Elena Vega De la Mora
El pasado 23 de junio, el Comisionado General de la Policía Federal, Facundo Rosas, declaró que la Familia Michoacana tenía cierto predominio en el sur de Michoacán: Uruapan, Apatzingán y Lázaro Cárdenas. Y hacia Morelia y el Norte de la entidad los Caballeros Templarios tienen más presencia.
Dos semanas después, el 8 de julio, un grupo de sicarios enfrentó a la Policía Federal en Apatzingán con un saldo de 7 delincuentes muertos. Sin embargo, al menos hay otros mil bien armados y bien escondidos que asolan muchos de los municipios del norte y del sur del estado.
Ese mismo día -8 de julio- mil 800 policías federales fueron enviados a Michoacán con 170 vehículos, 15 ambulancias y 4 helicópteros artillados que se suman a las fuerzas del Ejército y a la Marina para detener a unos tales Caballeros Templarios que están decididos a interferir en las próximas elecciones.
¿Qué efecto tiene en una población de 4 millones 350 mil habitantes la presencia de organizaciones criminales en constante enfrentamiento con las fuerzas del orden? Si en Noruega, una de las sociedades con mayor seguridad en el mundo, un solo loco aterró a toda la población, ¿qué no podrán hacer los mil o dos mil Caballeros Templarios en Michoacán?
El miedo de los candidatos
No vemos claro en Michoacán. Vemos a una Luisa María Calderón rodeada de un fuerte aparato militarizado que en las columnas periodísticas se aduce como personal del Estado Mayor Presidencial; vemos a un Fausto Vallejo ajeno a las confrontaciones y replegado en una sobrio proselitismo; apenas oímos a Silvano Aureoles, que no se atreve a levantar la voz por miedo a que le apliquen un “michoacanazo”.
Vemos a un titubeante Leonel Godoy que sólo se atreve a decir que no se pueden dar todas las garantías a candidatos y a ciudadanos en las próximas elecciones. Y a veces lo dice y a veces se desdice.
Y dentro de las huestes perredistas es notable la ausencia de López Obrador en sus giras pueblo por pueblo a las que nos tiene acostumbrados en un estado que se dice de cepa perredista, pero tampoco vemos a Cuauhtémoc Cárdenas, cacique moral de todos los michoacanos progresistas y herederos del ideario de los generales Cárdenas y Múgica.
Indicadores del miedo
Michoacán ocupa el segundo lugar, después de Chihuahua, en la incidencia del delito de homicidio. De acuerdo con información del ICESI (Instituto Ciudadano de estudios sobre Inseguridad), la Procuraduría General de Justicia de Michoacán (PGJ) registró en 2010 la tasa más alta de homicidios en lo que va de la administración de Leonel Godoy: 2 mil 419 delitos de homicidio –dolosos y culposos- frente a los 3,928 registrados en Chihuahua.
En cuanto al delito del secuestro en Michoacán, de 98 secuestros registrados en 2009 pasó a 137 en 2010. En Chihuahua la relación es inversa: 233 delitos de secuestro en 2009 y 132 en 2010.
El delito de extorsión ha posicionado al estado de Michoacán como la tercera entidad con mayor incidencia de este ilícito en todo el país. Tan sólo en enero de 2011, entre el 20 y 30 por ciento de los comercios formales establecidos en la entidad cerraron sus puertas principalmente por extorsiones, de acuerdo con el presidente de la Federación de Cámaras de Comercio de Michoacán, René Mendoza Sierra.
Superioridad numérica de las fuerzas del orden no intimida delincuentes
Los resultados de todas las acciones de las fuerzas públicas de 2008 al 7 de julio pasado arrojan un total de 729 delincuentes detenidos, de los cuales 539 están ligados al narcotráfico y 190 al delito de extorsión. Con estos números las autoridades dan prácticamente por extinguida a la Familia Michoacana.
Si se suman a los delincuentes capturados otros 300 integrantes de la Familia Michoacana detenidos por autoridades de Estados Unidos, esta organización criminal se componía aproximadamente de mil delincuentes que encabezaban la organización
Como vemos, las fuerzas del orden suman más elementos armados que las organizaciones delincuenciales y, a pesar de esta superioridad numérica, no arredra ni intimida a los delincuentes.
Analistas, como José Luis Piñeyro (UAM), cuestiona la efectividad de descabezar a las organizaciones criminales puesto que se rearticulan rápidamente. En el pasado mes de junio, la población “ha asistido estupefacta al espectáculo de decenas de cadáveres abandonados en las calles de Morelia, Lázaro Cárdenas, Jiquilpan, Sahuayo y Paracho.”
Tal es la percepción de la inseguridad que suceden eventos como en el municipio de Cherán donde sus habitantes se armaron con sus útiles de labranza para defender a su pueblo en contra de los cárteles de la droga que apoyaban a los talamontes. Este conflicto, aún no se resuelve.
Queda mencionada mas no cuantificada la intervención del Cártel del Golfo, los Zetas y el Cártel del Pacífico que en principio y en distintos momentos han intervenido en el fenómeno delincuencial de Michoacán, incrementando entre sus pugnas la percepción de inseguridad al matarse unos contra otros y generando alianzas y desavenencias de manera constante.
El problema no son las cifras sino el modo de operar de la delincuencia
Los indicadores más a la mano del INEGI nos revelan un estado en el que la mayoría de sus datos caen en el promedio nacional. En la gran estadística del censo hay equilibrio entre la población masculina y femenina; los habitantes de los CERESOS se parecen a la de otros estados del país donde asumimos que el miedo es menor o está controlado. Y todo porque en los grandes números de las estadísticas, tantos muertos son vistos como “daños colaterales”.
Cuesta tanto trabajo indagar lo que sucede en Michoacán que ahora los encuestadores irán protegidos por operativos policiacos y seguiremos resignados a pagar a 80 pesos un kilo de aguacate para abonar a las arcas de los criminales, como bien lo explica Jacobo Zabludovsky en su columna del 8 de agosto en periódico El Universal.
Los censos no le preguntan a la gente cuánto miedo tiene; no preguntan por qué se emigra a los Estados Unidos dentro de la perspectiva de cada familia que compone el tejido social. El miedo y la inseguridad, que es en gran medida una percepción, seguramente distorsionará la composición de los nuevos gobiernos estatal y municipal que se elegirán el próximo 13 de noviembre en Michoacán.



