Nedda G. de Anhalt

El sexo es la raíz, el erotismo es el tallo y el amor la flor

Octavio Paz

En La llama doble, Octavio Paz aclara que “la sexualidad es animal, el erotismo es humano”. Para el poeta, el fenómeno esencial que se manifiesta en el acto erótico es desviar, cambiar, o propiamente transfigurar y transformar el impulso de procrear, hasta convertirlo en una representación. Lo esencial para Paz radica: “no hay amor sin erotismo como no hay erotismo sin sexualidad”. Y, por ende, sería impensable que existiera “erotismo sin sexo”.

Una naranja en la lengua de Eros (Editorial Ariadna, Los Cuadernos de Ariadna / 1. Ilustraciones: Laura [Miranda] Gasca, México), de Catalina Miranda, y Festín Inacabable (Benma Grupo Editorial, México), de Carlos Bracho, son dos cantos celebratorios sobre juegos y encuentros eróticos donde dicha y placer se enlazan al lenguaje. Éste, para ambos escritores, será directo, o a veces indirecto, pero siempre con su referencia sexual implícita.

Señalemos ciertas afinidades en estas obras. Los cinco sentidos del ser humano: vista, gusto, olfato, oído y tacto serán requeridos. O sea, la presencia activa de miradas, labios, lengua, saliva, vellos, sudor, olores, manos, dedos, melodías y más jugarán un papel decisivo en estas representaciones eróticas. El espacio para celebrar los encuentros será cualquiera. Para el yo poético de Bracho, el cubo de un elevador es perfecto, y para la protagonista de Miranda, cualquier habitación es buena. Tanto uno como la otra privilegian el uso de imágenes para ser vinculadas a sus palabras. Bracho elige fotos de su autoría, incluida la de la portada, una imagen hermosa mostrando una obra de arte. Pero, a su vez, es engañosa cuando el lector se sumerja en el contenido del poemario. Por su parte, Miranda incluye en su volumen de poemas y cuentos, torsos desnudos que asemejan antorchas flameantes de deseo pintados en brillantes colores primarios por Laura Gasca. Ambas, fotografías y pinturas, funcionan como una suerte de señal o contrapunto, y cuya cercanía enriquece los recorridos y recuerdos eróticos.

Hasta aquí se han destacado ciertas afinidades, pero conviene señalar diferencias en estas obras. La más fácil de distinguir es que el yo poético de Carlos Bracho sostiene un diálogo único con el cuerpo y el alma de una amada —que no es inmóvil— pero sí anónima. Aunque los poemas al principio adoptan un tono algo abstracto y no lleven títulos, el autor los agrupa en diferentes secciones. Los epígrafes de Manuel Gutiérrez Nájera, Manuel M. Flores, Paul Valéry, Efraín Huerta, Ramón López Velarde y Ricardo López Méndez y, por supuesto, algunas imágenes del propio Bracho, irán complementando la lectura.

Recupero de Festín Inacabable el cuarto poema: “Recuerdo/ las noches de verano/ Recuerdo/ tus piernas en el río/ deshaciendo la luna” (p. 5). En la imagen creada hay un juego de reflejos con elementos que se convierten en metáforas de la feminidad, como son las noches, la luna y… las piernas. No obstante, será necesario observar que el poeta ha repetido en dos ocasiones un verbo relacionado con la memoria. Ésta es una clave. Nos está dando a entender que todo su canto pertenece a un pasado, que en palabra paciana, será para él un “presente perpetuo”. Dicho de otra forma, para el yo poético de Bracho, esta criatura mortal que él ha elegido amar será intemporal, siempre y cuando su memoria no lo traicione (Excepción hecha una noche en que la poesía se apodera del poeta que va a la cantina y […] “Bebí/ Fumé/ Olvidé tus besos”). Cito un refrán cubano de gran sabiduría: “la memoria es la dueña del tiempo”. En la sección “Algo de dolor” de Festín Inacabable, es revelador este fragmento: […] “El aire no ha podido borrar de mis manos/ su olor a ella/ En mi piel/ sigue adherida la suave saliva de su boca/ No la puedo olvidar…/ Pase lo que pase” […] (p. 61).

