“La cuarta transformación de México” anunciada por el ganador de las elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador, como un cambio nunca antes visto en el país, ha estado acompañado hasta ahora por los anuncios sin respiro de la descentralización del gobierno federal, recorte de sueldos de funcionarios, creación de coordinadores estatales y planes de austeridad, que llevará a cabo un líder único, que actuará como jefe del Ejecutivo, director de comunicación social y dirigente del partido mayoritario Morena.

Así lo plantea en su artículo publicado en El País el investigador del Instituto de Investigaciones Histórico Sociales de la Universidad Veracruzana, Alberto Olvera, miembro del Centro de Análisis e Investigación Fundar, quien señala a Siempre! que para lograr una cuarta transformación, más allá de una moralización ejemplar del presidente de la república, urge entrar de lleno en el funcionamiento del Estado mismo, favoreciendo un federalismo basado en el equilibrio de poder y no en la imposición de un nuevo centralismo presidencialista, que corre el riesgo de convertirse en una regresión al presidencialismo absoluto del siglo XX.

Estos son sus conceptos:

 

Riesgos de elecciones plebiscitarias

“Lo importante para entender esta elección del 1 de julio, es que fue un rechazo masivo al orden político existente, una crítica radical de la población, un acto de desesperación contra un orden con el cual ya no se está de acuerdo. Puntos intolerables: una corrupción que no pudo ocultarse más, no es que el gobierno de Peña Nieto sea más corrupto que otro, simplemente fue una corrupción mucho más visible y, por tanto, se volvió un escándalo intolerable gracias a las redes sociales, a la nueva investigación periodística y algunos ejercicios de transparencia.

Por otro lado, la inseguridad y el crimen que ya no son posibles de aguantar, pero un punto central es el crimen común. Una cosa que no se percibió con claridad es que los sectores populares están especialmente hartos porque cotidianamente sufren robos y agresiones, es algo que no se entiende lo suficiente y ya no lo soporta la gente. Fue un plebiscito en contra del régimen anterior, no a favor de Andrés Manuel sino en contra de lo que ha habido hasta el momento.

Una elección de este tipo siempre otorga una gran victoria a quien se opone, a lo que es intolerable e insoportable, y creo que nadie, nadie en este país, ni el PRI, ni el PAN, ni los comentócratas, nadie entendió la magnitud del descontento. Es una elección histórica, plebiscitaria, es casi, casi como decirle no a lo que ya existe. Es lo que explica la magnitud de la victoria de Morena.

Ese partido tiene mayoría en las Cámaras, ganó la mayoría de las capitales de los estados, controla suficientes Congresos estatales para promover, en su momento, cambios constitucionales. Una elección plebiscitaria le permite al ganador gobernar con amplitud, sin obstáculo alguno y esto es un riesgo, puede resultar algo muy positivo en un futuro cambio de régimen, pero también es un riesgo de que los que asuman el gobierno reproduzcan métodos del pasado, que regresemos a algunas características negativas del viejo régimen político, sobre todo el presidencialismo centralizado. Hay una gran oportunidad pero también un gran riesgo, eso es en lo que trato de llamar la atención”.

 

No basta imponer reglas de austeridad

El especialista en sociedad civil, participación ciudadana e innovación democrática se refirió al peligro de que las propuestas del nuevo gobierno no vayan acompañadas de una transformación de las instituciones.

“Podemos caer en un régimen unipersonal que entienda su misión como una especie de moralización del Estado, una moralización en términos de controlar la corrupción y los excesos y, por otro lado, como una especie de justicia desde arriba, una justicia distributiva con base en diversos tipos de subsidios y pagos, que no implica transformar ni las estructuras económicas ni necesariamente sociales, puesto que una justicia distributiva en realidad no toca las estructuras profundas.

Aquí viene el problema, si el diagnóstico es que el Estado no funciona, que está corrompido desde el fondo, no basta con reglas administrativas, con una especie de moralización ejemplar desde el presidente de la república, sino que se requieren cambios de fondo de cómo funciona el Estado, no solo imponer reglas de austeridad y eso significa tener más transparencia, abrir más espacios a la participación de la ciudadanía y establecer claras responsabilidades y equilibrios al ejercicio de la función pública.

Aquí tenemos una diferencia muy importante de concepto; al parecer López Obrador piensa que la moralización viene de arriba para abajo y que para imponérsela a todo el mundo tiene que haber un presidencialismo centralizado fuertísimo, casi absoluto. La otra vertiente diría: no, lo que tenemos que hacer es cambiar el régimen político, es decir: darle mucho más protagonismo a la ciudadanía, establecer equilibrios internos de los tres poderes y crear un verdadero Estado democrático de derecho, eso es diferente completamente a la imposición disciplinaria centralizada que lo que parece provenir ahora, son dos cosas distintas.

