Los mexicanos sabemos que la relación bilateral con los Estados Unidos es por un lado la más importante y también la más conflictiva. La convivencia entre ambas naciones a lo largo de la historia ha caminado de conflicto en conflicto, con episodios de colaboración y amistad. Se volvió un lugar común decir que somos buenos vecinos y amigos, nosotros los buenos y ellos los vecinos.
Es cierto que casi se ha superado, en el inconsciente colectivo, la animadversión hacia los estadounidenses por “habernos robado la mitad de nuestro territorio” en una guerra injusta y ahora, con el paso del tiempo, si bien quedan rescoldos que cada cierto tiempo se atizan, en lo general, las nuevas generaciones lejos de odiar o tenerles resentimientos a los estadounidenses los tienen como modelo y han adoptado buena parte de su cultura.
Muchos son los temas que dificultan nuestra relación, el principal en nuestra opinión, el de los migrantes que sin documentos legales de ingreso han establecido allá su residencia y con trabajo, tesón y esfuerzo, se han integrado a la sociedad estadounidense, conservando sus raíces culturales; ellos envían una fuerte cantidad de divisas a sus familias, sus remesas son ya mayores que los ingresos por venta de petróleo.
La defensa de nuestros migrantes y el respeto a sus derechos humanos generan episódicamente diferendos y controversias, porque en directa relación con los ciclos de la economía norteamericana, son deportados, muchas veces vejados y despojados de los escasos bienes que han podido adquirir, amén de la discriminación y maltratos que sufren por parte de algunos sustratos racistas de la sociedad estadounidense. Aunque hay que reconocer que nuestros connacionales son aceptados, bien tratados y asimilados por la mayoría de la población norteamericana.
En los últimos tiempos los conflictos mayores han sido dominados por el narcotráfico, el trasiego de armas y dinero por una frontera porosa en ambas direcciones. Los asuntos se han superado mediante acuerdos de cooperación y colaboración entre ambas partes.
En la actualidad, con la llegada del presidente republicano Donald Trump, enemigo gratuito de México, la construcción de un muro en la frontera con la exigencia de que sea pagado por nosotros ha resultado el tema central de la relación diplomática.
Hasta ahora, tanto el anterior gobierno como el actual, han manifestado con claridad el rechazo a un muro que divide y no resuelve nada y, por supuesto, una rotunda negativa a sufragar su construcción. Estoy segura que esa decisión de Estado no cambiará. La actualización del tema obedece a la campaña electoral de reelección de Donald Trump y así se entiende en la Cancillería mexicana. No caeremos en su juego.
El otro tema que también está siendo utilizado por la refriega política electoral estadounidense es la firma del Tratado México, Estados Unidos, Canadá (T- MEC), que vendría a renovar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), y que al igual que la construcción del muro fue usada como tema por Trump para acceder al poder y ahora para su posible reelección.
Es de reconocerse la posición de Marcelo Ebrard, nuestro Canciller, al utilizar los canales diplomáticos formales y evitar los contactos extra formales-familiares con el yerno del inquilino de la Casa Blanca y desdeñar el uso del Twiter. Esperamos que la reunión de alto nivel México-Estados Unidos de esta semana resulte beneficiosa para ambas partes, en especial para México.