Los transgénicos surgieron hace unos diez mil años con el surgimiento de la agricultura, cuando de manera empírica nuestros antepasados seleccionaban las mejores semillas de la cosecha para su siguiente cultivo; pero de manera metodológica, científica, apenas tienen 45 años de historia.

La creación de organismos genéticamente modificados (OGM) ha significado grandes beneficios para cientos de millones de personas, pero también ha acarreado una serie de ataques, todos infundados, que han causado temor entre ciertos sectores de la población mundial. 

Somos comegenes, desde siempre

En la década de 1990, con la introducción de los primeros alimentos genéticamente modificados (el jitomate), aparecieron las manifestaciones de rechazo a los OGM. Uno de los primeros argumentos fue que estos alimentos podrían causarnos graves alteraciones, ya que íbamos a comer genes de otras especies trasladados a los alimentos. Este planteamiento no difirió mucho del esgrimido contra la vacuna antivariólica, a fines del siglo XVIII, cuando se decía que era un sacrilegio inocular productos de la vaca.

A fines del siglo XX, fue necesario explicar que los seres humanos siempre hemos sido come genes, aun así, de tiempo en tiempo los detractores vuelven a utilizar esos argumentos, aunque se olvidan de los grandes beneficios patentes que han traído los OGM.

En 1973, Herbert Bayer y Stanley Cohen pudieron transferir ácido desoxirribonucleico de una bacteria a otra. Así se inició la era científica de los transgénicos; cuatro años más tarde, el mexicano Francisco Bolívar Zapata, con un grupo de investigadores estadounidenses logró producir en bacterias insulina humana, con técnicas de ingeniería genética, con lo cual abrió la posibilidad de sustituir a la insulina de bovinos que se empleaba contra la diabetes tipo 1.

Más tarde, en 1983, se creó la primera planta transgénica, la de tabaco, que desarrollaron Michael W. Bevan, Richard B. Flavell y Mary Dell Chiulton. Posteriormente surgieron otras como la soya, el trigo, el arroz y el maíz que se cultivan y consumen sin que se hayan encontrado daños a la salud de humanos y animales.

Los detractores de los transgénicos sostienen que la utilización de maíz genéticamente modificado en México pone en riesgo a las variedades nativas y a sus parientes. Asimismo, resaltan que en nuestro país se originó el maíz y por lo tanto deben cuidarse aún más estas variedades.

Sin embargo, en un detallado y muy documentado estudio realizado por 17 miembros del Comité de Biotecnología de la Academia Mexicana de Ciencias (AMC), encabezados por el doctor Francisco Bolívar Zapata, publicado en 2017, refutan convincentemente este y otros argumentos en contra de los transgénicos.

 

En la manufactura de carteras y billetes del euro se utiliza algodón transgénico.

Beneficios

En la obra Transgénicos. Grandes beneficios, ausencia de daños y mitos, de estos expertos del Comité de Biotecnología de la AMC, se afirma: “no existe ninguna evidencia científica sólida publicada que indique que el maíz transgénico «contamine», ponga en riesgo o dañe las 60 variedades de maíces nativos y parientes silvestres que hay en el país. Tampoco hay evidencias de daño por la coexistencia de maíces transgénicos con otras variedades de híbridos convencionales”.

Asimismo, se reitera que el estudio de Gilles-Éric Séralini y colaboradores, publicado en 2012 sobre supuestos daños a la salud causados por el herbicida glifosato contiene datos erróneos. Los expertos de la AMC refieren: “el artículo de Séralini y colaboradores, 2012, fue refutado y descalificado por decenas de análisis hechos por especialistas y comunicados por agencias encargadas de la evaluación de inocuidad y seguridad de alimentos”.

A pesar de estas evidencias, los detractores de los transgénicos continúan empleando los mismos argumentos en contra de los transgénicos en la agricultura, pero no se manifiestan en contra de otros productos genéticamente modificados, que actualmente están en uso, como la insulina humana y algunos medicamentos; asimismo, se abstienen de opinar sobre las enzimas transgénicas que se emplean en algunos detergentes, en jugos para eliminar los grumos y en ciertos artículos de higiene íntima.

Los transgénicos se encuentran hasta en la ropa y en las carteras de los europeos. Los pantalones de mezclilla se fabrican con algodón transgénico, además se emplean enzimas genéticamente modificadas para el lavado a la piedra, que les da apariencia de desgastados. En los billetes de euros también se utiliza el algodón transgénico.

Por supuesto que quienes están en contra de los transgénicos, únicamente protestan contra los cultivos para el consumo humano y animal, pero no se manifiestan en las farmacias, las casas de moneda europeas o las fábricas de mezclilla, pues sus protestan son selectivas, a pesar de que tenemos transgénicos hasta en la ropa.

@RenAnaya2

f/René Anaya Periodista Científico