Corría el año de 1522 cuando en la recién conquistada Santo Domingo, hoy República Dominicana, se emitieron las primeras Ordenanzas sobre los esclavos negros que acompañaban a los conquistadores españoles. A esta normativa le siguieron otras, dignas de ser nombradas vergüenza de la humanidad, pues fueron justificaciones del saqueo y explotación de pueblos enteros, arrancados de sus tierras para siempre, actos típicos del hombre primitivo que casi instintivamente ideó la propiedad privada.

Lo anterior cobra relevancia ya que la posición geográfica de México lo convierte en el último y no menos peligroso tramo del camino hacia los Estados Unidos, a donde personas de todo el mundo tratan de llegar en busca de una vida mejor, o al menos de conservarla. Es el caso de un número considerable de migrantes procedentes del continente Africano y de Asia, quienes han protagonizado algunas protestas contra las autoridades migratorias del país por las condiciones en las que permanecen en espera de una resolución a su situación migratoria.

Aunque el tema es tan complejo que podría ser motivo de tratados multidisciplinarios, es intención del presente artículo enunciar una de las vertientes, la cual debe ser prioridad, a decir de la Organización Mundial de la Salud (OMS),”Salud para todos”.

El artículo 1° de nuestra Constitución Política establece que toda persona que se encuentre en territorio nacional, con independencia de su estatus migratorio, contará con la protección a los derechos humanos contenidos en ella, así como en los tratados que formen parte de nuestro sistema jurídico. El derecho humano a la salud se encuentra establecido tanto en la normativa nacional como en la internacional.

Resulta imprescindible la inmediata intervención de las autoridades de salud del Estado mexicano en la frontera sur pues, por las condiciones que se generan en un viaje transcontinental, factores como las altas temperaturas, el hacinamiento en el que se encuentran los migrantes y la falta de infraestructura que reduzca riesgos, convierten a estos grupos en altamente vulnerables y se crean condiciones propicias para el brote, mutación o adaptación de enfermedades controladas o bien desconocidas para la región.

Lo anterior no es un llamado de alerta contra los migrantes, al contrario, se trata de traer a la mesa algo más fundamental que el estatus migratorio, el derecho a la salud de todo ser humano, con independencia de su origen, raza o creencias religiosas.

Como bien dice el filósofo Eduardo Rothe, “La sangre negra corre por las venas abiertas de América Latina”, aunque la población originaria de África ha llegado al continente como resultado del comportamiento bestial del propio ser humano, la historia nos ha dado la oportunidad de integrarnos y enriquecer nuestras culturas, el resultado es una riqueza inmensa, gastronómica, artística, literaria, una maravillosa integración del hombre con sus ecosistemas. La historia de África es la de América, mucho hay que hacer en materia migratoria pero no olvidemos lo fundamental “Salud para todos”.

Ante el desplazamiento de grandes masas se tiene la oportunidad de actuar de manera integral, de forma que se puedan erradicar o controlar algunas enfermedades que proliferan bajo estas condiciones. Se verá cómo se resuelve el trámite administrativo. Por ahora no me queda más que saludar a los hermanos migrantes, los descendientes de Francois Mackandal, espero que en América encuentren la paz que buscan para sus vidas y estoy convencido de que aportarán mucho a nuestros pueblos.