De muchas ciudades alrededor del mundo salieron a las calles decenas de miles de adolescentes y jóvenes “para exigir a los dirigentes mundiales actúen ya para salvar a nuestro planeta”, como lo señaló António Guterres, secretario general de la ONU (La Jornada, 21 de marzo) quien agregó en su artículo que “Esos estudiantes han comprendido algo que muchas personas mayores parecen no captar: nos estamos jugando la vida en una carrera contra reloj y vamos perdiendo”.
¿Qué sigue?
Un exhorto de la Asamblea General de la ONU a los dirigentes mundiales con poder real, que son los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad desde hace 74 años: Estados Unidos, China, Rusia, Inglaterra y Francia, como lo mencioné en mi artículo anterior, pero ahora agrego, animado por los estudiantes, que si “los cinco” no asumen de verdad la gran responsabilidad que les corresponde en esta emergencia de seguridad global, el resto de los gobiernos de la ONU, con la sociedad civil mundial, podremos construir un nuevo paradigma de gobernanza global con fundamento en el principio de Autodeterminación de los Pueblos en su conjunto, ante una situación en que “nos estamos jugando la vida”, como dijo el propio secretario general de la ONU y, por supuesto, con el mismo derecho que ejercieron los fundadores de Naciones Unidas en 1945: “Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas…” (preámbulo de la carta).
La gravedad del caso es la misma: reconstruir el mundo y lograr la paz y la seguridad internacionales. Ante esta crisis mundial surgen condiciones de coyuntura que, con el uso de la razón al amparo de la soberanía de la humanidad se pueden romper moldes, como el derecho de veto de los Cinco Miembros Permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU y, en su caso, crear un nuevo paradigma.
La Unión Europea (UE) y el resto del mundo tienen la gran oportunidad de asumir el liderazgo para impulsar ese nuevo paradigma de gobernanza global hacia un parlamento mundial que urge implementar, se propone en especial para las nuevas generaciones que, como Greta Thunberg y los jóvenes estudiantes quienes ya se atrevieron a alzar la voz, podrán convertirse en verdaderos parlamentarios del mundo.
Para lograrlo tenemos dos caminos legítimos:
1) Que se convoque a una Asamblea General de la ONU para que las cinco potencias se comprometan a enfrentar el cambio climático, reduciendo su gasto militar y así comprometer a los demás o, en su defecto, que el resto de los paises procedan a la revisión de la Carta de la ONU (Art.109) y se elimine el derecho de veto al resolver: “transformar (no reformar) la ONU en un parlamento mundial” con fundamento en la soberanía de los pueblos del mundo, al servicio de los intereses de la humanidad en su conjunto (artículo 28 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos).
2) Impulsar en las universidades de todo el mundo que los estudiantes se conviertan en delegados parlamentarios hacia la construcción de un futuro parlamento mundial ciudadano (resolución Parmun), para lograr, con el apoyo decidido de la sociedad civil global, los cambios necesarios a que se refiere el párrafo anterior o implementar un nuevo paradigma para el siglo XXI.
El cambio climático no espera, como Greta y los estudiantes lo expresaron, con valor y determinación. Quienes somos mayores realicemos las acciones efectivas que nos corresponden con generosidad y responsabilidad.