El poder tiende a corromper, el poder

absoluto corrompe absolutamente.

Lord Acton

Tal parece que con las elecciones de julio pasado México entró en una etapa de cambios positivos que le permitieran tener un crecimiento y desarrollo económico, social y político sostenido, sin embargo, así como observamos una transición poselectoral en calma esta falsa luna de miel duró muy poco.

Nos encontramos en medio de decisiones de un gobierno constitucional y de un gobierno electo que aún ni siquiera ha recibido la constancia de presidente electo y ya se han involucrado en la toma de decisiones que alteran la vida del país.

Aún no se ha terminado de calificar la elección y las declaraciones e involucramiento del que en su momento será el nuevo gobierno ya han generado problemas, como la cancelación de cuatro licitaciones en el nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México. Estas ya estaban programadas en un proyecto de obra y, más allá de que se esté de acuerdo o no, este tipo de determinaciones generan costos no programados y parálisis en la ejecución de una obra de gran envergadura.

Aún faltan meses para el cambio formal del gobierno y la relación nacional e internacional con el virtual ganador de las elecciones por primera vez en la historia de México se da como si ya fuera presidente en funciones.

Vemos circunstancias tan extremas como el caso de los diputados locales electos del Estado de México que se manifestaron en contra de una serie de decisiones del Congreso en funciones. No está mal manifestarse, lo grave es la forma en que se hace, los argumentos que se esgrimen para descalificar a los funcionarios constitucionalmente en funciones.

Cierto es que las urnas dieron una mayoría que ni López Obrador ni Morena esperaban, en una democracia las mayorías tienen la oportunidad de construir sus planes y acciones de gobierno, pero no tienen el derecho de pasar por encima de las leyes y las Instituciones y mucho menos pueden violar los derechos humanos fundamentales.

La elección es de un mandato para ser un gobierno y no como si este fuera de su propiedad, tampoco han perdido la obligación y responsabilidad de rendir cuentas de manera permanente y continua.

A unas semanas de la elección vemos a un gobierno de facto que en la realidad constitucional y jurídica no existe, pero que en la realidad social y política ya está tomando determinaciones que afectan la vida del país, inclusive aún faltan cuentas por rendir, como el fideicomiso creado por Morena para ayudar a damnificados que tiene irregularidades, y las autoridades tienen que investigar.

Ya se han empezado a generar muchos desencantos y desilusiones, la pregunta es: ¿en dónde está la oposición que se va a encargar de alertar, exhibir y denunciar los excesos de quien será el nuevo gobierno?

Sin ser gobierno ya nos han dado una muestra de lo que son capaces; siendo gobierno, el peligro, el autoritarismo y la regresión es real y latente.