En nuestros tiempos, los de las “fake news”, los del sensacionalismo mediático, el tiempo de las redes sociales y las informaciones más o menos verdaderas, muchas de las cuales tienen diversos propósitos, algunos nobles como la difusión y otros cuya finalidad última es solamente un clik para vender publicidad o hacerse con datos de los cibernautas. Es así que nos encontramos con titulares alarmantes que dan cuenta sobre la eventual desaparición de las abejas, las islas de plástico que se forman en el mar, el deshielo en los polos y las extinciones de especies.

Así pues, entre el universo de información que existe sobre temas medioambientales, en ocasiones se diluye la veracidad de lo que se difunde al grado que se forman estereotipos sobre los ecologistas y sus agendas. Se percibe a la ecología como una mera entelequia, teorías de conspiración que sólo sirven para la ciencia ficción combinadas con tristes noticias sobre la desaparición de una u otra especie. Es necesario estar ciertos de que cualquier desequilibrio ambiental, por mínimo que parezca tiene grandes y graves consecuencias en el día a día de toda la humanidad.

Dice la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) que “en los últimos 25 años se ha desforestado una superficie boscosa equivalente al territorio de la India. Particularmente en América Central y América del Sur”, lo cual incluye a la zona sur de nuestro país, la cual geográficamente guarda una estrecha relación con las cuencas de américa central, Mesoamérica. Al deforestar las selvas, ya sea para uso de ganado o bien para cultivo, nos encontramos con que debido a las características del suelo, si se desea una buena cosecha deberá utilizarse semillas genéticamente modificadas y agroquímicos, los cuales son elementos no existentes en la naturaleza y que pasan a residir a la tierra, posteriormente llega a los mantos acuíferos y eventualmente al aire.

La contaminación de tierra, agua y aire repercute en la salud de los habitantes de la zonas y de los consumidores de lo producido, aunado a lo anterior, la deforestación y la modificación del suelo, cuya vocación natural es el de selva y no pastizal, modifica su composición generando eventos como inundaciones y deslaves, creando riesgos donde no los había, por lo tanto se puede afirmar que la deforestación se traduce en hambre, enfermedad y muerte.

Resulta evidente que la problemática no puede resolverse con una visión central del problema, es necesario que se involucre a las comunidades, es por eso que la concurrencia entre las diversas esferas de gobierno es fundamental al igual que la participación efectiva de la sociedad.

La reforestación y el rescate de las cuencas del sureste del país debe ser una prioridad para los gobiernos locales y federal, ya que está íntegramente ligado a las razones de ser del Estado, si se pretende garantizar salud, seguridad alimentaria y respeto a todos los Derechos Humanos, no hay otra ruta más que armonizar nuestra coexistencia con el medio ambiente. En la víspera de la aprobación del Plan Nacional de Desarrollo que regirá las políticas públicas del gobierno Federal para el presente sexenio, se tiene la oportunidad de empoderar a las comunidades y encaminarlas a que sean activamente las conservadoras del ecosistema.

Una planeación efectiva bajo la premisa de armonizar la gestión participativa del territorio en Ecorregiones y que reconoce a las microcuencas, cuencas y ecosistemas, es necesaria por el bien de todos y, también, primero el medio ambiente.