El pasado miércoles 8 de agosto el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación declaró presidente electo al licenciado Andrés Manuel López Obrador; este es el final del más largo proceso de lucha electoral de un candidato a la presidencia en el México moderno; la perseverancia, la tozudez y el afán de poder, hicieron posible este triunfo arrasador que, desde luego, cambia la fisonomía del sistema político y afectará también el sistema económico.
El optimismo y la esperanza son los signos de esta victoria electoral que se manifiesta en la confianza de los consumidores y en una euforia colectiva, que probablemente rebase la realidad.
La corrupción no es una causa sino un efecto; en realidad la falta de crecimiento económico, la desigualdad y la pobreza han sido causadas en todo el mundo —y particularmente en nuestro país— por la globalización neoliberal, que ha convertido la riqueza y el dinero en dioses de una nueva religión, cuyos efectos han sido devastadores.
La descomposición social es producto de esa brecha insalvable, que representa la multiplicación exacerbada de la riqueza —concentrada en unas cuantas manos— en donde el control de las finanzas y de los negocios, es decir, el mercado, está básicamente en manos del .01 por ciento de la población mundial, al igual que en nuestro país.
Al parecer, el presidente electo está atrapado en medio de este sistema neoliberal, por eso ha tenido que ceder —pese a su pensamiento ideológico— ante el avance de la injusticia provocada por el neoliberalismo; se ha visto obligado a manejar una relación con Estados Unidos, aparentemente débil, particularmente en el tema del TLCAN que, como va, puede resultar peor que el que está vigente; se ha rodeado de personajes de la iniciativa privada como el probable jefe de la oficina de la presidencia, Alfonso Romo, y se ha reunido con los empresarios de Monterrey y con todos los grandes capitales del país, como el propio Carlos Slim; difícilmente podrá meter reversa a las reformas neoliberales, particularmente a la energética.

Por otra parte, la conducta de López Obrador ha sido inteligente y de consenso, la mejor prueba es el desayuno que ofreció a José Antonio Meade, que fue bien visto por tirios y troyanos,
No tendrá más remedio que continuar con el neoliberalismo impuesto, entre otros, por Carlos Salinas de Gortari y por Ernesto Zedillo.
En tanto al sistema político, ha quedado totalmente destruida la posibilidad de un equilibrio entre los partidos políticos tradicionales y el resultado de las elecciones en la Cámara de Diputados, en el Senado y en los Congresos locales, lo cual nos llevará irremisiblemente a un sistema autocrático, donde solo exista el pensamiento único y la voluntad unilateral, muy parecido a como lo diseño Plutarco Elías Calles cuando creó el Partido Nacional Revolucionario (PNR).
En resumen, Caros Salinas de Gortari y Plutarco Elías Calles serán los ejemplos paradigmáticos en que puede desembocar el nuevo gobierno, si no amplía el equilibrio de los poderes y la conformación de una auténtica democracia.
Esperemos que, al menos en política social, el nuevo gobierno pueda disminuir las grandes desigualdades de nuestro tiempo.


