La independencia de Estados Unidos de Norteamérica se logró en 1776, y fue reconocida por la Corona Británica hasta 1783 en el Tratado de París; en el proceso de ese tratado estuvieron presentes los enviados de España, Francia y los Países Bajos.
El rey español Carlos III fue representado por el Conde de Aranda, y este en su informe de conclusiones, dirigido a su monarca, observó la conducta de la delegación americana (John Adams, Benjamín Franklin y John Jay), y visionariamente predijo que ese nuevo país americano avasallaría muy pronto a toda América.
Ese vaticinio se cumplió con múltiples y variadas consecuencias; hasta 2019 el sojuzgamiento hacia México y la mayoría de países del continente no solo ha sido militar, económico y político, sino que en varias etapas históricas su influencia fue progresista y eficaz, en virtud de su avanzada organización y su sólida estructura de valores.
Esa riqueza axiológica ha sido paradigma frente al mundo: un federalismo eficiente (ahora debilitado por el presidente Donald Trump), una actitud inteligente y generosa que se expresa en el poema de Emma Lazarus situado en la Estatua de la Libertad (a la que hoy Trump ha pisoteado), libre concurrencia económica con estímulo para todos (que el presidente Donald despedazó), internacionalismo sin fronteras (que el actual residente de la Casa Blanca ha maldecido), política mundial sin muros (que Trump ha traicionado), libertad de expresión (que el citado presidente estadunidense ataca con rabia), respeto al ser humano y a la opinión pública (que Trump barbajanamente agrede con sus expresiones, y hasta con su conducta sexual). Total, Estados Unidos ha venido perdiendo sus nobles valores, en manos de su presidente.
Contra lo maligno de Trump, parece haber dentro de los Estados Unidos fuerzas con talento, decoro y dignidad, que ya están frenando ese bruto ejercicio gubernativo.
Contra lo maligno de Trump, parece haber dentro de los Estados Unidos fuerzas con talento, decoro y dignidad, que ya están frenando ese bruto ejercicio gubernativo.
Los demócratas, en el poder legislativo de aquel país, han instado una investigación sobre el autoritarismo del presidente Trump, dado que abusa del poder a su cargo.
Ese comité de la Cámara de Representantes, presidido por Jerrold Nadler, labora aparte del fiscal Robert Mueller, quien lo investiga por obstrucción a la justicia.
En ambas vías está probada la conducta inapropiada del presidente Trump, pues su ataque disoluto es al corazón del orden constitucional de los Estados Unidos.
Los documentos, testimonios y demás pruebas (aportadas y por aportar) de los que han sido, y de los que son, colaboradores de Trump, serán definitivos.
Sus ilícitos: actos delictivos fiscales, electorales, colaboración con potencia extranjera, racista, corrupto, mafioso, estafador, tramposo.
Llegó la hora de revertir los daños causados por el presidente Trump a todos; el culto al autoritarismo debe desterrarse de todo país.
En este caso, la población de norteameroicana es culpable y víctima. Ellos tienen el remedio, y bien saben cómo aplicarlo.