La imaginación extraordinaria y maravillosa de algunos escritores que avizoraron el porvenir, contemplaron una visión apocalíptica y difícil del destino humano: Julio Verne fue el más benigno de los futurólogos y dejó una herencia de ingenio y fascinación para innumerables generaciones; George Orwell predijo la acción autoritaria de “El Gran Hermano”; Aldous Huxley en Un mundo feliz adivinó un porvenir donde la manipulación genética y la drogadicción colectiva crearon una humanidad sin espíritu y sin sentido; otro más recientemente, el exitoso de Andy Weir con su libro Artemisa predice la vida de grupos humanos en la Luna.
Todos ellos advirtieron cambios, pero la realidad fue más cruel y terrible que sus propias predicciones: la perversidad de las guerras mundiales, los acontecimientos bélicos en Corea, Vietnam, Afganistán, Siria, Palestina, Líbano y tantos más hicieron palidecer esta visión futurista.
En México las cosas han sido peor, las guerras de Independencia, Reforma y Revolución propiciaron las muertes de millones de seres humanos, pero nunca de forma tan absurda como el momento en el que actualmente vivimos, donde la muerte, el crimen, la tortura y la brutalidad nos han convertido en una cámara de horrores dantesca, pues, los miles de muertos y desaparecidos no tienen razón de ser ni justificación alguna, si es que el homicidio puede tener justificación.
Las cifras nos estremecen, pero más que estas, la percepción social de quienes vivimos en México; es cierto, tenemos paraísos idílicos como Acapulco, Cancún, Vallarta, Los Cabos y otros más, pero también han sido contagiados por esta patología que nos mantiene en el terror de poder utilizar las carreteas o las calles. Es gravísima la situación del país.
Por eso, la tarea fundamental del próximo gobierno debe centrarse en tratar de dar una explicación, pero sobre todo, una solución que hasta hoy no se avizora en ningún lado. Los foros de pacificación solo nos dejan escuchar el triste lamento de las víctimas; las declaraciones de solución oscilan entre la amnistía, la legalización de la marihuana, o bien, las trilladas soluciones de mando único, capacitación de los cuerpos policiacos y reforma judicial y penitenciaria.
No se ve un horizonte claro, es fundamental para la tranquilidad de todos los mexicanos que exista una brújula que permita unirnos, en torno de la paz interna y de la tranquilidad social.
No es posible que los espacios noticiosos solo nos traigan crónicas lúgubres y horrendas, como los macabros tráilers de la muerte, o las siniestras fosas clandestinas donde se acumulan miles de cadáveres no identificados, la matanza de San Fernando, los sucesos que cotidianamente se producen en Guerreo. Ya perdimos la capacidad de asombro, pues no hay día en que no nos enteremos de secuestros, homicidios absurdos y extorsiones brutales.
La función primordial de un Estado es prestar la seguridad jurídica y la justicia para sus gobernados.

