Entrevista a José Ma. Muriá Rouret | Historiador
Por Javier Vieyra y Jacquelin Ramos
Este 2019 se cumplen 80 años del éxodo que emprendieron decenas de miles de españoles para huir del régimen de Francisco Franco. Hacia los primeros meses de 1939, la Guerra Civil Española se encontraba en su etapa final, luego de tres años de cruento enfrentamiento entre los partidarios de la Segunda Republica Española y un grupo sublevado integrado por militares y organizaciones políticas que llevó a cabo un golpe de Estado en julio de 1936 contra los primeros. Al eventual triunfo de las tropas que llevaron a Franco al poder ibérico, una enorme cantidad de simpatizantes y servidores públicos de la República, encabezada por Manuel Azaña, trataron desesperadamente de cruzar la frontera francesa con el fin de escapar de la persecución política que culminaba, sin variación, en la cárcel o la muerte. Esta crisis humanitaria, a la que las autoridades galas solo respondieron con los llamados campos de acogida en su territorio, encontró en el gobierno mexicano un frente de extraordinaria solidaridad y apoyo que tendría como fin último el recibir a los inmensos contingentes de refugiados en nuestro país y, además de brindarles la seguridad de un hogar, impulsarlos a continuar desarrollando su labores intelectuales y profesionales en beneficio de su nueva patria.
Este acontecimiento en el que México realizó una de las más dignas y honorables proezas de índole histórico y diplomático en el mundo, tuvo protagonistas a su altura sin los cuales nada de ello hubiera sido posible. El historiador José María Muriá Rouret realizó un entrañable homenaje a todos ellos en su nueva obra De no ser por México en la cual da cuenta de la valiente e invaluable labor de personas como Luis Ignacio Rodríguez Taboada y Gilberto Bosques Saldívar y de las atrocidades que tuvieron que atravesar los miles y miles de españoles que se habían quedado sin tierra ni futuro en la hegemonía franquista. Muriá explica los motivos por los que emprendió esta fascinante aventura en la memoria conjunta de España y México.

“La idea de realizar este libro deriva de un deseo personal de reivindicar el nombre y los hechos de los personajes que lograron, literalmente, salvar la vida de decenas de miles de españoles exiliados que encontraron en México una nueva casa u oportunidades para un desarrollo profesional como en ninguna parte del mundo. Me gustaría que las nuevas generaciones, tanto de descendientes de aquella migración como de mexicanos, adquirieran plena conciencia del enorme mérito y del gran esfuerzo que hicieron un grupo de mexicanos, que en Francia, principalmente, pero también en Portugal, y en algunos otros espacios, para que esas gentes pudieran venir; esto, a partir de la premisa de que fue México el único país que realmente abrió sus puertas para ellos: la prueba es que a México vinieron a dar más refugiados españoles, que a todos los demás países de América juntos”.
Y es que, indica el catedrático, en los últimos años se ha minimizado lo que bien podría definirse como una gran hazaña diplomática, pues se disminuye constantemente la cifra de españoles exiliados que pudieron llegar a tierras nacionales gracias a las gestiones de Rodríguez, Bassols, Bosques y Fabela, entre otros: “El trabajo de todos ellos, más todo el equipo de empleados mexicanos anónimos, podemos asegurar que le salvaron la vida, o por lo menos los salvaron de ir a parar en uno de esos campos horribles de trabajo españoles, o de que fueran secuestrados y regresados a España a donde irían a dar a la cárcel o al paredón, a casi 150 mil personas. Entonces, estamos hablando de una de las hazañas diplomáticas más importantes de la historia de la humanidad”, asegura quien presidiera El Colegio de Jalisco.
Para Muriá Rouret es fundamental que se retome dentro de la narrativa histórica mexicana a estas personas que prácticamente parecen estar olvidados en la memoria colectiva nacional.
“Somos muy buenos para enaltecer a un boxeador o a un futbolista, en cambio a gentes que cometieron actos a favor de la humanidad tan importantes, los tenemos relegados. Quiero decir, la gesta de Bosques y de Rodríguez que salvan a casi 150 mil personas es a todas luces mucho más importante, y los mexicanos eso lo pasamos por alto. Es algo de lo que podemos estar orgullosos, un pueblo también tiene derecho de estar orgulloso de sus logros, y esta es una gran proeza diplomática de que podemos estar orgullosos todos los mexicanos. Refleja, además, una política exterior de aquellos a quienes también podemos aplaudir: no se trataba de diplomáticos de carrera, todos eran diplomáticos improvisados, pero eran gentes que venían de hacer una revolución, estaban haciendo una revolución, entonces tenían una gran ilusión en su futuro, en el futuro de la humanidad, en el futuro de México, de ahí el entusiasmo, y luego la valentía que mostraron durante los acontecimientos”.
