Los primeros seis meses del nuevo gobierno han trascurrida vertiginosamente. La retórica de la 4a Trasformación en voz del nuevo titular del ejecutivo, se ha empeñado en agudizar la división entre sus partidarios y quienes no lo son ni lo serán. Los mexicanos que no lo siguen tampoco son sus enemigos, ni quieren que le vaya mal a México. Su reclamo fundamental es que es posible dialogar, consensar, construir acuerdos y avanzar con el concurso y participación de todas las fuerzas políticas, y que la sinergia social es capaz de detonar cambios y transformaciones que en ocasiones las mezquindades políticas sin horizonte de futuro obstaculizaron.
La principal esperanza, es la posibilidad de recomposición de un clima de diálogo, de debate sereno y reflexivo y sobre todo de construcción de acuerdos. Y aquí es donde comienzan a vislumbrarse los retos.
La transformación jurídica normativa y de política pública en materia energética (petróleo y electricidad) continuara polarizando a la sociedad; sería deseable que se despolitizara el tema y se privilegiara una reflexión sobre el mejor camino para el futuro del país, superando dogmas y buscando entender que el mundo ya cambio, que la realidad económica y geopolítica es distinta a la prevaleciente en los años posteriores a la segunda guerra mundial, los de la guerra fría.
Respecto de la reforma educativa, el gobierno, desoyendo las voces intolerantes, mantuvo su decisión y sin perder la paciencia con los maestros agrupados en la CNTE, realizo la reforma, que limpia la nómina con el objetivo de que los maestros recobren el papel que les corresponde como líderes sociales y formadores de futuras generaciones. Esta reforma que tuvo y tiene detractores debe dejarse madurar ya que significa un cambio hacia adelante, aunque para algunos sea un retroceso.
En otro ámbito, la esperanza y el reto es que las líneas de acción gubernamental previstas en el Plan Nacional de Desarrollo, en tanto “sumun” de las Política Publicas se concreten en resultados tangibles. En especial la relativa al combate a la pobreza. La deuda histórica con el grueso de los mexicanos que viene de siglos debe comenzar a ser resarcida, pero en serio, debe dejar de ser tema de retórica discursiva, como lo ha sido desde hace 50 años. El tiempo se agotó. Es inadmisible que más de cincuenta millones de mexicanos sean pobres y ningún mexicano debe sufrir pobreza alimentaria. Los resultados deben comenzar a percibirse.
En materia de seguridad pública el gobierno debe presentar ajustes en táctica y estrategia, sin abandonar los lineamientos prioritarios de prevención, inteligencia y coordinación entre los tres ámbitos de gobierno. La creación de la Guardia Nacional, no deja contentos ni a tirios ni a troyanos. La Guardia solo disimula la creciente participación de los militares en tareas de seguridad pública. La pregunta es, si tenemos otra opción viable. Por lo pronto la espiral de violencia creció en estos primeros meses del nuevo gobierno.
Otro tema prioritario que es un reto histórico formidable es la Reforma del Campo. Se trata de elevar las condiciones de vida de los habitantes de las áreas rurales, de producir los alimentos suficientes para atender las necesidades de nuestra población, de organizar a todos los productores, de generar empleo, de allegar crédito, fertilizantes, semillas, plaguicida, en fin, todos los insumos para elevar la productividad. La fortaleza y solidez del sector primario, le otorgara vigor a nuestra economía. La esperanza y el reto será que el crecimiento económico ronde entre un 3.5 y 4 por ciento. El cambio de modelo productivo y la prioridad de los productores de menores ingresos es el objetivo. Nadie puede regatear apoyo a estos mexicanos con siglos de atraso.
En conclusión. Los mexicanos unidos podemos lograr vencer los retos y cristalizar las esperanzas.