Que América Latina no vive sus mejores tiempos no es ninguna novedad. Desde el río Bravo hasta lo más profundo de la Patagonia. De este panorama tampoco se salvan ni Canadá ni Estados Unidos de América (EUA), por distintas razones, pero al fin y al cabo problemáticas. El símbolo de los tiempos es el “conflicto”, del que se tampoco se exime a México y su “cuarta (de)formación”.
La emigración centroamericana con destino a la otrora jauja estadounidense –el “dorado American Way of Life, que ya solo sobrevive en viejas películas hollywoodenses y en bibliotecas especializadas en la materia–, es la mejor prueba de que la pesadilla en busca del cuerno de la abundancia todavía tiene algún significado para los desdichados centroamericanos, y no pocos sudamericanos y mexicanos que tratan de escapar de sus respectivos países de origen porque en los suyos no tienen ninguna esperanza de futuro. El sistema de recepción de los inmigrantes –que proveía de sangre nueva a la Unión Americana–, está en su peor momento, sobre todo por los propósitos racistas del mandatario en turno, el mentiroso rubio de extravagante peinado, Donald Trump.
De toda la comunidad iberoamericana en graves problemas, la República Bolivariana de Venezuela encabeza la lista. Cuando el bolivariano Nicolás Maduro caiga –algo que es irremediable y no sólo por las males artes de Donald Trump–, y sea sustituido por Juan Guaidó Márquez o por cualquier otro que no sea admirador de Hugo Chávez o de otro mesías populista, Venezuela demorará varias décadas, por decir lo menos, para poder recuperarse. Entre tanto, lo deseable es que el régimen bolivariano chavista no contagie a otros países –incluyendo México–, en su desventurada caída. Todo es posible. Resulta que los “pueblos buenos y sabios” suelen equivocarse en sus decisiones “democráticas”. Hasta en la patria del Tío Sam.
Mientras tanto, Trump maniobra –sin la aceptación de varios países hispanoamericanos (entre ellos México) y de Europa– para que termine lo más pronto posible el régimen de Maduro. Sin embargo, es tan inoportuna y desmedida la intervención del magnate estadounidense que perjudica la acción del líder de la oposición venezolana que, en contra de lo que muchos de sus críticos aseguran, sí llegó a su actual posición obedeciendo el mandato constitucional y no se “autoproclamó” presidente por sus pantalones. Uno de los errores de Trump respecto a la crisis venezolana fue haber designado a Elliot Abrams –un auténtico pájaro de cuenta en las relaciones internacionales de la Unión Americana en distintos conflictos diplomáticos con Iberoamérica desde los tiempos de Ronald Reagan, de George W. Bush y ahora en la era de Donald Trump–, como encargado de dirigir los “esfuerzos del Departamento de Estado de EUA para ayudar al pueblo venezolano a restaurar la democracia y la prosperidad de su pueblo”. Una vez dado a conocer su reciente nombramiento, el interesado declaró: “estoy ansioso por empezar a trabajar en ese tema”. Y, ese es el problema, su pasado está lleno de muchos puntos negros. La historia no se olvida.
A la manera de la burocracia estadounidense, Abrams se desempeñó como “asistente adjunto” del presidente George W. Bush y como “asesor adjunto” de seguridad nacional en su gobierno, para el cual también supervisó la política del Tío Sam en el Medio Oriente, de acuerdo al Consejo de Relaciones Exteriores, con sede en Washington. En suma, Abrams se convirtió en uno de los asesores de la Casa Blanca en “democracia global”. De paso, fue uno de los que propuso la invasión de Irak durante el gobierno de Bush, según informó The Wall Street Journal.
Asimismo, Elliot fue condenado por esconder información al Congreso de su país en el escándalo Irán-Contra, aunque posteriormente (como corresponde, y como también le gusta a Trump proteger a algunos de sus incondicionales), fue indultado por el presidente H.W. Bush.
El asunto acaparó la atención mundial cuando uno de los asesores de Ronald Reagan, el famosos Oliver Laurence North (San Antonio, Texas, 7 de octubre de 1943. Presentador de televisión, historiador militar, autor y teniente coronel retirado del Cuerpo de Marines), fue personaje central del escándalo Irán-Contra, en el que se dio a conocer que de manera ilícita se vendieron armas a Irán para poder financiar a los contrarrevolucionarios o contras de Nicaragua durante la presidencia de Ronald Reagan, el cual lo despidió en 1986 por mentir a sus superiores y “actuar sin su consentimiento” en este asunto. Sus condenas fueron anuladas y todos sus cargos en su contra fueron desestimados en 1991.