En Una naranja en la lengua de Eros, la protagonista de Miranda será Sonia. Es presencia constante en su obra, pues Sonia es la trágica heroína de su novela En los brazos de Tánatos. ¿Ser o no ser?, como también en el puñado de sueños que conforma Onírico. Habría que ver en Una naranja en la lengua de Eros, la escena de onanismo frutal que crea Sonia. Aunque diferente, guarda una relación con la novela de André Aciman llevada a la pantalla por Lucas Guadagnino en la película Llámame por tu nombre (2017) donde el actor Thimotée Chalamet sostiene otro acto de onanismo frutal. Si lo comento, es sólo para comprobar cómo algunos autores mantienen una elección afectiva a ciertas prácticas eróticas.

En Una naranja en la lengua de Eros, Sonia no será precisamente ninfómana pero sí promiscua. Además, su capacidad lúdica se adereza con una generosa dosis de maliciosa creatividad. Habría que leer sus encuentros con un tal Ernesto o con “El Pirata tatuado del Hotel Acuario”; en donde por un instante, Sonia cruza los linderos de la sexualidad y la bestialidad al creer, con independencia imaginativa, que está copulando no con su pirata sino con un potro café. Habría que ver también lo que Sonia logra con una pecera, un consultorio médico, un doctor y ella misma de pícara paciente, en el cuento “Obsesión”. Consigue cosificar al doctor como si fuera una especie de abanico que se abre y se cierra constantemente. Sexualiza de modo lingüístico a ese famoso caballero de la “triste figura” que fue el inolvidable personaje de Miguel de Cervantes Saavedra.

Si los poemas de Bracho exudan una sensualidad íntima, la poesía de Miranda está empapada de sexualidad. Escuchemos el poema “Desgaja”: “Cerca mis pliegues/ pule tu suavidad en el crisol de la gruta/ traza el umbral que la sensación profana/ haz que este día/ se multiplique y apegue/ a la memoria…/ continúa/ tu tacto levísimo me agota/ ¡húndete más!/ mueve/ fricciona/ derriba/ desgaja la ternura que ilumina la pulpa” (p. 32).

Quizá lo más notable entre ambos autores sea la concepción del tiempo erótico. Para la protagonista de Miranda, lo único que cuenta son esos instantes de puro placer porque éstos anulan el tiempo. Para el yo poético de Bracho, como se mencionó antes, la fusión pasional de tiempo y memoria le permite vivir de las reminiscencias sobre la mujer que se le escapó en la muerte. Evocarla, convocarla e invocarla se convertirá en un festín inacabable.

De acuerdo al epígrafe de Octavio Paz, queda claro que el erotismo en la obra de Catalina Miranda se afirma en el tallo, mientras que en la poesía de Carlos Bracho se afirma en la flor.

Uno de los reproches más frecuentes hechos al erotismo es que no tiene frutos, pues la pregunta obligada para muchos es, ¿cuál sería el fruto del erotismo? Octavio Paz considera que el erotismo no los da. La respuesta a esa interrogante podría ser simple pero de implicaciones amplias. El fruto del erotismo se plasma en obras escultóricas, arquitectónicas, pinturas, grabados, fotografías, melodías, videos, sinfonías, películas. Y sobre todo queda apuntado en ese pequeñito mundo dentro de otro mundo que constituyen los cuentos; o en ese espacio espiritual pleno de sueños y anhelos donde habita la poesía. Habrá más géneros literarios ya que se trata de la Literatura. Prueba fehaciente de ello es Una naranja en la lengua de Eros de Catalina Miranda y Festín Inacabable de Carlos Bracho.