Los mexicanos, embromados como estamos con los “cien días del gobierno de la cuarta transformación”, y con los funerales por decreto de la “pesadilla de las tres décadas, un lustro y un año del periodo neoliberal”, Andrés Manuel López Obrador dixit, alias “el incorruptible” y “el honrado”, desde los comicios presidenciales del 1 de julio de 2018 hemos llegado a creer que somos el “ombligo de la Tierra”, como bien lo estudió el inolvidable enciclopédico escritor italo-mexicano Gutierre Tibón. Creencia que tanto ha abonado el nuevo presidente de los habitantes de este bendito país digno de mejor suerte. De tal forma, no hay que creer todo lo que digan las recién llegadas autoridades mexicanas.

El mundo no gira alrededor de México, en las antípodas del planeta también hay cuestiones muy interesantes, como acaba de suceder en Nueva Zelanda, el país de las dos grandes islas donde también ha llegado el terrorismo, el “talón de Aquiles” de la Tierra en el siglo XXI, lo que demuestra que no solo las grandes potencias pueden “ufanarse” de sufrir el embate del terrorismo y del odio contra el islamismo, como algunos podrían suponer. Allá, en el fin del mundo, “donde nunca pasa nada”, los seres humanos también sienten en carne propia las dentelladas del irracional terrorismo.

 

 

Después de la Primera y de la Segunda Guerra Mundial, los pacifistas creyeron que con tan brutal derramamiento de sangre el ser humano tenía más que suficiente. No es así. De 1945 a la fecha, el mundo continúa cosechando millones de muertes por el camino de la violencia, nunca justificada pero siempre presente. Así, el atentado islamófobo que tuvo lugar el viernes 15 en la ciudad de Christchurch, Nueva Zelanda, que cortó la existencia a poco más de 50 personas, y dejó a otras tantas heridas, reunidas a orar en sendas mezquitas, demuestra hasta qué grado el discurso del odio se ha extendido globalmente y la urgente necesidad de combatirlo.

Además del nefando crimen, el autor de la matanza (un joven blanco australiano de menos de treinta años de edad, supremacista xenófobo), cometió la absurda osadía de retransmitir directamente, durante 17 minutos, en formato de videojuego, los asesinatos que iba cometiendo por las redes sociales, como si se tratara de una más de las idioteces que se intercambian los niños, los jóvenes y los ancianos de cualquier parte del mundo. Decisión del asesino y permisividad de las compañías que usufructúan las nuevas tecnologías de comunicación, lo que agregó mayor oprobio a su actuación criminal —si esto fuera posible.

Por desgracia, como bien lo sabe el respetado lector, hora tras hora los medios informan de homicidios indiscriminados en todas partes del mundo. Lo que acaba de acontecer en la lejana Nueva Zelanda es el ejemplo indiscutible de que ninguna comunidad está a salvo de la amenaza terrorista y de que el corrosivo discurso que culpa a todos los musulmanes del terrorismo islámico termina cristalizando en injustificables linchamientos contra personas que practican de manera pacífica la libertad de culto que garantiza cualquier sistema democrático. O debería.

Bien lo explica Fernando Reinares, director del Programa sobre Radicalización Violenta y Terrorismo Global en el Real Instituto Elcano de España, en su análisis La amenaza de la islamofobia: “Estos actos de terrorismo constituyen un indicador de la expansión, si bien dispar, del extremismo violento de ultraderecha en nuestras sociedades. Aunque los más habituales han sido de baja intensidad y muy limitada letalidad, lo ocurrido en la ciudad neozelandesa de Christchurch obliga a recordar que no es la primera vez que el terrorismo de esa orientación se manifiesta con cotas de mortalidad similares a las que en ocasiones ha alcanzado, desde su irrupción, hace dos décadas y media, del terrorismo yihadista. Quepa aludir al atentado de abril de 1995 en Oklahoma (EUA), que ocasionó 168 muertos, o los de julio de 2011 en Oslo en la isla noruega de Utoya, que produjeron 77 víctimas mortales”.

El hecho es que el viernes 15 de marzo, cuentan las crónicas, la ciudad de Christchurch vivió horas de terror tras el ataque a tiros registrados en dos mezquitas que causaron 50 muertos y un número igual de heridos, una docena de ellos reportados como muy graves. En esta ocasión, el responsable fue capturado. No lo mataron ni se suicidó. Está ante un juez.

