A uno de los ex presidentes mexicanos se le preguntó cuál era el año más difícil de un sexenio.  Su respuesta fue seca: el último.

A 10  meses con 17 días de la elección presidencial y a 14 meses con 24 días del término de su gestión, el presidente Felipe Calderón está en ese tramo en que se hace el recuento de lo hecho y de lo que faltó hacer.

El presidente Calderón está particularmente exigido por tantos pendientes, entre los cuales habrá que elegir cuáles son las prioridades, pues tiene demasiados fierros en la lumbre.

El primero y evidente pendiente sería el electoral. El tiempo corre y está obligado, si no a imponerle un candidato al Partido Acción Nacional, sí a poner orden en el proceso interno. Por supuesto que tiene sus preferencias, pero al final lo que importa es que su partido salga unido, pues al final del día es evidente que quien quiera que sea el candidato presidencial del PAN no va a tomar el camino suicida de criticar al gobierno calderonista.

Habrá de decidir si está dispuesto a correr el riesgo de Vicente Fox y a convertir al gobierno federal en factor determinante en las elecciones. Sería un riesgo. Fox pudo hacerlo porque las circunstancias le favorecieron.

Además del pendiente electoral, el presidente Calderón tiene el serio problema de cómo empezar a bajar la intensidad de la guerra contra el crimen organizado, pues aunque la opinión sensata reconoce que es necesaria, la política no es el campo más propicio a la sensatez. Sabe el Presidente que esa guerra será tema inagotable durante la campaña.

La clave está en encontrar la fórmula más eficaz para cuando menos reducir los índices de violencia.

A pesar de lo anterior, el gran pendiente del presidente Calderón es cómo enfrentar la recesión global inminente, por los problemas políticos y económicos de Estados Unidos y europeos.

El único lujo que no puede darse el presidente Calderón es que al cierre de su sexenio, en plena campaña presidencial, las condiciones de una crisis financiera socaven los cimientos de la economía construidos desde 1996 y responsablemente mantenidos durante 11 años de gobiernos panistas.

México estará en una encrucijada. ¿Qué tanto impulsar el mercado interno sin arriesgarse a disparar la inflación, el impuesto más injusto? ¿Qué tanto invertir en infraestructura flexibilizando las reglas?
Las otras alternativas son mantener la ortodoxa disciplina en las finanzas públicas, la cual pese a todo no podrá evitar los daños colaterales de afectar los índices de pobreza y desigualdad.

Cuánto hará el gobierno, dependerá del presidente Calderón.

Esa, al final del día, podrá ser la decisión más trascendente.

                                                                                     jfonseca@cafepolitico.com