Entrevista a Carlos E. Palacios | Curador

Por Jacquelin Ramos y Javier Vieyra

 

En el marco de amistad que México ha mantenido, la mayoría de las ocasiones, con el resto de los países del continente americano, la cultura invariablemente ha ocupado una posición central en cuanto a la dinámica de enriquecimiento mutuo que es fin y medio de las relaciones diplomáticas. No en vano nuestro país ha generado vínculos entrañables con diferentes naciones a través de los ilustres personajes que ha designado como embajadores en cada una de ellas: Alfonso Reyes en Argentina y Brasil, Amado Nervo en Uruguay, Federico Gamboa en Guatemala, etcétera. Sin embargo una de las muestras más emblemáticas de la fraternidad internacional es posible visualizarla en las exposiciones conformadas por colecciones mexicanas que viajan a múltiples destinos con el fin de dar a conocer las artes representativas de nuestro territorio y fortalecer así los lazos de unión entre  ambos Estados.

Dentro de este concepto, fue concebida una muestra que se instaló en el año de 1973 en Chile y que estaba integrada por obras de los tres máximos exponentes de la pintura mexicana: Diego Rivera, José Clemente Orozco y David Alfaro Siqueiros. Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos, estas piezas invaluables se encontraron en medio del peligro de las balas y la violencia, y pudieron perderse para siempre, pero hoy, después de haber sido rescatadas, engalanan los muros del Museo de Arte Carrillo Gil como lo hubieran hecho en su estadía en tierra chilena. Sobre “Orozco, Rivera y Siqueiros. La exposición pendiente” y su increíble historia, Carlos Palacios, curador de la exhibición,  conversó con Siempre!, narrando en primera instancia los acontecimientos que les dieron origen.

“Básicamente, la exposición se genera por los vínculos que el  entonces presidente de México, Luis Echeverría, había establecido muy tempranamente con Salvador Allende, el mandatario chileno: existía una muy buena relación diplomática entre ambos países. En su tercer año como presidente, el gobierno chileno estaba atravesando por una crisis severa, pues en julio de ese año, Allende ya había recibido el primer intento de un golpe de Estado, esto provocó de alguna manera que se fortalecieran los vínculos con México, así fue como el país mexicano le dio un espaldarazo al gobierno de Salvador Allende”.

En dicho contexto, Fernando Gamboa, funcionario y reconocido museógrafo mexicano que había dedicado su vida desde los años cuarenta a llevar exposiciones internacionales,  organizó, con apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y gracias a las buenas relaciones diplomáticas entre Chile y México, una muestra que, a pesar de encajar en los protocolos convencionales de la diplomacia, poseía el interés añadido de presentar la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, específicamente la concerniente a los tres grandes muralistas mexicanos  de la primera mitad del siglo XX: Orozco, Rivera y Siqueiros. Sin embargo, un nuevo golpe de Estado acabaría con la expectativa de la exhibición.

 

 

“La exposición fue nombrada Pintura, libros y artesanía de México, y se contemplaron 169 obras de estos grandes artistas. Se decidió establecerla como parte de las jornadas culturales entre México y Chile, que festejaban el aniversario del gobierno de la Unidad Popular, en septiembre de 1973. Fernando Gamboa acababa de conocer en julio de ese mismo año al director del Museo Nacional de Bellas Artes, el pintor chileno Nemesio Antúnez, por lo que inmediatamente se activa de manera muy eficiente el viaje de la colección, de Rusia, donde se encontraba en esos momentos, hasta Santiago de Chile. El mismo Gamboa instala la obra, cuidando perfectamente los cuadros para tenerla lista para que la inaugurara el presidente Allende, pero el 13 de septiembre de ese año ocurre el terrorífico golpe de Estado de los militares encabezados por Pinochet, dos días antes de que fuera la apertura. La exposición se queda pendiente.”

