Los días pasan y los sufrimientos del pueblo venezolano no llegan a su fin. Mientras tanto, el heredero de Hugo Chávez Frías se empecina en no abandonar el poder en forma legal o por las fuerzan armadas que, la verdad sea dicha, continúan apoyando a Nicolás Maduro Moro, el mandatario que “habla” con los pajaritos aunque desde hace mucho tiempo dejó de comunicarse con el pueblo que sufre, en todos los sentidos, tanto por la falta de libertades como de alimentos, de medicinas, de electricidad, de agua. Todavía tienen petróleo, gasolina y oxígeno para respirar, aunque al paso que van las cosas un mal día hasta eso se podría acabar. En este conflicto, el pueblo, como sucede en casos similares en otros países, es el que sufre las consecuencias.
Y, el presidente encargado, Juan Guaidó en su lucha por derrocar a Nicolás Maduro un día da un paso adelante y al siguiente dos pasos atrás. El 30 de abril buscó, con el apoyo popular, la defección de los mandos militares del ejército chavista que es el principal sostén de Maduro Moro. La consigna es que los “militares se pongan del lado de la Constitución y del pueblo”. Otro intento fallido.
Al día siguiente, 1 de mayo, el presidente de la Asamblea Nacional (el propio Guaidó) encabezó otra protesta callejera —menos nutrida que las anteriores—, y denunció con toda claridad los cinco asesinatos y la salvaje represión de las tropas gubernamentales en jornadas anteriores. En su turno, el gobierno chavista siguió con la estrategia que ha mantenido desde hace muchos meses: acusar a Guaidó de ser un “golpista”, cómplice de terroristas y marioneta del imperio estadounidense, un traidor a la República Bolivariana. El cuento de nunca acabar. ¿Hasta cuándo?
En síntesis, mientras todo mundo se avienta el problema venezolano y razona conforme a los intereses de cada quien —EUA, Rusia, China, la Unión Europea, el Grupo de Lima, Canadá, México, el Vaticano, Cuba—, más allá de las acusaciones y las amenazas, la cruda realidad es que el líder de la oposición, el Presidente encargado, todavía está en libertad (no obstante las amenazas en contra de Maduro y sus principales voceros), en una Venezuela con las cárceles llenas de presos políticos: 775 hasta la víspera del 30 de abril, más los 273 aprehendidos durante la semana última, según datos del Foro Penal.
Otros personajes del drama venezolano, como el ex candidato presidencial Leopoldo López, que se encontraba en su casa —cumpliendo una sentencia— recibió la “amnistía” del presidente encargado Guaidó y lo acompañó en su marcha frente a un campo militar para pedir a mandos y tropa afiliarse al movimiento popular. Ahora se encuentra refugiado en la embajada de España en Caracas. El gobierno español espera que Maduro respete el derecho de asilo y no trate de capturar a López, quien ya recibió advertencia de las autoridades españolas para que no trate de convertir la embajada en un centro de actividad política.
Mientras el conflicto se encamina por senderos inesperados, Guaidó parece intocable, “protegido” por un doble escudo: las advertencias de la Casa Blanca contra Nicolás Maduro para que se abstenga de proceder contra el líder opositor so pena de intervenir directamente en su defensa, amén de la propia debilidad del “heredero” de Chávez.
Venezuela sigue viviendo una crisis que parece no tener fin, en la cual actores internos y externos continúan con un juego en el que sólo pierden los venezolanos.
Hasta el momento, Guaidó ha utilizado osadamente el escudo protector de la Unión Americana. En una entrevista del diario The Washington Post al presidente encargado, se le preguntó si el gobierno de Donald Trump le ofreciera una intervención militar para resolver la situación, Guaidó respondió: “la evaluaremos y probablemente la consideraremos en el Parlamento para resolver esta crisis. Si es necesario, tal vez la aprobaremos”.
Pero, la relativa libertad de movimientos del líder opositor tiene sus costos. A veces es un precio muy alto. La administración chavista aparentemente está atada de manos para actuar en su contra. Pero solo es apariencia, porque el régimen no duda para actuar en contra de los que lo rodean. Colaboradores y familiares. Como ha sucedido últimamente con los diputados Gilberto Caro y Edgar Zambrano, vicepresidente de la Asamblea Nacional. Caro es militante de Voluntad Popular y ya fue preso político. Está secuestrado desde hace 10 días y en paradero desconocido.