En cuanto a la justicia distributiva en la cual todo el mundo está de acuerdo, porque tenemos que combatir la miseria y la pobreza que hay en este país, hay también un método que es repartir becas y apoyos, el estilo populista del viejo régimen, y otra cosa es crear mecanismos universales para la ciudadanía, crear un piso de justicia social que no debe fundarse solo en este tipo de apoyos y de becas especificas sino creando empleos productivos y, por sobre todas las cosas, generar un sistema de salud y de educación funcionales, se debe impulsar ese piso mínimo de bienestar”.

Coordinadores estatales, centralización del poder

Cuestionado sobre la creación de los nuevos coordinadores estatales de Morena, Olvera señaló que aunque todavía no se sabe claramente cómo van a operar, se generarán fuertes conflictos con los gobernadores.

“Hay claramente —en la creación de esta figura de los coordinadores estatales de desarrollo— la intentona del gobierno federal de poner una especie de vicegobernador, de tener el manejo de los recursos federales. No sabemos en la práctica cómo vaya a operar, pero la intención claramente es la centralización del poder de decisión en el gobierno federal y por tanto del presidente de la república.

Creo que va a ser inaceptable para los gobernadores, va a generar conflictos muy fuertes y no es la manera adecuada de construir equilibrios, es decir, el federalismo enfermo de México, realmente ha sido un federalismo fallido que dio lugar más bien a diversas formas de autoritarismo subnacional, no puede ser resuelto mediante la imposición de un nuevo centralismo presidencialista.

En vez de resolver el problema, nos retrotrae al pasado, creo más bien que tendríamos que pensar en un federalismo equilibrado, donde en efecto se hiciera rendir cuentas a los gobernadores, no por virtud de la justicia divina del presidente, sino por virtud de instituciones que funcionan, de hecho mucho del desastre total que tiene México en materia de gobiernos estatales es debido a la inaplicación de la ley, no a su ausencia, es decir a la decisión política del presidente Peña de ignorar olímpicamente todos los signos de la corrupción brutal que ya carcomía a los gobiernos estatales, hubo denuncias de la Auditoría Superior de la Federación que nunca se procesaron en la Procuraduría. Fue una decisión política el permitir que la corrupción existiera.

Lo que necesitamos es una decisión política de detener esa corrupción, de tener verdaderos órganos que sean capaces de detenerla y para ello no necesitamos superdelegados, una especie de nuevos jefes políticos en los estados, sino que haya una decisión política de que las instituciones funcionen. De hecho, ya hay un mecanismo de control creado en las elecciones pasadas. Morena va tener mayoría en 17 o tal vez 18 de las legislaturas estatales, tendrán un control enorme sobre los gobernadores, porque son legislaturas, la primera instancia de control.

Se necesita que funcionen las legislaturas, y eso marca una diferencia de concepción entre un verdadero federalismo basado en equilibrio de poder y una anulación de facto del federalismo mediante un presidencialismo renovado”.

 

Constitución que fortalezca el equilibrio de poderes

Olvera, fundador y miembro de la dirección nacional de Alianza Cívica, editorialista y coordinador y coautor de La sociedad civil: de la teoría a la realidad, entre otros textos, se pronunció por la creación de una nueva carta magna.

“La Constitución que tenemos es un cuerpo totalmente deforme de leyes, recuerde que la carta magna del 17 ha sido reformada casi 700 veces y se ha multiplicado su extensión por cuatro, esta Constitución es un cuerpo lleno de chipotes incoherentes que sí necesita ser cambiado. La cuestión es en qué sentido la vamos a cambiar y cómo se hace una nueva Constitución y para qué. La Constitución es un momento fundacional de un país y aquí necesitamos moderar el presidencialismo estructural que hay en México, fortalecer y profesionalizar los poderes Legislativo y el Judicial, además de crear un nuevo municipalismo, porque en México tenemos uno de los peores regímenes municipales del mundo.

El problema estriba en qué condiciones y cómo lo hacemos. La idea es buena, incluso necesaria, la cuestión es cómo se hace ese proceso que va a ser absolutamente decisivo. Si se hace mediante consultas públicas, si se hace un largo proceso de elaboración de ideas, de debate nacional sobre a qué país aspiramos, va a ser un momento extraordinario y creativo para México; si se hace con una imposición del partido mayoritario, sin consulta ni debate, podemos crear un nuevo monstruo que podría ser peligroso”.