La llamada “cuarta revolución industrial” por las nuevas tecnologías de comunicación digital por Internet, con el teléfono inteligente en manos de la mayoría de la población del mundo globalizado, es el inicio de un nuevo paradigma de convivencia de la humanidad.

Paradójicamente la globalización “económica” hizo más ricos a los ricos ensanchando la brecha entre ricos y pobres que según Yuval Noah Harari en su reciente libro titulado 21 lecciones para el siglo XXI (pp. 97 y 98):

“Ya hoy en día, el uno por ciento más rico posee la mitad de las riquezas del mundo.Y lo que es aún más alarmante: las 100 personas más ricas poseen más en su conjunto que los 4,000 millones de personas más pobres.”

La organización Oxfam ha sostenido algo parecido en sus participaciones ante el Foro Económico Mundial de Davos, Suiza aludiendo a 68 personas con igual monto de riqueza, al total del 50 por ciento más pobre del mundo.

Por ello y muchas otras razones, es urgente impulsar con determinación y con fundamento en el artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que se establezca un orden social e internacional en el que las libertades y derechos proclamados en esta Declaración se hagan plenamente efectivos.

¿Cómo? a través de la revisión de la Carta de la ONU, con base en su artículo 109 y en el Principio de Autodeterminación de los Pueblos,que también se invocó en la Conferencia de San Francisco de 1945.

En paralelo nosotros, los ciudadanos del mundo, podemos y debemos iniciar el proceso electoral global democrático y transparente de abajo hacia arriba para la creación del parlamento mundial ciudadano, que es indispensable para levantar la voz y ser parte esencial del aprovechamiento de la “quinta revolución industrial”, pronto, a través de la Inteligencia Artificial (IA), hará posible una dictadura digital global (orwelliana con cualquiera de las potencias: China, Estados Unidos, Rusia o las tres) o una nueva civilización mundial con los 193 países de la ONU, “unidos” ante la adversidad del cambio climático que ya empezamos a sentir, con la participación de las empresas, fundaciones, asociaciones, sindicatos y universidades de todo el mundo bajo el código de una verdadera responsabilidad social.

Vivimos una época crucial para tomar conciencia de la realidad de la naturaleza humana, máxime que es el momento en que se presenta con toda crudeza la disyuntiva entre:

  • -La ley del más fuerte con todo su peso, una codicia irrefrenable y un poder insaciable de una pequeña élite, o

  • El imperio de la “soberanía de la humanidad” sustentada en el uso de la razón y la fuerza del derecho, de la mano de una conducta bajo la ética universal.

Ha sido sido la lucha constante de opuestos a través de la historia de los pueblos, que ahora es “un solo pueblo” el que está en juego, con la posibilidad de desaparecer o quedarse sumido en la irrelevancia el 99 por ciento, mientras la élite global se salva a sí misma, quizá con su séquito del uno por ciento, cuando mucho.

En otras palabras: entre el lado egoista y sombrío o el lado luminoso y solidario de la especie humana.