“…la solidaridad es horizontal
e implica respeto mutuo”.

Eduardo Galeano

 

Este 13 de junio se cumplen ocho décadas del desembarco de los primeros mil 600 refugiados españoles amparados por el gobierno mexicano ante la débil respuesta europea al dramático desenlace de la Guerra Civil.

La claridad con la que el gobierno del General Cárdenas interpretó los prolegómenos de la II Guerra Mundial, permitió a nuestro país adquirir un digno y sólido protagonismo  en favor de la democracia y la no intervención, ante una desfalleciente Sociedad de Naciones acorralada por el rampante nacional socialismo comandado por Hitler, a quien secundaban los fascistas italianos de Mussolini y la simpatía de los militares golpistas españoles encabezados por Franco.

La diáspora republicana hacia el sur de Francia, el indigno aletargamiento del gobierno de Vichy ante la emergencia humana, y la caída de Madrid en manos de los “nacionales”, fueron, para el gobierno cardenista razones suficientes al asumir el compromiso de albergar, bajo el amparo del Estado mexicano, a más de 25 mil perseguidos.

Con la misma convicción y fortaleza con las que el General Cárdenas ordenó el traslado de los “Niños de Morelia” en 1937, dos años después el gobernante exhortó a los representantes diplomáticos mexicanos en la península ibérica y en Francia, a iniciar toda acción a su alcance para proteger al mayor número de solicitantes de refugio internados en los campos de concentración del sur de Francia.

Tal y como previó entonces el titular del ejecutivo mexicano, las medidas adoptadas por su gabinete se transformarían en un relevante reto para el gobierno interior, ya que la reacción aprovecharía las circunstancias para denostar e intentar debilitar sus políticas sociales, tildadas de comunistas por esos estamentos.

Tras la caída de Madrid, los principales diarios conservadores de la capital cubren los actos de “celebración” que en el 28 de marzo de 1939 organizan los “Falangistas” en el Casino Español, cuya foto aparece en el cuaderno 25 de la Obra Gráfica de la revolución editada por el Archivo Casasola.

Diarios como La Prensa no tienen empacho alguno de condenar el inminente desembarco de los refugiados del Sinaia, titulando una de sus notas: “El ochenta por ciento de los mexicanos está en contra de esta invasión española”, y publicando términos despectivos como “barbarie roja”, “come curas” o simplemente “rojos”, que son cada vez más usados por los detractores del Presidente para increpar e intentar restar valía a su gallarda postura internacional.

Pese a ello, el General Cárdenas no ceja y sustenta su decisión en razones humanitarias y de beneficio para el país. Y hoy, a ochenta años de aquel primer desembarco, la historia da la razón al estadista: el país, y en particular la Ciudad, resignificó la solidaridad internacional en el contexto en el que, con tal precisión, el uruguayo Eduardo Galeano la define como un acto de horizontalidad y respeto mutuo entre quienes la brindan y quienes la reciben.