Una vez más nuestro País, está siendo amagado por el actual inquilino de la Casa Blanca. Ahora en un contexto interno de posible Impechment por los resultados de la investigación del denominado “Rusiagate” en el congreso estadounidense, al romper lanzas con los demócratas que tienen mayoría en la Cámara de Representantes, aunque no en el Senado. El punto es que incluso la clase política estadounidense está harta de los desplantes y la inestabilidad emocional del republicano.

La otra gran variable es el próximo proceso electoral en el que Trump busca reelegirse. Por tal motivo, nuevamente ha recurrido a la retórica antimexicana, buscando distraer y halagar a la base dura de sus electores, atizando el nacionalismo y la xenofobia de una importante franja de estadounidenses, blanca de bajos recursos y con poca educación. Su mensaje es claro, sencillo y pegador; los mexicanos, son malos, nos roban empleos y son incapaces de controlar el ingreso de drogas y migrantes desde su territorio.

En el tema del control de flujos de migrantes desde Centro América y el Caribe y ahora también de gente proveniente de África y Asia, se nos acusa de flexibles e incluso de ser promoventes de esas corrientes migratorias que obedecen a la pobreza, a conflictos civiles armados o a guerras y que México, siguiendo su tradición y honrando los Tratados Internacionales que ha suscrito, no ha reprimido. El actual gobierno estadounidense pretende que desempeñemos el indigno papel de su “border Patrol” desde nuestro territorio controlando el ingreso y deportando masivamente a quienes buscan llegar a su frontera sur.

La verdad sea dicha, sin abandonar discursivamente y un poco en los hechos la política de protección de migrantes, hemos endurecido nuestra posición y cada vez más recurrentemente estamos deportando grupos importantes de migrantes, principalmente, hondureños, salvadoreños y señaladamente cubanos. En buena parte por las presiones norteamericanas y adicionalmente porque en nuestro país está creciendo un rechazo social por la protección, albergues, alimentación e incluso empleos que se ofrece a los grupos migrantes, mismos que han violentado puntos de cruces fronterizos, centros de detención y que por su conducta violatoria de la ley, se han ido ganando el repudio creciente de algunos mexicanos. Y también existen nacionalistas trasnochados que incitan a su linchamiento y enfatizan el costo de gasto público que debe erogarse para ofrecerles condiciones mínimas de bienestar durante su estancia.

Este tema de la relación bilateral, que ya venía siendo abordado, fue contaminado por Trump, al amenazar que por no controlar los flujos migratorios nos impondría aranceles a los productos mexicanos que exportamos a su País, iniciando con un inminente  5 por ciento  hasta llegar al  25 por ciento. La respuesta fue una carta un tanto timorata, plagada de lugares comunes para que la leyeran los mexicanos y que evidencia la falta de oficio diplomático. Luego se anunció del envió de una Delegación de negociadores, cuya respuesta consistió en un nuevo “desconton”  de Trump.

La ocasión es propicia para que el Presidente recapacite, que no puede pedir Unidad Nacional cuando se la pasa dividendo y enconando a los mexicanos. Que los Estados Unidos, no tiene amigos, solo intereses. Que existen mecanismos legales y normas internacionales a las que podemos recurrir. Que no puede desdeñarse el apego irrestricto al Derecho nacional e internacional. La respuesta ha sido como siempre en estas coyunturas históricas: noble y generosa. Los mexicanos estamos unidos contra Trump y las voces sensatas recuerdan que nuestra amistad, si existe, es con el pueblo estadounidense no con sus gobiernos.