Aparte de estos personajes comprometidos políticamente en su lucha contra Nicolás Maduro, lo dramático de la crisis de la República Bolivariana se centra en la emigración forzosa que ha provocado. Así, la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) estima que hasta el mes de abril pasado los países de Latinoamérica y el Caribe han acogido aproximadamente a unos tres millones de los 3,7 millones de venezolanos que han salido del país huyendo del régimen dictatorial chavista y de la desesperante situación que priva en la nación petrolera. La misma OIM informa que Perú se ha convertido en uno de los principales destinos de la inmigración venezolana con 728,120 trasterrados. Además, esta organización agrega en su más reciente informe que la nación peruana también se ha convertido en un país de tránsito hacia Chile, donde la inmigración venezolana también ha crecido.
Las pésimas decisiones del gobierno de Hugo Chávez, primero, y después las peores de Nicolás Maduro al frente de la rimbombante República Bolivariana de Venezuela, paradigma han dicho uno y otro del “socialismo del siglo XXI”, obligaron a que los pobladores sudamericanos más ricos de la región, que durante algún tiempo nadaron, literalmente, en petrodólares y les recibían por millones porque gastaban y pagaban todo lo que el dinero fácil o difícil, según el caso, permite, terminarían mendigando (y no es símil) comida —hurgando en la basura—, y trabajo en las calles. Las carreteras que salen de Venezuela para llegar a los países fronterizos, están llenas de desesperados venezolanos que arrastran sus maletas o llevan al hombro bolsas con equipaje, caminando centenares de kilómetros en busca de un rayo de esperanza que les permita sobrevivir en otros países sudamericanos.
Por ejemplo, dicen las estadísticas, si en el año 2014 Colombia habría recibido en su territorio apenas 130,000 emigrantes extranjeros de varios países, en el primer trimestre de 2019 los venezolanos sumaron ya 1,260,594. Todo un récord.
Al respecto, el director de Migración Colombia, Christian Kruger, en entrevista al periódico El Mundo, declaró: “si no cambia la situación y sigue la dictadura, a finales de este 2019 podríamos rozar los dos millones de emigrantes venezolanos”. Agrega el funcionario: “por el paso fronterizo de Nariño con Ecuador, en el 2013 salieron 2,300 venezolanos. El año pasado, un millón… en cuanto a la Tarjeta de Movilidad Fronteriza, que emitimos para que puedan entrar o salir por los ocho puestos de control que existen en Colombia, ya hemos otorgado 3,294,404. Sólo la utilizan con regularidad cerca de un millón, el resto la sacó, pienso, como un seguro por si se presenta un conflicto interno y necesitan salir. La gran mayoría no tiene pasaporte por no poder pagarlo”.
En tales circunstancias, muchos diplomáticos iberoamericanos externan la idea de que ningún mandatario en los organismos internacionales quiere manifestarse a fondo sobre el problema venezolano y que dejan que el tiempo transcurra para que la crisis estalle por si sola o Maduro, en un ataque de desesperación ordene una matanza que obligue a que EUA intervenga militarmente. De tal suerte, Rusia condena la “campaña” de la Casa Blanca para derrocar al gobierno de Nicolás Maduro e insta a Washington a renunciar a “planes irresponsables” de “reformatear políticamente” América Latina, lo que es una “total falta de respeto hacia sus pueblos” —afirmó Serguei Lavrorv, ministro ruso de Asuntos Exteriores— “…llamamos a los estadounidenses y a todos los que les apoyan a renunciar a sus planes irresponsables y a actuar exclusivamente en el marco del derecho internacional… esperamos que EUA entienda la humillación que para toda la América Latina supondría el uso de la fuerza militar en Venezuela”.
Y Maduro, que no desperdicia nada, disfrazado de comandante panzón, frente a más de cinco mil uniformados, la mayoría cadetes, el sábado 4 de abril, llamó al ejército estar listo para “defender a la patria” de un eventual ataque del imperio estadounidense con las armas en la mano si “los norteamericanos osaran tocar esta tierra”. “!Unión, cohesión, disciplina, obediencia, subordinación y lealtad suprema a la Constitución, a la patria, a la revolución y al comandante en jefe legítimo”, reclamó Maduro.
!Pobre Venezuela! Vale.