Jacquelin Ramos y Javier Vieyra
A la distancia, las grandes ciudades pueden distinguirse como una constelación entre la oscuridad o un enorme complejo gris a la luz del sol; el concreto, a veces de muy ausente color, es sin duda el elemento distintivo de las urbes en que el hormiguero de su población juega las veinticuatro horas del día. Por eso, resulta tan llamativo observar, entre el orden cuadrático de las avenidas y las manzanas, unas particulares manchas de hojas y agua que aparecen como un autentico oasis entre los rascacielos. Por ello, no es sorpresa que los llamados “pulmones verdes” se hayan convertido en emblemas de la metrópolis que los encierran y sean escenario de expresiones culturales de todo tipo y testigos vivos de su historia: Central Park en Nueva York, Englischer Garten en Munich o Hayden Park en Londres son algunos de los ejemplos más notables en el mundo; sin embargo, la Ciudad de México posee el más simbólico y hermosos de ellos: el Bosque de Chapultepec.
Enclavado en el corazón de la capital mexicana, Chapultepec, coronado por su majestuoso castillo, guarda entre sus árboles los fantasmas de más de cinco siglos de personajes e impresiones del pasado. Hoy en día baluarte de la convivencia familiar chilanga, no resulta difícil imaginarse a Porfirio Díaz cabalgando sus senderos o a Maximiliano caminando sus calzadas. Pero, ¿qué hay de los habitantes prehispánicos de la región para los que Chapultepec resultó ser un lugar místico y de mucha importancia? Recientes hallazgos dirigidos por María de Lourdes López nos señalan el camino y complementan la riqueza del enorme recinto. En entrevista exclusiva para Siempre! la arqueóloga explica que este audaz proyecto lo inició hace 10 años con el objetivo de recorrer el Bosque de Chapultepec en busca de asentamientos prehispánicos, pues era seguro que, si bien no se encontrarían enormes complejos, sí era posible hallar asentamientos.
“Primero partimos de hacer un recorrido de las tres secciones del bosque y observar el potencial arqueológico y aunque no realizamos excavaciones en esa etapa, pudimos hacer un poligonal arqueológico basados en los antecedentes históricos de San Miguel Chapultepec, que si bien tiene su reconocimiento como colonia desde los tiempos porfiristas, anteriormente era el sitio de un pueblo de indios que se ubicaba en los terrenos de lo que hoy ocupa el edificio sede de la Secretaría de Salud y el monumento de la Estela de Luz”.

Escondía un tesoro histórico
A partir del periodo virreinal, esa población comenzó a mermarse y transformarse con el paso del tiempo, asegura la especialista, hasta que la urbanización la alcanzó. Sin embargo, no por ello desaparecieron por completo sus pasos. Una vez comprobado que Chapultepec escondía, en efecto, un tesoro histórico, en los años 2009 y 2010 comenzaron a realizarse recorridos a base de fotografías aéreas y reconocimiento de afluentes, es decir sitios donde puede corroborarse la existencia de manantiales o corrientes de agua necesarios para la subsistencia humana; todo ello fue posible gracias a las cartas topográficas, geológicas y edafológicas acompañadas de diversos estudios. Sin embargo, López es clara al mencionar que en muchas de las etapas de evolución urbana del recinto era posible corroborar vestigios de diferentes tipos.
“En toda su historia, Chapultepec se ha transformado paulatinamente, pero a principios del siglo XX esos cambios se vuelven cada vez más dinámicos: desde las fábricas que existían alrededor de Los Pinos hasta el Panteón de Dolores que apenas empezaba a poblarse. Pero, desde los años sesenta, cuando desafortunadamente no existía una sistematización de nuestra disciplina, y se realizó la línea 1 del Metro, fueron obtenidas piezas arqueológicas.”