De tal suerte, el periódico británico The Guardian, publicó un reportaje en el que afirma que “Elliot Abrams es ampliamente recordado en Centroamérica”. El diario señala que durante su paso por el gobierno de Reagan, el ahora designado por Trump para dirigir los pasos de la Casa Blanca en la crisis venezolana, “intentó encubrir la matanza de alrededor de mil personas (hombres, mujeres y niños) en El Salvador”.
The Guardian hace referencia a la matanza de población civil, cometida hace 38 años en varias aldeas salvadoreñas, cometida por el batallón de élite Atlácatl (adiestrado por la CIA estadounidense en la tristemente recordada Escuela de las Américas, en Panamá), de la Fuerza Armada de El Salvador durante una operación de contra insurgencia realizada los días 10, 11 y 12 de diciembre de 1981, en los cantones de El Mozote, La Joya, Cerro Pando, Jocote Amarillo, Ranchería y Los Toriles, en el norte del departamento de Morazán de ese país centroamericano. Las fuerzas armadas supuestamente perseguían guerrilleros del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Lo ocurrido en esos pobres centros de población salvadoreños es considerado la mayor matanza de América Latina en los últimos tiempos. Varios grupos de derechos humanos calculan en más de 800 las personas muertas, y otros en más de mil, con la coincidencia de que la mayor parte de ellas eran niños. Al respecto, un reportaje del diario The New York Times, se titula: “¿Por qué mataron a esos niños?”. Algunos supervivientes de la matanza, como Rosario López, perdieron 24 miembros de su familia en un solo día y esperó 27 años para poder enterrarlos. Apenas en diciembre del año pasado, en 2018, le entregaron los restos de los últimos cuatro niños que no se habían podido identificar. Antes pudo dar sepultura a su madre, a sus hermanos, a una prima en el último mes de embarazo.
Migración y crisis, son sólo parte de la problemática que vive América Latina e, incluso, países receptores de esa migración como Estados Unidos.
Según algunos investigadores del Instituto de Derechos Humanos de la Universidad Centroamericana, como Manuel Escalante, declara que el “ejército salvadoreño estableció una estrategia de eliminación de toda forma de vida, incluida la humana, en ese sector rural salvadoreño bajo la idea equivocada de que estaba atacando al FMLN, cuando en realidad lo que estaba masacrando era la población civil”.
El Ejército de El Salvador no ha reconocido su participación en la masacre y asegura no tener ningún documento de la época que corrobore esos hechos o la intervención de sus fuerzas en esos poblados. Asimismo, el gobierno también lo negó por años, hasta 2012, cuando el entonces presidente Mauricio Funes, pidió perdón en nombre del Estado tras una sentencia condenatoria de la Corte Interamericana de Derechos Humanos.
El 13 de febrero del presente año, en una audiencia ante el Congreso de EUA, Elliot Abrams, enviado especial del presidente Donald Trump a Venezuela, interrogado por el congresista demócrata Ilhan Omar, le preguntó: “el 8 de febrero de 1982, usted testificó en el Senado sobre la política exterior de EUA en El Salvador, y usted rechazó como propaganda comunista un informe sobre la masacre de El Mozote, en la cual más de 800 civiles, incluidos niños de dos años de edad, fueron brutalmente asesinados por tropas adiestradas por EUA. Durante esa matanza, algunas de esas tropas se jactaron de haber violado a niñas de 12 años antes de que las mataran. Más tarde usted dijo que la política de EUA en El Salvador fue un logro fabuloso. ¿Todavía cree que fue así?”
Abrams contestó: “Desde que el presidente José Napoleón Duarte fue elegido en una elección libre (1984) hasta el día de hoy, El Salvador ha sido una democracia. Ese es un logro fabuloso”. El congresista Omar le reconvino: “Responda sí o no, ¿cree que la masacre fue un logro fabuloso que ocurrió bajo nuestra responsabilidad?” Abrams dijo: “esa es una pregunta ridícula y no la responderé”.
El congresista Omar acotó: “tomaré eso como un sí. Responda sí o no, ¿apoyaría a una facción armada dentro de Venezuela que se involucre en crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad o genocidio si cree que estaban sirviendo a intereses de EUA como lo hizo en Guatemala, El Salvador y Nicaragua?”
Abrams dijo: “No voy a responder a esa pregunta”.
De este tipo son los enviados de Trump para “resolver” problemas internacionales en Iberoamérica y a otras partes del mundo.
En 2012, la Corte Interamericana de Derechos Humanos anunció una condena contra El Salvador por esa matanza ocurrida durante de la guerra civil que tuvo lugar en la nación centroamericana entre 1980 y 1982. VALE.