En esta ocasión, va la historia de la legendaria Pita Amor o Guadalupe Teresa Amor Schmidtlein, quien nació en la ciudad de México en 1919, hace ya casi cien años.

Excelsa poetisa mexicana y que también era conocida como” la 11ª Musa”. El primero en llamarla así fue Salvador Novo. Otros le decían genio, poeta virtuosa, y hasta niña mimada. No faltó quien le espetara que estaba loca, desequilibrada. Lo cierto es que Guadalupe Amor nunca paso inadvertida, algo que a ella le importaba mucho. Fue la menor de siete hermanos. Hija del matrimonio entre Emmanuel Amor Subervielle y Carolina Schmidtlein García-Teruel; miembro de una aristocracia de gran abolengo, que con los años vino a menos por  consecuencia de la Revolución, como era recurrente.

Tenía la costumbre de vestirse con grandes túnicas y tenía pasión por las capas y las joyas, especialmente los anillos pues se ponía diez o más en sus dedos. Odiaba usar ropa interior y medias. Son conocidas sus caminatas por el Paseo de la Reforma totalmente desnuda y solo la cubría un finísimo abrigo de pieles.

En sus últimos años, pudimos advertir con tristeza que hubo una gran transformación y podríamos resumir que derivó en una caricatura de su persona, ya que era su costumbre adornarse el pelo con un flor grande y maltratada. Su maquillaje era estruendoso, se pintaba unos rodetes totalmente desmesurados en las mejillas, y sus lentes tenían una inmensa graduación que le daban a sus ojos un sentido dramático, a momentos una mirada que era temible y espantaba al más pintado.

Por supuesto, no debemos dejar de mencionar esos años cuando era bella y joven, en los que era actriz y modelo de fotógrafos y pintores, además de su inteligencia y enigmática personalidad que la convirtieron en una codiciada musa de grandes pintores como Diego Rivera, Roberto Montenegro, Juan Soriano y Raúl Anguiano, entre otros, a quienes nunca tuvo reparo en posarles desnuda.

Era muy joven cuando inició una relación con un hacendado millonario, de quien tuvo un hijo, que le regaló a su hermana Maggi y que se ahogó en la alberca, lo cual perturbó más su extraña personalidad al grado de que casi enloqueció.

Al igual, muy sonada fue su relación con Pablo Neruda, y eran conocidos los detalles de sus encuentros.

En su poesía, surgen los temas metafísicos, caracterizándose por sus expresiones directas y desencadenadas, siempre en primera persona. En ellos aprecia una clara influencia de Sor Juana Inés de la Cruz y Francisco de Quevedo.

 

De sus obras destacamos:

  • Yo soy mi casa (1946) dedicado a su gran amiga la también poetisa Gabriela Mistral.
  • Puerta obstinada (1947).
  • Círculo de angustia (1948) .
  • Polvo (1949).
  • Décimas a Dios (1953).
  • Sirviéndole a Dios, de hoguera (1958).
  • Todos los siglos del mundo (1959).
  • Soy dueña del universo (1984).

 

En fin, una mujer que fue referencia constante de aquel México postrevolucionario. Siempre se resistió a trabajar de manera formal, escribía cuando le daba la gana. Con orgullo y arrogancia entraba lo mismo a restaurantes que a casas de antigüedades de la zona rosa y al que pasara frente a ella le vendía sus poemas, muchos de ellos sonetos, editados por alguna amiga o amigo.

Tuve el privilegio de conocerla y saber de muchas de sus experiencias que me he prometido contar muy pronto. Por ejemplo, cuando… aprendió a dibujar y tuve el gusto de darle apenas algunas sugerencias porque era tan esquiva que no admitía muchas.

Por ahora, doy este brevísimo boceto de una mujer fulgurante, adoradora de los gatos, que nunca le temió a la soledad y que se encerró los últimos años en su casa, tal vez como una premonición que anunciaba ya el título de uno de sus libros: “Yo soy mi casa”.

Pita Amor sí, una mujer talentosa, polémica, admirada y querida por muchos, repudiada por otros, pero que logró ser ella, siempre ella.