Si no fuera porque lo que sucede dentro de la Casa Blanca son hechos fehacientes, bien podría pensarse que se trata de la filmación de un “docudrama” o peor aún, de una ridícula telenovela a la mexicana o de una burda copia en Estambul: una larguísima y absurda serie turca, remedo de las tropelías que cotidianamente lleva a cabo el presidente estadounidense Donald John Trump. Cuando alguien supone que ya la serie terminó, del fondo de la chistera de Mandrake se sacan otros personajes y circunstancias que alargan, innecesariamente, la sucesión de episodios. Cada vez más estrambóticos y menos serios.

Así como parecen interminables los Reality Shows que tanto medró Trump, la sucesión de libros y las querellas judiciales en contra del mentiroso representante del Tío Sam no cesan. El colmo, ahora hasta periódicos de tanta fama y seriedad como The New York Times publican artículos anónimos en su sección de opinión, de supuestos funcionarios que han hecho causa común para tratar de impedir que el actual residente de la mansión presidencial de la Unión Americana acabe con el “último imperio” del planeta. Como dijera Ripley: “aunque usted no lo crea”.

Con el título “Yo soy parte de la resistencia interna de la Administración de Trump”, el diario neoyorquino publicó el miércoles 5 de septiembre un artículo, sin firma, supuestamente escrito por un miembro del equipo de gobierno del rubio empresario que enumera puntos y comas de una increíble situación de la presidencia estadounidense, en la que varios miembros del Ejecutivo se sienten tan asustados por los “arranques” del magnate republicano que decidieron actuar para controlar y moderar la agenda del presidente. Incluso, los complicados en esta maniobra se llegaron a plantear la posibilidad de pedir la “incapacitación”: bajo la Enmienda 25, una posibilidad de la Constitución para poder separar al presidente del poder.

Aunque muchos piensan que este asunto no es serio, realmente sí lo es y mucho. No solo para el periódico sino para propios y extraños. El diario aclara, al principio del texto, que difundir un escrito de este tipo sin proporcionar la identidad del autor —conocida por los editores—, es excepcional pero lo justifican por el interés de compartir su planteamiento del caso. Coincidentemente, la publicación del renombrado artículo tuvo lugar al siguiente día de que salieran a la luz extractos de un nuevo libro del periodista Bob Woodward en el que también aparecen miembros del gobierno de Trump aterrados por el rumbo que mantiene la Casa Blanca.

El escritor no identificado —que pidió el anonimato al New York Times para proteger su empleo y su integridad física— afirma en su artículo: “Trabajo para el presidente, pero a semejanza de otros colegas como yo, he prometido boicotear partes de su agenda y sus peores inclinaciones”. También afirma que no pertenece a la llamada “resistencia” de la izquierda estadounidense, pero considera que Donald Trump actúa de un “modo dañino para la salud de la república”. De tal manera, varios miembros del equipo del magnate republicano tratan de encausar discretamente los “impulsos más equivocados” del ex conductor de reality shows hasta que éste quede fuera del gobierno.

Deja claro el anónimo autor su propósito: “Para ser claros, la nuestra no es la resistencia popular de la izquierda. Queremos que la Administración tenga éxito y pensamos que muchas de las políticas ya han hecho de Estados Unidos un lugar más seguro y más próspero”.

Agrega: “Creemos tener una obligación con nuestro país y el presidente continúa actuando de una manera que va en detrimento de la salud de nuestra nación”. El sorprendente artículo ha suscitado, como podría esperarse, un intenso debate periodístico que va más allá de lo estrictamente político sobre los límites éticos de publicar un texto de estas características sin revelar la identidad del autor.

La reacción del mendaz mandatario no se hizo esperar, aunque el propio Trump la dosificó. Primero calificó el articulo como una “vergüenza” y la portavoz, Sarah Sanders, tachó de “cobarde” al responsable y lo incitó a renunciar a su puesto, dando credibilidad a la autoría del texto. El magnate presionó el jueves 6 al periódico neoyorquino para averiguar la identidad del “topo” y arremetió coléricamente en su contra en su cuenta de Twitter, primero escribió en mayúsculas “¿TRAICION?”. Acto seguido se lanzó contra The New York Times, objetivo acostumbrado en sus ataques contra la prensa impresa, cuestionando incluso la existencia del autor anónimo: “¿Existe el llamado “alto funcionario de la Administración” o se trata sólo del fracasado New York Times utilizando otra fuente impostora..? Si esa persona anónima existe, por motivos de Seguridad Nacional debe ser entregada al Gobierno”, insistió el magnate.

