno o algunos de los liberados recientemente de la cárcel, intervino o intervinieron en la manifestación del jueves pasado? ¿Querría esto decir que fue un error liberarlos?
—De ninguna manera; yo todavía pienso que no, pero en todo caso son las autoridades judiciales las que oportunamente podrán determinarlo. Simplemente quiero decirle que para fines del mes pasado ya no había ningún maestro ni estudiante preso.
—¿No hay?
—No hay ninguno.
—Señor presidente, usted afirmó hoy en el balcón central de Palacio Nacional, que está dispuesto al diálogo. ¿Cuáles son los canales para ese diálogo?
—Cualesquiera. Yo recibo muchas personas que me piden entrevistas todos los días. Recibo a tantas que, como ve en el escritorio, a veces me empapelo demasiado.
—Los ciudadanos comunes y corrientes no sabemos si a la altura que usted tiene en la administración y con la enorme responsabilidad que los mexicanos hemos puesto en usted en las elecciones pasadas que lo llevaron a la Presidencia, usted advierte las palpitaciones y lo que priva en el ambiente, y las opiniones, las corrientes de opinión entre los mexicanos. Yo quisiera saber qué opina usted, ¿Cuál es el pensamiento que usted ha captado entre la gente, desde los acontecimientos del jueves pasado?
—Espero que usted entienda los matices de lo que quiero decir. En México ha habido en este gobierno un espíritu de trabajo, y ha habido esperanza. Sí creo que haya factores subterráneos que quieran interrumpir el ritmo de trabajo, y que se valen de distintos medios. Que no progrese nuestra economía; que no aumentemos los centros de empleo; que no multipliquemos las escuelas. Gente a quienes no les importa socavar las economías de nuestro país; llevarnos a extremos críticos en cualquier aspecto de la producción, con tal de tener el gusto de desordenar en aras de cualquier género de intereses extranjeros.
—Señor presidente, en su discurso de hoy en Palacio Nacional, usted dijo que condenamos por igual la irresponsabilidad y la represión. ¿Podría usted ampliarnos un poco esta frase?
—Creo que hay un común denominador entre quienes van a actos públicos con el deseo expreso de llevar las manifestaciones a la violencia, como aquellos otros que excediéndose del uso de sus facultades, o usando instrumentos inconfesables, o personas irresponsables, provocan la represión de los primero actos. Debemos elevar a niveles democráticos todo este tipo de actividades en México. Es tiempo de que ya lo hagamos.
—Pues son las preguntas que hemos querido hacerle señor Presidente. ¿Quisiera usted agregar algo?
—No señor. Le agradezco mucho su visita. Me ha preguntado cosas muy importantes que ya están en manos del señor Procurador General de la República, pero ya sabe que aquí es su casa.
—Muchas gracias señor Presidente. Le agradezco la confianza de habernos permitido que esta plática se televise; una plática que ha surgido de las preguntas que el pueblo se hace en este momento y que son las que nosotros creemos haber hecho en este momento. Gracias, señor Presidente.