Por José Narro Céspedes

En las últimas semanas hemos sido señalados como extorsionadores por la Compañía Minera Newmont Goldcorp, propietaria de la mina de oro más grande de toda América: Peñasquito, asentada en el municipio de Mazapil, Zacatecas. También nos han acusado de ser los responsables de, supuestamente, dejar sin empleo a los trabajadores de la mina, debido al bloqueo legítimo que hasta la fecha mantienen nuestros compañeros del Ejido de Cedros, en Mazapil.

Se han encargado de construir una imagen hacia el movimiento de compañeros afectados por la minería y en particular hacía mi persona con los dos supuestos argumentos que mencioné con anterioridad. Pienso que es importante analizar con minuciosidad ambos y saber si la respuesta a los problemas con la mina se reducen, o simplifican a la protesta que legítimamente ostentan los habitantes de las comunidades que Peñasquito ha afectado.

Esta imagen ha sido construida a partir de disfrazar el problema como una lucha entre buenos y malos. Bajo este supuesto, la minera se ostenta como “el bueno” que ha brindado desarrollo económico, ha traído empleo a la región y que surte de agua a las comunidades cercanas a la mina. En sentido contrario, las comunidades que han alzado la voz en contra de la devastación de la tierra, en contra de la contaminación del medio ambiente y en contra de que la mina secara su manantial, los convirtió en los malos del cuento; entre ellos, a nosotros por apoyar el movimiento y denuncia legítima de los ejidatarios. Sin lugar a dudas, la realidad no es tan simple como la pintan los cuentos; va más allá.

El 27 de marzo pasado, ejidatarios de la comunidad de Cedros, tomaron las instalaciones de la mina El Peñasquito, en el municipio zacatecano de Mazapil. Los ejidatarios cerraron para presionar a la empresa de capital norteamericano y canadiense, Newmont-GoldCorp, obligándolos a restituir el manantial que con los trabajos de la mina secaron, atender los daños ecológicos, de salud de la población; además exigen que la minera cumpla con una serie de compromisos de infraestructura y empleo que firmaron con los ejidatarios dueños de las tierras donde se asienta la mina. Sin embargo, la empresa se niega.

Aseguran que no pagarán ninguna de las deudas adquiridas y niegan los daños (evidentes) de la destrucción que provoca los trabajos de la mina a cielo abierto que opera en el semidesierto zacatecano (técnica prohibida en muchos lugares del mundo).

Así, los trabajos de la mina de oro más grande de América están detenidos ante los oídos sordos de la empresa. En este contexto, la mina acusa a los ejidatarios de cerrarles, haciéndolos perder 50 millones de dólares diarios, dañando seriamente su capacidad de dar empleo y poniendo en riesgo el impacto económico que detona en la región.

El capitalismo salvaje, como el que Peñasquito construye día a día, arrasará con todo mientras pueda, al tiempo que se escuda en la envestidura de generadora de empleo, y un progreso que nunca llegará, pues en diez años la mina de oro han generado una cantidad de oro similar a la extraída en toda América Latina por el imperio español en 300 años y ha traído en la región mayor pobreza, toda vez que según el Coneval entre 50 por ciento y 75 por ciento de la población de Mazapil vive en pobreza y el 12.9 por ciento en pobreza extrema. Es decir, el progreso y las mejores condiciones de vida prometidas por la mina fueron mentira.

¿Se ponen en riesgo los empleos que generan los extranjeros en Zacatecas? La mina da empleo, pero que clase de empleo y a quién, pues del total de los empleos generados, sólo una mínima parte es para gente de la región. Empleó a otros para el transporte de tierra y posteriormente los dejó sin empleo pues una empresa española mejoró los precios.

La mina actualmente surte de agua a los habitantes del municipio (otro elemento para hacer creer que son los buenos del cuento) porque debido a la actividad minera y la decantación de los minerales, el agua del manantial que surtía al ejido ya no existe más. La idea encantadora de que la mina traería progreso y desarrollo a la región sólo quedó en un sueño.

Sin la dolorosa lucha que se está dando a las puertas de Peñasquito, la empresa seguirá con sus prácticas rapaces. No luchamos contra los trabajadores, sino por hacer que Peñasquito tenga que asumir sus responsabilidades para con una minería sustentable y con los trabajadores y comuneros.

El capitalismo rapaz de la mina, sin un pueblo organizado, no se detendrá, sólo porque es más barato dejar un hoyo en Zacatecas, que trabajar para que el progreso no sea una de sus mentiras, y efectivamente Mazapil y sus comunidades salgan de la pobreza.

El pueblo de Zacatecas debe luchar para que la mina sea ecológicamente responsable y los 50 millones de dólares que ganan diariamente se vean reflejados en la región. Queremos que la mina siga operando, pero luchamos para que cada minero y cada habitante de la región, sea beneficiado por la misma, más allá del discurso simplista y fácil de los dueños extranjeros de Peñasquito.

Podrán seguir haciendo creer bajo un discurso simplista que somos los malos del cuento, pero el análisis de la situación y ponerse en los zapatos de los más vulnerables será un buen ejercicio para dejar claras las condiciones de vida de las comunidades y llegar a una conclusión razonada.