No cabe duda que el autor anónimo del artículo publicado por el cotidiano neoyorquino será descubierto más pronto de lo que podría esperarse. La “garganta profunda” en la época de Trump tiene menos posibilidades de permanecer oculta que la de tiempos de Richard Nixon. Como sea, el artículo recuerda algunos de los episodios que aparecen en el libro de Bob Woodward: Fear: Trump in the White House (Miedo: Trump en La Casa Blanca), que ya está en librerías.

Dice el autor anónimo: “La raíz del problema es la amoralidad del presidente”…”Cualquiera que haya trabajado con él…sabe que no está anclado a ningún principio discernible que guíe su toma de decisiones”…”Aunque haya sido elegido como republicano, muestra poca afinidad con los principios de libertad de mercados, de pensamiento y de personas que los conservadores se atribuyen”, afirma el texto, que lamenta hechos como que el presidente califique a la prensa de “enemigo del pueblo”.

La caza que ordenó Trump para encontrar al “culpable” desató el pánico dentro de su propio gobierno, que intentó, de nuevo sin éxito, contener la enésima crisis de la administración. Por lo general, Trump lleva un papel escrito en su bolsillo con una lista de posibles soplones. El jueves 6, cuando el escándalo ya era del conocimiento público, y la Casa Blanca dio la orden para localizar al autor del artículo periodístico, el portavoz del vicepresidente Mike Pence, Jarrod Agen, se apresuró a desmentir vía Twitter que su jefe tuviera algo que ver con el asunto. En su tuit dice: “Nuestra oficina está por encima de este tipo de actos de principiantes”, en abierta referencia al polémico texto. Más tarde, el propio vicepresidente Pence declaró que si Trump se lo pedía, no dudaría en someterse al detector de mentiras.

Otros funcionarios relevantes hicieron lo propio, como Mike Pompeo, el secretario de Estado: “No es mío”, zanjó en forma directa cualquier alusión a él o a su equipo. Algo semejante hizo el director nacional de Inteligencia, Dan Coats: “Falso, nosotros no hemos sido”, en respuesta a los rumores de que él y su oficina estaban atrás del artículo de marras. El miedo se hizo patente entre los ayudantes de Trump. Conocen sus violentas reacciones.

Trump tomó el asunto por su cuenta, sobre todo porque volvió a usar la estrategia de que existe un complot en su contra, táctica que le ha funcionado en otras ocasiones. Trump “escribió”: “Estoy secando el pantano, y el pantano está intentando devolver el golpe. No se preocupen, ganaremos”. Posteriormente el mandatario intentó diversificar las declaraciones de la Casa Blanca hablando del líder norcoreano Kim Jong-un, de la buena marcha de la economía estadounidense y de otros logros bajo su mando. Agregó: “La confianza del consumidor es la más alta en 18 años”. Pero no siempre le resultan sus dichos.

La desesperación de Trump en este caso es evidente, dijeron muchos analistas. A tal grado que, por primera vez desde que llegó a Washington, Melania Trump, la primera dama, que siempre se presenta con bajo nivel, ahora se atrevió a acusar en un comunicado al autor de “sabotear el país” con sus “acciones cobardes” y lamentó el uso de fuentes no identificadas en el New York Times: “Gente sin nombre está escribiendo la historia de nuestra nación”.

En fin, para que nada falte, el ex presidente Barack Obama al hablar a jóvenes estudiantes de la Universidad de Urbana, Illinois, en plena campaña legislativa para el mes de noviembre, lanzó un ataque duro y directo contra Donald Trump por tratar de dividir a la sociedad estadounidense: “él es el síntoma, no la causa” del populismo, por lo que urgió a los demócratas a votar en masa en los próximos comicios: “nuestra democracia depende de ello”. VALE.