Los escándalos recientes protagonizados por la senadora con licencia Layda Sansores y el líder sindical petrolero Carlos Romero Deschamps ejemplifican, con lujo de detalle, los altos niveles de impunidad que la corrupción puede alcanzar en México. Son además lo que los mexicanos ya no quieren ni necesitan, muchos saldrán a votar el 1 de julio con la clara intención de acabar con este tipo de personajes, pero ¿cómo? si ambos pertenecen a la elite partidista, uno con Morena y el otro con el PRI.

Los excesos de la candidata a la alcaldía de Álvaro Obregón en la Ciudad de México fueron revelados hace algunos días por la periodista Fátima Monterrosa, en el noticiero de Denise Maerker que se transmite en el horario estelar de Televisa.

Layda Sansores facturó a nombre del Senado gastos personales que ascienden a 700 mil pesos durante 2016 y 2017. Los cargos, que no están relacionados con su labor legislativa, incluyen tintes para el cabello, desodorantes, pasta de dientes, ropa, almohadas, sábanas, refrigerador, estufa, licuadora, supermercado y hasta una muñeca de más de 4 mil pesos, entre muchos otros.

La ansiada respuesta de Andrés Manuel López Obrador fue también la que se esperaba: “Es una guerra sucia, están desesperados, pero ya la gente no les cree nada”, dijo.

¿Dónde está la congruencia de Morena, de un partido que basa su discurso en el combate a la corrupción, pero no condena ni crítica actos tan escandalosos? ¿Es entonces un doble discurso?, ya que en lugar de decir: si esto es real que se investigue y castigue a los culpables; no, al contrario, se habla de solidaridad y apoyo a Layda Sansores, víctima de una guerra sucia.

Y es que es innegable que se trata de una guerra de desprestigio que tiene como principal objetivo atacar y dañar a López Obrador, no obstante, no se puede negar que las acciones de Sansores son totalmente reprobables.

Por otra parte, está el caso de Carlos Romero Deschamps difundido por Reforma. La nota en cuestión revela que el líder sindical derrumbó a mediados de 2016 una lujosa residencia conocida como casa Teifaros y actualmente está construyendo una mansión en una de las zonas más exclusivas de Acapulco.

La nueva residencia cuenta con un club de playa, un club social con múltiples servicios y estricto control de acceso en el fraccionamiento Las Brisas II, al sur de la bahía de Acapulco. El costo de la mansión podría alcanzar los 6 millones 400 mil dólares.

Un detalle que llama la atención —y es que, como ya sabemos, en la política no existen las casualidades— es que un día antes de la publicación de Reforma, el candidato de la coalición Todos por México, José Antonio Meade, sostuvo un evento proselitista en Villahermosa, Tabasco, al cual llegó acompañado por Romero Deschamps.

En este caso también resulta un tanto contradictorio que Meade asegure que será implacable en el combate a la corrupción, pero al mismo tiempo le hagas guiños al famosísimo líder petrolero.

No valen las explicaciones que dicen que en la corrupción hay niveles o que no son comparables los escándalos del líder petrolero y Layda Sansores. No son Morena, López Obrador ni Sansores, ni el PRI, Meade o Romero, las víctimas de las revelaciones periodísticas. Es el ciudadano el que pierde debido al desdén ante la corrupción.