El límite de la desesperanza debe tener un término a corto plazo. Tanto los afines al chavismo como sus adversarios saben que el régimen bolivariano no da para más. Tanto en lo interno como en lo externo. Esta certeza pega fuerte no solo a Caracas sino a La Habana, que es uno de los principales dependientes de la exangüe economía venezolana, cuyo derrumbe golpearía severamente la economía cubana. Está a punto.

El viejo “eje del mal” —la famosa frase del expresidente de Estados Unidos, George W. Bush, concebida por su escritor de discursos, el periodista David Frum, historia contada en su libro The right man (El hombre adecuado)—, en el que se incluía a Irak, Irán y Corea del Norte, como los malévolos del planeta, ha pasado a ser la “troika de la tiranía”, según la definió el exasesor de seguridad nacional de la Casa Blanca, John Bolton, para agregar que “cada esquina de ella (Caracas, La Habana y Managua) debe caer”. Pronóstico que un día se cumplirá, indudablemente, quizá la última en caer será la capital cubana, que bajo el régimen castrista ha sobrevivido seis décadas, ya hizo callo en vivir a costillas de otros.

Conviene recordar la historia para entender algunas cosas. Cuba apenas salía de la pesadilla del “periodo especial” cuando, en febrero de 1999, Hugo Chávez Frías llegaba a la presidencia venezolana. “Y se hizo la luz “ literalmente. Entre 1991 y 1994, después de la desintegración de la Unión de Repúblicas Soviéticas Socialistas (URSS), o si prefiere, la Unión Soviética, para abreviar términos, el PIB cubano cayó un 35 por ciento, con Moscú realizaba Cuba el 70 por ciento de sus intercambios comerciales y de allí procedía, subvencionado, el “bendito o maldito” petróleo, como guste. A los dominios de Fidel Castro Ruz, “literalmente” también “se le hizo de noche”. Sin mechero no hay luz.

La presión estadounidense, aprovechando la caída de la Unión Soviética, para desincentivar las inversiones extranjeras en la “perla del Caribe” se hizo evidente al aprobar las leyes Torricelli (1992) y Helmut-Burton (1996), además grupos violentos del exilio colocaron bombas en hoteles de La Habana para asustar a los turistas.

Cuenta Mauricio Vicent, en su análisis Primero Venezuela, después Cuba: “(El régimen fidelista) emprendió un controlado proceso de reformas para sobrevivir: legalizó el dólar, inició una apertura al sector privado y apostó por el turismo y las empresas mixtas y, aunque por el camino se quebró la sociedad igualitarista que había sido bandera de la revolución, las medidas ayudaron a superar el colapso y a que mejorasen las cifras macroeconómicas. Pero la situación no se consolidó hasta la llegada de la revolución bolivariana”.

“Poco antes de la muerte de Chávez (2013) —continúa Vicent—, Venezuela llegó a concentrar el 44 por ciento del volumen total del comercio exterior de la isla. Caracas compraba anualmente servicios profesionales cubanos —de médicos, enfermeras, maestros—, por más de 5,000 millones de dólares, 40,000 colaboradores trabajaban en el país sudamericano y la isla recibía 105,000 barriles diario, que cubrían el 60 por ciento de sus necesidades de petróleo, a precios preferenciales. Con Maduro las relaciones privilegiadas se mantuvieron, pero los suministros y los intercambios fueron menguando debido a la crisis interna venezolana. Hoy a La Habana llegan unos 50,000 barriles diarios de petróleo y el número de médicos y colaboradores cubanos en Venezuela ronda los 20,000. Aún así, Caracas sigue siendo el primer socio económico de La Habana, con un intercambio comercial superior a los 2,000 millones de dólares, cerca del 12 por ciento del PIB de la isla, pero lejos del 20 por ciento que llegó a representar años atrás”.

Sin duda, “Cuba ha demostrado que tiene un máster en supervivencia, pero la situación es inédita”. Cabe preguntarse qué brebaje o santería aplicó el régimen cubano a Hugo Chávez, primero, y a Nicolás Maduro Moros, después, para seguir manteniendo la entrega de esos miles de barriles de crudo diariamente al pueblo cubano pese a la catastrófica situación económica de la república bolivariana. Parece ser que, pese a todo, “yo no creo en las meigas, pero haberlas haylas” (meiga: palabra gallega que significa bruja, maga, hechicera). Ya no viven ni Fidel, ni Hugo, sobreviven Nicolás y Juan Guaidó Márquez, Hay que esperar a ver qué llama alumbra.