Una vez perpetrado el asesinato de Allende e instituido el nuevo régimen, las relaciones bilaterales no sufrieron un cambio radical, aunque las obras artísticas quedaron prendidas de un hilo, puesto que Gamboa se encontraba imposibilitado para conocer el estado en que se encontraba la colección dado que se constituyó el toque de queda. Aunado a ello, se tenían noticas de que el museo había sido ametrallado; el ambiente era realmente tenso en aquellos momentos. Poco después, nuestro país se convirtió en una nación abierta a recibir a los exiliados chilenos, incluida la familia de Allende, tras los acontecimientos, pero no pudieron recuperarse las obras inmediatamente, sino hasta después de dos semanas de los hechos en las que Gamboa registró gran parte de los acontecimientos.

“Gamboa logra documentar mucho del proceso político a la par de su inquietud por las obras; graba desde un radio portátil, en su habitación del hotel donde se está hospedando, el último mensaje del presidente chileno durante el ataque al Palacio de La Moneda, en esa grabación, además de las ráfagas de disparos, Gamboa también recupera sus impresiones y su preocupación por el acervo de la Colección Carrillo Gil. La colección lograría finalmente, después de 12 o 15 días, regresar sana y salva a México“.

Así, el Museo de Arte Carrillo Gil se enorgullece en revivir esta exposición, esta vez dentro de sus instalaciones, para que pueda ser admirada por todos los visitantes en aras de recordar el golpe de Estado chileno y visualizar las intersecciones entre la política y el arte.

“Efectivamente, es importante entender las tensiones que se trasladan desde el espacio diplomático y político a una colección de arte, que de alguna manera se vuelven un emblema, un poderoso símbolo de un pensamiento de izquierda en América Latina, y como ese pensamiento es originario de la Revolución Mexicana, esta se ve representada en la colección como un homenaje a la revolución que intentó el presidente Allende, así que son muy interesantes estos ecos que se establecen”.

Y es que a pesar de que esta exposición es menor a la que fue montada en Chile, se mantuvieron los ejes temáticos que Fernando Gamboa marcó en 1973 que están enriquecidos por elementos museográficos adicionales como el mapa y las fotografías que son tomadas una vez que se permite el ingreso al museo de Bellas Artes, que muestran los impactos de metralleta que sufrió el recinto. Esto nos habla, indica el especialista, del riesgo en el que estuvo la  Colección Carrillo Gil, y la fortuna de que ni un solo cuadro se viera afectado. “Orozco, Rivera y Siqueiros. La exposición pendiente” es, pues, no solo una simple pasarela de pinturas sino una especie de pretexto para adentrarse en uno de los episodios más significativos de la historia de América.

“La exposición relata toda este suceso. Se ocupa de exhibir lo mismo las pinturas, los dibujos, los grabados de Orozco, Siqueiros y Rivera, que saca a la luz varios capítulos donde se narra lo ocurrido en 1973. Tenemos la documentación clave de Fernando Gamboa que tanto en audio como manuscrita dejó asentado este pasaje terrible. Entonces, se va siguiendo la reconstrucción de la exposición de hace más de cuatro décadas y, por otra parte, se cuenta la historia de este drama. Nosotros mostramos en el segundo piso del museo toda la documentación relacionada con el golpe de Estado, con el exilio, y con las noticias que daban cuenta en México; además de eso se integran fotografías y video que relatan y hacen visibles las condiciones terribles por las que pasaron las obras”.

Carlos Palacios concluye su apreciación sobre el matiz simbólico de la exposición y de las obras.

“Creo que con esta muestra se cierra un capítulo, pero se abre la posibilidad de investigar los cuadros, además del patrimonio cultural que matiza la realidad y que va más allá de los valores plásticos de las obras. Me parece interesante que la gente entienda toda esta historia, de que el arte de alguna manera está estrechamente ligada a conducir a hechos históricos, es decir, hay una especie de diálogo que hace que  efectivamente le demos importancia al arte y a la historia del arte, no como una sucesión de estilo, de materiales y de formas de representar, sino también de una de forma de pensamiento que va más allá, relacionado con la política y la vida cotidiana de un país“.