En cuestión en enfrentamientos ninguno de los contendientes debe menospreciar al otro. Nunca se sabe cuando el abusivo Goliat encontrará al aparentemente inofensivo David quien con su rudimentaria honda lo postrará en tierra. En algún momento el presuntuoso señor de la guerra y de las armas poderosas perderá la vertical. Entre tantas baladronadas cuando menos lo espera recibirá la respuesta fulminante.

Para infortunio de la sociedad estadounidense y del resto del mundo, el cuadragésimo quinto presidente de Estados Unidos de América, Donald John Trump, va por todo el planeta apabullando a quienes se dejan. El pretexto no importa, el extravagante magnate lo único que busca es mantenerse en el poder para un segundo mandato –por fortuna sería el último–, atropellando a troche moche; presumiendo que su país es el más poderoso e invencible. Ninguno lo es. Así, envalentonado arrasa parejo. Antiguos aliados y viejos enemigos. Propios y extraños. Podría decirse que internamente casi está buscando el Impeachment, procedimiento parlamentario complicado. La mayoría demócrata en la Cámara de Representantes lo calcula muy bien, para que no se convierta en una acusación contraproducente que al final de cuentas beneficie a Trump. Nancy Pelosi, la presidenta de la Cámaras baja, no es una improvisada en estas lides por lo que actúa con pies de plomo. Sabe que los despropósitos de Trump podrían servir para que él mismo se ponga la soga al cuello.

En los últimos días, el país afectado por amenazas de Trump ha sido México aduciendo que el gobierno de Andrés Manuel López Obrador no detiene las recientes oleadas de inmigrantes procedentes de Centro América y de otras latitudes. Lo relevante del caso es que AMLO, con sagacidad y austeridad “republicana”, por medio de una misiva de once cuartillas –que no es tan “sabia” como algunos de sus valedores dicen–, trata de sortear el garlito del falaz mandatario estadounidense por medio de la negociación, procurando evitar injustos aranceles dictados por el caricaturesco Tío Sam del momento. Además, el atropello del magnate contra México avivó el sentimiento nacionalista, que en estas circunstancias obliga a hacer causa común con el populista tabasqueño que en arranques autoritarios también se las trae. Sin quererlo, Trump inyecta oxígeno al mandamás de MORENA y a su mayoría en el Congreso. Todos a una.

Sin duda, lo que mejor le acomoda a este estrafalario mandatario (fenómeno que se debe estudiar a fondo en las más prestigiadas universidades del mundo), es mentir, amenazar, amedrentar, ofender. Rústico y zafio, Trump no es proclive a informarse, a escuchar a sus consejeros porque tiene la sagacidad del aventurero. No obstante, por las oscuras e insondables razones de las masas (el alma colectiva de los pueblos), por defectos de la democracia estadounidense (la más vieja de Occidente), hoy por hoy detenta la presidencia del país “más poderoso” del planeta.

De la infinidad de análisis que se han publicado sobre el fenómeno del presidente de EUA, llama la atención el de Román Revueltas Retes, “Trump: el costo de las amenazas”, del que citamos el siguiente párrafo: “si lo dejan otros cuatro años a su aire, The Donald será bien capaz de acabar con la economía mundial… refrendado por los votantes de su país, no tendrá ya freno para ejecutar sus más oscuros y deletéreos designios: arremeterá contra todos –de hecho, ya se ha enemistado con buena parte de los líderes políticos de la comunidad internacional excepto con esos autócratas a los cuales parece rendir una incontenible admiración (subproducto, más bien, de la envidia que le provocan en su condición de tiranuelos no obligados a rendir cuentas a nadie y perfectamente capaces de eternizarse en el poder)–, tomará las más perniciosas, ejecutará a sus anchas nefarias políticas públicas e instaurará un modelo de gestión gubernamental que a los Estados Unidos le tomará décadas enteras desmantelar en tanto que se sustenta, justamente, en una estrategia de acoso y derribo de las instituciones existentes”.

En plena carrera para iniciar su campaña de reelección, Trump aprovecha todo lo que esté a su alcance o que crea le ayude a sus propósitos, aunque otros opinen lo contrario. Así las cosas, con motivo de la visita que haría al Reino Unido a partir del lunes 3 de junio, no quiso abstenerse de opinar acerca del sucesor de la primera ministra británica, Theresa May que se retiraría del cargo el día 7 del mismo mes, una vez que fracasó en sus propósitos para redondear el Brexit (la salida de la Gran Bretaña de la Unión Europea). Antes de abordar el avión que lo llevaría a territorio británico, en visita oficial, Trump “sugirió” que el Brexit debe suceder de cualquier forma, aún si no hay acuerdo.