Desde hace meses, en todo el territorio venezolano los servicio eléctrico y de agua potable —sin olvidar que todo el país sufre severos cortes en el abasto de alimentos y otros productos necesarios para la limpieza, la salud y la vida cotidiana— son pésimos, pero en los últimos días los apagones han sido los más extensos de la historia. Las movilizaciones en 21 estados venezolanos por la falta de energía eléctrica y agua potable son cotidianas. El gobierno ha acusado a Estados Unidos de ser el responsable de las fallas en las centrales eléctricas, por medio de francotiradores que han disparado a los motores de ellas. Además de involucrar al presidente en funciones, el diputado y presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó y a sus principales colaboradores en el complot contra el régimen.

De tal suerte, el domingo 31 de marzo, Nicolás Maduro en un mensaje transmitido en cadena nacional, dio a conocer un plan de racionamiento eléctrico que durará 30 días, en momentos que se agravan los apagones generalizados que afectan prácticamente a todo Venezuela. El anuncio del presidente venezolano, repudiado por una gran mayoría de los ciudadanos, adelantó que las clases escolares podrían seguir suspendidas, aunque podrán reanudarse el miércoles siguiente, y mantuvo que las actividades laborales, públicas y privadas, se suspenderán a partir de las catorce horas diariamente.

 

La población protestó con cacerolazos desde los balcones y ventanas de casas y departamentos, gritando insultos contra Nicolás Maduro, a quien se considera responsable de los apagones.

 

Maduro dijo: “He aprobado un plan para ir a un régimen de equilibrio entre los procesos de generación, transmisión, servicio y consumo en todo el país, poniendo especial atención en garantizar el servicio de agua… Hemos venido trabajando esta situación. El golpe fue directo al sistema de generación y afectó su capacidad de transmisión a todo el país. Estamos investigando elementos de infiltración dentro del servicio eléctrico que pueden estar sirviendo de topos para dañar desde adentro”.

El apagón del domingo, último día del mes de marzo, se inició a las 9:40 (horario local), lo que dio pie a la ira popular. De inmediato, la población protestó con cacerolazos desde los balcones y ventanas de casas y departamentos, gritando insultos contra Nicolás Maduro, a quien se considera responsable de los apagones. El gobierno chavista atribuye la suspensión de la energía eléctrica a sabotajes, aunque los expertos en la materia aducen que son consecuencia de una “corrupta e incapaz  administración que se traduce en falta de mantenimiento al sistema eléctrico nacional”.  Desde el 7 de marzo último, cuando empezó el peor apagón hasta ahora, Maduro y sus voceros denunciaron que los cortes de energía se debían a “ataques electromagnéticos” preparados por Estados Unidos. Lo cierto es que las termoeléctricas funcionan apenas al 10 por ciento de su capacidad, según datos de la Asociación Venezolana de Ingeniería Eléctrica, Mecánica y Profesiones Afines.

Por su parte, el presidente encargado, jefe de la Asamblea Nacional legítimamente elegida, Juan Guaidó, rechazó vía Twitter, que las fallas eléctricas se deban a acciones de sabotaje y, además, declaró ”un nuevo apagón por culpa de los usurpadores… no pudieron con la electricidad, ni con el agua y ni con la economía”.

Como consecuencia de la falta de energía eléctrica, los acueductos no están en servicio y el metro de Caracas —que transporta cotidianamente alrededor de tres millones de personas—, está fuera de servicio con las tremendas consecuencias del caso. Asimismo, la Internet, los teléfonos fijos y celulares dar servicio de forma irregular.

Como corolario de tan confusa situación, el lunes 1 de abril el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) de Venezuela, ratificó una orden de arraigo contra del presidente encargado Juan Guaidó y remitió a la Asamblea Nacional Constituyente —convocada a modo por Nicolás Maduro—, una petición para quitarle el fuero parlamentario y poder proceder en su contra.

El TSJ había impuesto en enero pasado la prohibición de salir del país a Guaidó, quien “quebrantó esta medida”, dijo el presidente de la corte, Maikel Moreno, y agregó: “Se ordena remitir copia certificada de la presente decisión al presidente (hay muchos presidentes en Venezuela) de la Asamblea Constituyente a los fines del allanamiento a la inmunidad parlamentaria del referido ciudadano Juan Gerardo Antonio Guaidó Márquez… en su condición de diputado a la Asamblea Nacional”.

La desesperación de Nicolás Maduro es evidente. La suerte está echada. VALE.