Casi todos los hombres pueden soportar la adversidad,
pero si quieren probar el carácter de un hombre, dale poder.
Abraham Lincoln
A veces, como el mismo presidente electo lo dijo en alguna entrevista callejera, uno no es reo de sus silencios, pero sí lo es de sus palabras, pues Andrés Manuel López Obrador en algunos temas no solo es reo de sus palabras, se ha convertido en esclavo.
Como retórica de campaña de un candidato que forjó una sólida imagen de austeridad y enemigo del derroche y la corrupción, fue un espléndido argumento su crítica a la adquisición del avión presidencial, hecha casi a finales del sexenio del expresidente Calderón, y luego ratificada la operación por el presidente Enrique Peña Nieto.
En los arrebatos retóricos, el presidente electo ha jurado no solo no subirse al avión presidencial, sino seguir viajando en vuelos comerciales, lo cual puede rayar en irresponsabilidad, según quien esto escribe.
En una semana ya ha padecido López Obrador dos retrasos en sus vuelos de regreso de Ciudad de México, lo cual una vez que asuma la presidencia puede significar una pésima utilización de su tiempo y, al final, un desperdicio estéril de recursos.
Es la misma actitud asumida respecto a su seguridad personal, va a eliminar el Estado Mayor Presidencial y a confiar en un grupo de 20 custodios sin experiencia alguna, “porque el pueblo lo cuida”.
A su alrededor tiene a colaboradores inteligentes, experimentados, alguno de los cuales debiera explicarle que, aunque es muy taquillero decir y actuar como un mexicano más, como cualquiera de nosotros, eso no es cierto.
Desde el uno de julio que fue elegido presidente de México, ya no es como nosotros, porque ninguno de las o los ciudadanos de a pie estamos en el umbral de ser presidentes y gobernar a 125 millones de compatriotas.
No es como nosotros, porque es el jefe de Gobierno y el jefe del Estado mexicano, los dos encargos que simultáneamente desempeña el presidente constitucional de México.
Si, como dice, se le caería la cara de vergüenza utilizar cualquiera de las aeronaves propiedad del Estado, cuando en México hay millones de pobres, le podríamos hacer una pregunta muy sencilla: ¿y por qué no se le cayó la cara de vergüenza en gastar millones de pesos en la campaña, con dinero de nuestros impuestos?
El argumento para no volar seguro y no tener suficiente seguridad es falaz. Y lo sabe, de la misma manera que sabe y sabe bien el caos que viviría México si algo le ocurriera. Penoso que parezca no importarle, a pesar de que también sabe que México tardaría casi media generación en recuperarse política, económica y socialmente del caso resultante de que, como se dijo antes, algo le ocurriera. A eso no tiene derecho, ningún derecho, no legal, ni político.
jfonseca@cafepolitico.com