Así pues, con los estudios en el nuevo milenio fue posible que la primera, segunda y una parte de la tercera sección del bosque fuesen catalogadas como zonas arqueológicas. Fragmentos de vasijas, ollas, sahumadores, platos, una sonaja de hueso de caballo y materiales de la etapa colonial son algunos de los descubrimientos que se han hecho en diferentes momentos, incluso cuando fue construida la Estela de Luz y el paso de la Torre Bancomer a la calle de Lieja. Estos salvamentos, indica la egresada del Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, a la par del trabajo conjunto de varias personas, han logrado que legalmente cada obra que se licite en los alrededores del bosque debe tener el visto bueno del Instituto Nacional de Antropología e Historia con el fin de realizar pozos de sondeo y verificar el potencial arqueológico, pues en épocas anteriores no existía personal que resguardara las vestigios. Sin embargo, el cuidado del Bosque de Chapultepec es tarea no solo de una instancia u organismo, sino que su versatilidad lo ha colocado dentro de diferentes jurisdicciones y estamentos.
“En principio, el Bosque de Chapultepec es zona ecológica protegida, también zona arqueológica y también pública. Además conviven en él áreas federales y áreas estatales; el bosque como tal está a cargo del gobierno de la Ciudad de México, pero existen una suerte de islas, por ejemplo el Museo Nacional de Historia es una área federal y está custodiada por el INAH, pero Los Pinos se encuentra bajo otro control de seguridad, igualmente los diferentes museos, plantas de agua y diferentes establecimientos. Todos ellos deben coordinarse de la mejor manera pues comparten un espacio común”.

No es un cerro, es un volcán
Volviendo al aspecto arqueológico, María de Lourdes López explica que el bosque se divide en varias áreas de ocupación y no solo es una gran mancha verde, pues en su totalidad cuenta con diferentes altitudes, diferentes vegetaciones y diferentes historias, muchas de ellas aderezadas con singulares datos como el hecho de que “el Cerro del Chapulín”, que sostiene el emblemático castillo y que con sus raíces en lengua náhuatl le da nombre a todo el sitio, no es en realidad el dicho cerro sino un volcán que se cuenta entre los más antiguos de México y que, aunque extinto, dio lugar a numerosos manantiales que atrajeron a las poblaciones más tempranas de la cuenca de México, aunque no de manera pacifica pues estos grupos humanos comenzaron a luchar por preciados recursos como el agua, la flora y la fauna del lugar, siendo los mexicas quienes se hicieron con su potestad hasta la llegada de los europeos en el siglo XVI.
“En el reinado de Moctezuma Ilhuicamina se construyó en Chapultepec un palacio real y un acueducto que proveyó de agua a la gran Tenochtitlán. Ese acueducto era simplemente un caño de agua que bordeaba el lago, pasaba al lado de lo que hoy es la Alameda Central y después, ya de manera subterránea, llegaba hasta el Templo Mayor; ese acueducto llevaba agua a toda la ciudad, por eso cuando Hernán Cortés la sitia, corta el suministro y la deja a la merced de su sed. Una vez victorioso y ya reconstruyendo la urbe, el mismo conquistador manda nuevamente a construir un acueducto porque lo necesitaban. El abasto de agua a la capital se va a agotar en los tiempos de Porfirio Díaz, entonces podemos imaginarnos su importancia basándonos en estas referencias”.
En cuanto a vestigios, la investigadora comparte que a los pies de la afamada montaña rusa han sido hallados un entierro humano y numerosas vasijas; durante los años de la Colonia, en diferentes zonas de Chapultepec también se encontraron cajas de agua o estanques, estructuras propias de la fabricación de pólvora, como los lavadores donde se limpiaba el material y, naturalmente, elementos relacionados con el emblemático camino de agua, por ejemplo, un abrevadero de aproximadamente una tonelada de peso. Cabe aclarar que no solo de mexicas o capitalinos novohispanos quedan rastros en Chapultepec, pues en estos últimos años el proyecto encabezado por López ha logrado rescatar elementos con un estilo similar al característico de Cuicuilco, figuras con atributos muy parecidos a los hallados en la zona sureña y, muy notoriamente, magníficos rastros del pueblo teotihuacano de los que todavía quedan muchas preguntas por resolver.