Haciendo referencia a uno de los momentos en que fueron notables estas emociones, recuerda el académico, puede mencionarse la ocasión en que Luis Ignacio Rodríguez, embajador de México en Francia, salvó al expresidente de la Segunda República Española, Manuel Azaña, de ser secuestrado por policías españoles al mando de Pedro Urraca, quien pretendía llevarlo de regreso a territorio franquista; Rodríguez, sin titubear ni siquiera un poco, enfrentó a los vándalos armados con su propio revolver y consiguió que Azaña ingresara en la zona que había sido declarada la embajada mexicana en Montauban. Ahí, Azaña permanecería seguro hasta su muerte el 3 de noviembre de 1940. Por si faltaba algo para hacer más valiosa la gesta que los mexicanos llevaron a cabo en la Europa de esos años, es necesario recordar que estos notables diplomáticos no solo desafiaban a Francisco Franco, sino también a la Alemania nazi y la Italia fascista que respaldaban al primero.
“Una de las hazañas diplomáticas más importantes de la historia de la humanidad”.
“Fue un fenómeno de trascendencia, de cosas buenas, y los que hicieron posible todo eso fue aquel grupo de diplomáticos y empleados de los servicios diplomáticos y consulares mexicanos, entre 1939 y 1942, en Francia, en Portugal, ellos fueron los que también marcaron la parte medular, la parte más importante, que se da hasta fines de 1940, la parte más dura, que es cuando se aclaran las cosas y se establecen los principios que habrían de representarnos ya frente a la ocupación alemana del continente; ello no es más que el resultado de la política diplomática que se estableció en el sexenio de Cárdenas y que llevaron a cabo tan excelentemente estos héroes”.

José Ma. Muriá Rouret | Historiador
Españoles exiliados, la “mantequilla” cultural
El propósito del texto es también dar luz a los lectores sobre diferentes pasajes dentro de las acciones diplomáticas mexicanas que resultan sumamente interesantes y, de igual forma, anecdóticas. Este es el caso del capitulo que narra cuál fue el destino de los celebres “niños de Morelia”, pequeños que llegaron a México sin compañía de sus padres, o por qué razones políticas es que fue derrotada la Segunda República Española por los sublevados; ante este cuestionamiento el autor de Breve historia de Jalisco responde que fueron las divisiones internas entre los republicanos las que tuvieron gran culpa en su fracaso.
“La República no logró darle al mundo republicano una fuerte cohesión: había problemas y divergencias internas entre los republicanos, que debilitaron enormemente su proyecto; en parte se perdió por eso, la República perdió la guerra por eso. Eso no fue decisivo, lo decisivo fue la ayuda de la Alemania nazi y la aviación italiana, militarmente hablando. Por otro lado, está la neutralidad sospechosa de las potencias hipotéticamente democráticas como Inglaterra y Francia, pues tampoco le tenían mucha confianza a la República Española, esa es una realidad. Entre todo lo que yo quiero destacar es el enorme valor de México, no tanto para defender los mandos republicanos, sino para defender a la gente común que era perseguida por sus ideas”.
Así pues, el gobierno mexicano mantuvo siempre el interés por librar de la persecución a los miles de refugiados que llegaron a México a enriquecer su cultura y el desarrollo, siendo este uno de los principales beneficios mutuos que pueden destacarse en cuanto a cooperación bilateral en toda la historia de sus relaciones.
“Los españoles que migraron formaban la “mantequilla” cultural de aquella sociedad. Es de entender que la llegada de cada uno de ellos, o de muchos, a México representaba una inyección de cultura, de conocimientos médicos, de conocimientos arquitectónicos, de ingeniería, etc. Y por supuesto los grandes escritores y los grandes filósofos que también vinieron fueron muy importantes.
En ese sentido creo que el presidente Cárdenas fue siempre claro en los aspectos positivos del asunto. Por otra parte, no hay que olvidar el compromiso de Cárdenas con la democracia y con la República: con los gobiernos legalmente constituidos. Esta premisa es un poco la doctrina que se establece en el gobierno mexicano después de la Revolución, entre Luis Cabrera, luego el propio Isidro Fabela, y , por supuesto, don Genaro Estrada. Uno, el derecho de los pueblos a la autodeterminación de la solución pacifica de las controversias, en la no intervención, porque finalmente la República Española es derrotada por la colaboración de los fascistas y los nazis. Se trataba también de un problema de carácter político ideológico, de respaldo a una comunidad perseguida, una comunidad valiosa. La industria editorial mexicana, la medicina, en fin, hay una cantidad enorme de actividades que recibieron un gran aliento con la llegada de estas personas”.
En el complejo marco en que se encuentran en estos días las relaciones diplomáticas entre México y España a raíz de la desafortunada exigencia que el presidente mexicano hizo al rey ibérico de pedir perdón por los agravios durante el proceso de la conquista europea a América en el siglo XVI, José María Muriá señala que él no hubiera sugerido al mandatario tabasqueño declarar dicho requerimiento, y plantea que en aras de los vínculos entre ambas naciones, Andrés Manuel López Obrador debiera rodearse de especialistas en la actualidad española que le permitan tener un mejor conocimiento de sus manejos políticos. Concluye asegurando que la gesta diplomática mexicana en 1939 es un baluarte histórico y cultural para ambos países: “México, simplemente, ofreció la vida a los refugiados”.