 

Donald Trump se ha convertido en un riesgo para buena parte del mundo, por lo que es preocupante que quiera influir en Gran Bretaña en el proceso para elegir primer ministro.

 

 

Declaró al Sunday Times: “tienen que hacerlo. Tienen que cerrar el trato… si no consiguen lo que quieren, yo me iría. Si no consigues un trato justo, simplemente te alejas”. Los 13 aspirantes que ya compiten por ocupar el lugar de la primera ministra May, están divididos entre quienes están dispuestos a aceptar un “no acuerdo” y los que se oponen. Entre los primeros se encuentran el ex Secretario de Relaciones Exteriores, Boris Johnson –puntero, dicen algunos–, a quien el magnate elogió en la citada entrevista, junto con el ex ministro del Brexit, Dominic Raab y el ministro del Interior, Sajid Javid.

“He estudiado a profundidad esa competición –la sucesión de Theresa May–, y conozco a los diferentes candidatos. Creo que Boris (Johnson) haría una muy buena tarea. Creo que sería excelente. Siempre me ha gustado y creo que tiene mucho talento. No sé si será elegido, pero creo que es un tipo estupendo. Su actitud hacías mí y hacia nuestro país ha sido muy positiva”.

Lo que Trump ignoraba –así como tantas otras cosas–, es que en la Gran Bretaña hay jóvenes como Marcus Ball que cuando se celebró el referéndum para decidir si UK salía de la UE votó a favor de la permanencia. A la sazón contaba 26 años de edad, vivía con sus padres en Norwich y pensaba en su futuro después de haber cursado Historia en la Canterbury Chris Church University, y si continuaría en sus intentos como “empresario social”.

A semejanza de Gina Miller, la financiera y activista que llevó al Gobierno a los tribunales por intentar eludir al Parlamento en la aprobación del Brexit, Marcus Ball creyó que había argumentos sobrados para exigir cuentas a los políticos por mentir a la opinión pública durante la campaña del referéndum. Eligió con cuidado su objetivo: Boris Johnson, y su “mentira” (la de los 350 millones de libras esterlinas semanales de contribución del Reino Unido a la UE). Así nació la campaña de Crowdfunding Brexit Justice, con el objetivo de lograr el equivalente a 115 millones de euros para costear los gastos legales. Tres años más tarde, con las aportaciones de 9,000 donantes, la financiación colectiva ha superado el medio millón de euros. Y lo que de antemano parecía una batalla perdida se ha convertido en la causa legal del momento, capaz de arruinar la carrera de Boris Johnson hacia Downing Street cuando parecía que el viento soplaba finalmente a su favor. Ese es el “favorito” de Trump.

De tal suerte, la jueza Margaret Coleman ha estipulado que Boris Johnson comparezca en una audiencia preliminar –en una fecha aún no determinada–, y que el caso sea remitido a un tribunal por su “considerable interés público”. En plena campaña para la sucesión de la primera ministra Theresa May, en la que partía con 27 puntos de ventaja sobre el grupo de competidores, Boris Johnson puede verse obligado a defenderse de la acusación de “conducta inapropiada de un cargo público”.

Pese a que expertos en la materia consideran poco probable que el sempiterno candidato conservador al primer puesto del gobierno británico, Boris Johnson, sea finalmente llevado a juicio –por una falta que podría merecer hasta 20 años de cárcel–, el daño a su dudosa reputación ya está hecho, por más que sus simpatizantes cierren filas con él y denuncien la “persecución política”.

Como sea, el objetivo de Ball es demostrar que Johnson mintió repetidamente durante la campaña, cuando eran diputado y alcalde de Londres, cuando dijo que la salida de la UE iba a permitir el ahorro semanal del equivalente a 396 millones de euros, que podrían ser destinados a la sanidad pública. La Autoridad de Estadísticas del Reino Unido rebatió públicamente esa cifra. En síntesis, Ball busca demostrar que la cifra de horro por la salida de Londres de la UE era, y es, una mentira. Todo esto, el súper informado Presidente Trump parece que lo ignoraba.

Esta pifia y muchos otros burdos comportamientos de Trump en su visita a la Gran Bretaña, lo exhiben como un pésimo presidente de la Unión Americana. Y lo que sigue todavía. VALE.