“Lo que hemos descubierto respecto a Teotihuacán se clasifica en los periodos preclásico y clásico, aproximadamente 1500 años antes de nuestra era, una etapa muy temprana en la historia de esta civilización. En la primera sección del bosque habíamos encontrado pequeñas casas aisladas y cerca algunas residencias de igual tamaño, pero coloniales, lo que nos indica una tendencia a la reutilización del suelo, sin embargo, un poco más adelante del Lago Mayor, nos topamos con un caserío completo que guardaba esplendidas maravillas. Lo logramos gracias al estudio de mapas y fotografías que nos indicaban qué irregularidades del terreno y manchas pudiesen haber sido hechas por el hombre y no por la naturaleza; detectamos una superficie de materiales teotihuacanos y surgió la sorpresa”.
Mamut, entierros y un caserío
Sorpresa es una palabra que puede definir lo que encontraron los arqueólogos en ese lugar, pues al realizar las excavaciones pertinentes en el espacio que estaba dentro de un proyecto de Conagua para instalar nuevas tuberías, se desenterraron primero concentraciones de cerámica y materiales constructivos y, una vez ampliada la búsqueda, un caserío completo, que no es una casa como tal, sino abundantes cuartos en conjunto. En estas habitaciones sepultadas por los siglos fueron también sacados a la luz cuando menos once entierros; el número es aproximado debido a que muchos de ellos se identificaron dentro de ollas y la totalidad encontrada de estos contenedores no ha sido analizada. Aunque de estos once cuerpos puede saberse que la mayoría presentan una deformación craneal y corresponden uno a una mujer y diez a varones.
“Los identificamos con los constructores de las pirámides del Sol y la Luna debido a que vemos en ellos el uso de mica y de pizarra, elementos tipo turquesa que solo se encuentran en áreas de Teotihuacán. Esto no sería muy común encontrarlo en Chapultepec, lo cual despierta dudas; ahora falta realizarles un fechamiento y estudiar los muchos aspectos de contexto que rodearon a estos humanos y que pueden llevarnos a años mucho más atrás de lo que pensamos. Por lo pronto tenemos la satisfacción de haber sacado a la luz casi una zona arqueológica”.
Pero si de remontarse en el tiempo se trata, la especialista y su equipo han tenido ya una experiencia extraordinaria, pues en el espacio que se ubica en la intersección de lo que hoy es Paseo de la Reforma y Circuito Interior, tuvieron la oportunidad de desentrañar los restos de un mamut y de otras especies de megafauna, por lo que han caído en la cuenta de que la historia del Bosque de Chapultepec es un enorme rompecabezas con piezas escondidas por cada rincón del laberinto de árboles.
“Siempre que hacemos rescates, aunque sean pequeños, realmente cumplimos con una cita con nuestro pasado”, declara la arqueóloga antes de explicar la enorme responsabilidad que recae sobre todos aquellos que se dedican a descubrir, estudiar y difundir los destellos de un México que el olvido y el polvo han dejado bajo nuestros pies.
Para María de Lourdes López Camacho el gran reto que hoy enfrentan quienes conforman el INAH, además de una mejor coordinación colectiva, es dar a conocer e interpretar su trabajo al resto de los ciudadanos, hacer notar que los resultados de su labor no son propiedad del instituto ni de quienes lo trabajan, sino de toda la nación y su memoria, pues únicamente regresando a las raíces podrán entenderse los frutos de una vida o de un país. Pero, igualmente paradójico resulta el hecho de que entre más conocimientos se reconozcan más grande será el mundo que se abra para descubrir, cosa que únicamente puede llevarse a cabo cuidando y revalorando constantemente los espacios históricos y los baluartes que contienen las pruebas, asevera López, de que estamos parados sobre una ciudad viva en donde el pasado cohabita con el presente sin haber muerto nunca.
“El Bosque de Chapultepec es una zona de la cual son dueños todos los mexicanos. Aquí pueden encontrarse una persona de Polanco que ha venido a correr y un albañil que trajo a sus hijos a un día de campo; en Chapultepec se mezclan todos los estratos de la Ciudad de México, es uno de los lugares más democráticos del país y también expresión de muchos valores que día con día deberíamos resaltar. Preocupémonos por que la capital siga respirando a través de Chapultepec”.