 

 

Los medios locales y el The New York Times identificaron al atacante como Brenton Tarrant, de 28 años de edad, originario de Australia, que antes de iniciar sus ataques a las mezquitas publicó en una página web un manifiesto en el que se describía a sí mismo y explicaba los motivos racistas y xenófobos del ataque. El primer ministro de Australia, Scott Morrison calificó al atacante como un “terrorista de extrema derecha”. En el manifiesto, en el que presenta su visión neofascista y xenófoba del mundo, Tarrant afirma: “Solo soy un hombre blanco común, de una familia normal que ha decidido tomar una postura para asegurar el futuro de su gente”. La mezquita Masjid Al Noor fue la que sufrió el mayor número de víctimas, en esos momentos oraban en su interior alrededor de 500 fieles.

Después de perseguir al atacante, la policía neozelandesa tuvo que chocar con una patrulla la camioneta todoterreno en la que trataba de escapar, presentó a Tarrant al juez ante el que hizo gestos distintivos de los supremacistas blancos. De acuerdo al periódico The New Zealand Herald, el joven australiano que vivía en Nueva Zelanda desde el año 2017 como entrenador personal, era miembro de un club de tiro al que asistía con frecuencia. Según los vecinos de Tarrant este era una persona tranquila y discreta, a quien le gustaba platicar de los viajes que realizaba gracias a las ganancias que lograba invirtiendo en Bitcoin, la criptomoneda que se hundió a principios de 2018. La presencia del atacante fue comprobada por las autorizadles de varios países. Pasó varias temporada largas en Turquía y en 2016 hizo una gira por Serbia, Montenegro, Bosnia y Croacia. El año 2018 viajó a Bulgaria, Rumanía y Hungría. De acuerdo a Ekaterina Zakharieva, ministra de Exteriores de Bulgaria, Tarrant tenía “un conocimiento muy alto de historia de los Balcanes hasta detalles que diría  que muy poca gente en los Balcanes conoce”. Algo poco común.

 

El manifiesto del terrorista fue enviado por correo electrónico diez minutos antes de iniciar sus atentados a unas 70 direcciones, incluidos dirigentes políticos y medios de comunicación.

 

Asimismo, en el manifiesto que envió antes de sus ataques, Tarrant precisó que viajó a España, Francia y Portugal en 2017 y que ese año se decidió a llevar a cabo el atentado contra las mezquitas. Según dice, durante tres meses se dedicó a preparar la matanza en las mezquitas, aunque en principio no eran su blanco principal, pero después decidió hacerlo para “mostrar que ningún lugar era seguro” porque, según dice, “los invasores están en todas nuestras tierras”.

El propio The New Zealand Herald informa que el manifiesto del terrorista fue enviado por correo electrónico diez minutos antes de iniciar sus atentados a unas 70 direcciones, incluidos dirigentes políticos y medios de comunicación. La oficina de la primera ministra, Jacinta Arden, confirmó haberlo recibido y que informó a la policía. Además, se aclaró que en el documento, de 74 páginas, no se especifican detalles del ataque, “por lo que no había ninguna manera de pararlo”.

Este atentado pone de relieve, una vez más, la fácil posesión de armas de fuego en manos civiles, así como la transmisión en directo de actos criminales en lugares de asistencia general. Según datos de 2017, los cinco millones de habitantes de Nueva Zelanda poseen 1.5 millones de armas, lo que les hace superar el nivel de tenencia per cápita que exhibe Australia, aunque lejos de las cifras de Estados Unidos de América. La tierra del bélico Donald Trump. La ley respectiva data de 1983 y los sectores más ultraderechistas se han opuesto a acometer una amplia reforma legal, que ha permitido, por ejemplo, que civiles dispongan de por lo menos 15,000 fusiles propios del ejército. Un joven mayor de 16 años puede solicitar un permiso de portar armas. La primera ministra de Nueva Zelanda ya prometió cambiar la ley.

Asimismo, la propia Jacinta Arden, se lanzó contra Facebook por haber permitido que la matanza de Christchurch fuera retransmitida en directo. La funcionaria declaró: “Hicimos lo que pudimos para retirar imágenes que circularon tras el ataque terrorista. Pero al final depende de estas plataformas el facilitar la retirada. Creo que hay varias cuestiones que merecen una respuesta”. Arden llamó a Sheryl Sandberg, jefa mundial de operaciones de Facebook para pedirle explicaciones sobre el particular.

Al preguntársele si la red social debería detener automáticamente el servicio de streaming (retransmisión en directo), en casos similares al de las mezquitas neozelandesas, la propia primera ministra aclaró: ”esta es una cuestión que quiero discutir con Facebook”.

Ante la gravedad del escándalo, Facebook se limitó a “explicar” que durante las primeras horas posteriores al atentado se retiraron 1.5 millones de vídeos en todo el mundo, 1.2 millones de los cuales fueron bloqueados cuando eran cargados. Meras explicaciones. La indignación es mundial, cómo puede permitirse que esa atrocidad sea grabada por el terrorista con una Go-Pro y la transmita en directo a todas partes. Alguien debe ser responsable y sancionado. VALE.